Jesús Romero-Trillo
Algo no va bien en nuestras democracias occidentales. Mientras acecha la amenaza de la guerra entre Rusia y Ucrania, en algunos países los representantes elegidos democráticamente juegan a ser “enfants terribles”. Es lo que ha sucedido en Italia en la elección del nuevo presidente de la República o en el Reino Unido con las fiestas organizadas por Boris Johnson en plena pandemia.
En el caso de Italia, en la primera votación para elegir el nuevo presidente 672 electores del total de 1.008, es decir el 66,66%, votaron en blanco y únicamente al llegar la octava votación hubo quórum suficiente y fue reelegido Sergio Mattarella, quien había manifestado su deseo de no continuar al terminar su primer mandato. Lo más preocupante es que en seis de las ocho votaciones ganó la abstención.
En 2010 el historiador Tony Judt escribió el libro “Ill fares the land”, traducido al castellano como “Algo va mal”, en el que defendía el papel de la Unión Europea en el nuevo orden mundial. Sin embargo, el historiador advertía del peligro de no valorar suficientemente la paz conseguida en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y demandaba de los políticos un nuevo lenguaje y una nueva narración moral para estar a la altura del tiempo presente tras el 11-S.
La desintegración de las instituciones no comienza con los ataques externos sino cuando ellas mismas no son capaces de conectar con el espíritu de su tiempo, como diría Carl Jung, y se prefieren la tradición en lugar de la razón. Este es el motivo principal por el que algunas de las instituciones que tuvieron poder en el pasado están atravesando en estos momentos una profunda crisis de credibilidad. Vivimos tiempos nuevos que requieren nuevos lenguajes y nuevas ideas para conciliar tradición y modernidad, porque algunas cosas no van bien desde hace demasiado tiempo.
Catedrático de Filología Inglesa en la UAM
Publicado originalmente en elimparcial.es