Publicado originalmente el 5 de noviembre de 2000.
- El Estado fue penetrado por las mafias
- Y la izquierda, incapaz para frenarlas
De manera sorpresiva para el perredismo en la ciudad de México, las mafias se aparecieron como la gran amenaza no sólo de convivencia social, sino política. Luego de dar cuenta de la descomposición del sistema político priísta, la oposición en el gobierno carece de un esquema para la resistencia al poder corruptor del crimen organizado, aunque a veces, como aquí, la complicidad mafias-política involucra a todos los partidos políticos.
En septiembre de 1990 vino a México el fiscal Giovanni Falcone, el único que pudo revelar y destruir algunas de las células más importantes de las mafias en Italia, y en tres conferencias ante la comunidad judicial de México alertó sobre el activismo de las mafias en el contrabando, el tráfico de drogas y, sobre todo, en las estructuras de poder político del Estado. A diez años de distancia, las mafias, como se vio en el caso del Lobohombo, ya rebasaron al Estado.
En el prólogo a las conferencias de Falcone en México, escrito por Samuel González, uno de los fiscales más polémicos que ha tenido la PGR, se recuerdan los estilos de trabajo de las mafias y sobre todo la ampliación de sus actividades y poder. En el libro Cosas de la Cosa Nostra que escribió junto con el periodista Marcelo Padovani, Falcone delineó los seis pasos de la mafia:
1.- El uso de la violencia como instrumento de sometimiento y de poder.
2.- El papel de los mensajes y los mensajeros como una forma de expresar estilos de dominación y de reflejar las alianzas entre las familias del crimen organizado.
3.- Las interacciones entre la mafia y la vida cotidiana de Sicilia como una manera de revelar el hecho de que las mafias forman parte del funcionamiento de la sociedad italiana.
4.- La organización de la mafia en sí misma y la forma en que ha logrado articular diferentes bandas delictuosas.
5.- La ganancia como la razón de ser de las mafias a partir de la explotación de redes de comercio de productos prohibidos: desde el tabaco hasta las drogas.
6.- Y la esencia más importante de la mafia: la acumulación de poder no sólo criminal, sino económico y político.
Después del incendio en el centro nocturno Lobohombo, de la muerte de 20 personas, de la desaparición de 10 personas más y de la indignación nacional por los descuidos, el gobierno perredista en el DF se dio cuenta tres años después de haber asumido el poder capitalino que las mafias del crimen organizado se habían colado no sólo en las estructuras empresariales, sino también en las estructuras políticas y de gobierno.
Pero es la hora en que Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Rosario Robles, Carlos Ímaz y Dolores Padierna no han explicado a satisfacción las relaciones políticas de Alejandro Iglesias –jefe de una mafia, a decir de Dolores Padierna– con el PRD en la campaña. Para desviar la atención, los perredistas acusan al PAN de recibir fotografías del Centro de Investigación y Seguridad Nacional donde aparecen las banderas del Lobohombo en campañas de López Obrador y Padierna, pero el problema no es de filtraciones sino de relaciones peligrosas del PRD con las mafias del crimen organizado.
Las conferencias de Falcone ocurrieron en México cuando apenas comenzaban a padecerse las ofensivas del crimen organizado en México y cuando no podía hablarse estrictamente de mafias sino apenas de bandas. Los cárteles se consolidaron en el gobierno de Carlos Salinas, con algunos indicios de que desde la cúspide del poder presidencial –vía Raúl Salinas– lograron fortalecerse algunos de los grandes cárteles de la droga. Lo percibió Falcone en sus conferencias en México:
–Cuando el Estado se hace débil, las mafias crecen.
Así, el problema de la incomprensión hacia las mafias se agota en las justificaciones de corto plazo. La delegada Dolores Padierna, por ejemplo, se lanza al vacío político cuando acusa a las mafias de haberse apoderado de buena parte de la vida nocturna en la ciudad de México, pero ninguna mafia –ni en México ni en Italia– ha logrado consolidar su poder sin la ayuda de la estructura estatal. Por tanto, la primera decisión de Padierna y de las autoridades del gobierno de DF debería ser la consignación de los funcionarios menores y mayores que permitieron la existencia de mafias tan poderosas como para enfrentar, retar y dominar la autoridad del Estado.
