Un estudio de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, junto con la Universidad de Berna, basado en datos de 732 localidades de 43 países, concluye que uno de cada tres fallecimientos en el mundo –entre 1991 y 2018– tuvieron al cambio climático como artífice; fundamentalmente muertos por olas de calor.
Hay unas regiones más afectadas por la severidad de este fenómeno que concentra el aire caliente provocando daños en la respiración porque afecta a los pulmones. Tanto América Central como América del Sur viven anualmente con bolsas de calor, lo mismo que el Sudeste Asiático y, aquí en Europa, se observa con preocupación la situación de España que de media anual, solo en el verano, registra 700 decesos por el calor extremo.
Cada año la situación recrudece y el horizonte de las emisiones cero, el de la descarbonización, parece infinitamente lejano con el año 2050 como punto de inflexión y encima con la gran interrogante de si, en verdad, las economías más contaminantes del mundo como China, Rusia, Brasil, India, Sudáfrica, Estados Unidos lograrán cumplir con sus compromisos de una transición ecológica renovable y limpia.
Lo que hay hasta el momento es que la crisis climática está provocando un tsunami de desplazamientos de seres vivos, de unos sitios a otros, fundamentalmente de personas según constata la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) con sede en Ginebra, Suiza.
En 2020, un total de 30.7 millones de personas dejaron sus lugares de origen por el impacto del cambio climático, de acuerdo con datos de Internal Displacement Monitoring Centre, una agencia internacional auspiciada por varios gobiernos del mundo.
La misma ACNUR advierte que 200 millones de personas necesitarán anualmente “ayuda humanitaria en 2050 por el impacto del cambio climático” y en unas partes estas necesidades y desplazamientos serán más acuciosas.
Por ejemplo, en la región de Asia Oriental y el Pacífico, el año pasado presentó la mayor parte de los desplazamientos internos: un total de 12.1 millones de personas, derivados de desastres climáticos en todo el mundo.
“También están sitios en los que hay conflictos, pobreza y desplazamientos forzados. Los cinco principales países de origen de refugiados se encuentran entre los más vulnerables a la emergencia climática y los menos preparados para responder a ella como son: Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur y Myanmar”, señala el organismo internacional.
António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reelecto en su cargo hasta 2026, asevera que los impactos de esta crisis del clima son mayores donde la fragilidad y los conflictos han debilitado todos los mecanismos de supervivencia.
“Y donde la gente depende del capital natural para su sustento y las mujeres, son las que soportan la mayor carga de la emergencia climática casi siempre sin tener los mismos derechos”, según lo expresado por Guterres.
A COLACIÓN
Las cifras proporcionadas por los organismos internacionales intranquilizan porque anticipan que la gente seguirá moviéndose de sus respectivos terruños, ya no es solo la violencia, la guerra, el hambre, la pobreza a ello se añade otro poderoso expulsor: el cambio climático que inunda los sembradíos o los desertifica y que vuelve extremas las temperaturas en general.
La ACNUR afirma que tres cuartas partes de los nuevos desplazamientos sucedidos el año pasado fueron causados por una serie de desastres naturales de forma pronunciada en varios países en vías de desarrollo.
Que toda esta fenomenología empeore, la verdad es que asusta. Ningún gobierno del mundo, sea del país más o menos desarrollado, está preparado para una avalancha humana.
Hemos visto cómo en Europa, diversos países han improvisado vallas con alambrados con púas a fin de contener el ingreso ilegal de personas, no todas huyen de una guerra o son migrantes económicos muchas también dejan sus países porque las condiciones climáticas son cada vez más adversas para la supervivencia humana.
Si la pandemia provocada por un virus ha desnudado las graves deficiencias de los sistemas de salud públicos y privados en absolutamente todos los países del mundo y la incapacidad de gestión de los gobiernos derivada de una tardía e insuficiente respuesta de los gobernantes, me pregunto qué pasará cuando la emergencia sea un tsunami en alguna de las costas más pobladas o se sufra un devastador terremoto. El clima lleva tiempo hablándonos al oído acerca de su ferocidad ya no debemos hacernos los sordos.
@claudialunapale