Al señalar el fracaso del Estado italiano en su lucha contra las mafias, Falcone –quien por cierto murió asesinado por la mafia con una bomba en su automóvil– reveló que el combate estatal contra el crimen organizado en Sicilia y en Italia fue “emotiva, episódica y fluctuante”, aunque le faltó agregar que también fue cómplice. En tres años, el gobierno perredista del DF no sólo se olvidó de darle prioridad a la lucha contra las mafias, sino que hay indicios de que funcionarios de nivel alto y bajo ayudaron al fortalecimiento de estos grupos criminales.
EL ESTADO, CULPABLE
En sus conferencias en México sobre el crimen organizado y las mafias criminales, Falcone no sólo relacionó el fortalecimiento de las mafias con el debilitamiento político del Estado, sino que también señaló otro elemento de responsabilidad: la jerarquización parcial de las luchas del Estado. En Italia, la prioridad se orientó a la lucha contra el terrorismo en los años setenta y ochenta y se olvidó de las mafias, aunque hubo algunos indicios en que el Estado italiano llegó inclusive a solicitar la ayuda de las mafias para combatir a los radicalismos de izquierda. En EU, en la segunda guerra, el gobierno usó a las mafias para evitar la radicalización de organizaciones gremiales.
En el fondo, Falcone se quejó de que el Estado italiano no tuvo una lucha consistente contra las mafias. “Cada vez que explota la violencia mafiosa con manifestaciones alarmantes o el orden público es amenazado, con precisión cronométrica se promulga un decreto-ley que intensifica la represión pero apenas la situación se vuelve aparentemente normal todo cae en el olvido y se baja la guardia”. Así ocurrió, con sorprendente lógica, en el caso del Lobohombo: el escándalo causado por los 20 muertos desperezó al gobierno perredista y a la procuraduría capitalinas, pero lamentablemente se aisló el problema sin percibir su integralidad: el auge de las mafias como parte de la complicidad desde el poder político del Estado.
A ello se refirió Falcone cuando aceptó que la actuación del Estado italiano contra las mafias había sido “emotiva, episódica y fluctuante, motivada sólo por la impresión suscitada por un dato criminal o del efecto que un particular acto de gobierno pueda ejercer sobre la opinión pública”. El Estado ha quedado sólo en “los golpes en caliente, sin una movilización general duradera, que implique a todo el aparato represivo y sin el apoyo de la sociedad civil”. Las mafias, así, no pueden ser derrotadas. Y más cuando los temores a revelar las relaciones políticas de los mafiosos con los funcionarios del Estado han tenido más urgencia. Esta lógica se puede aplicar a la lucha parcial del GDF contra las mafias en el caso Lobohombo: todo se agota en Iglesias, el dueño, pero no profundiza en la responsabilidad de los funcionarios gubernamentales.
Las advertencias de Falcone no fueron escuchadas y menos atendidas por los funcionarios judiciales mexicanos hace 10 años. Falcone habló de la recomposición de las estrategias de las mafias. “Ha cambiado también el punto de vista de estas organizaciones (las mafias) con respecto al Estado. En el pasado, la mafia intentó convivir con el Estado, lo que se correspondía perfectamente con la desatención que el gobierno tenía hacia los problemas de la parte Sur de Italia”. Ello fue aprovechado por el crimen organizado, reveló Falcone: hubo evidencias para “demostrar la capacidad de las organizaciones mafiosas para controlar de manera oculta importantes ángulos del Estado”.
En su conferencia, Falcone hizo una explicación detallada de las tres fases de la mafia en la sociedad: “en un primer momento, a fines de los años setenta, se dieron actividades criminales que generaron grandes flujos de dinero a favor de la mafia; un segundo momento fue el del ingreso de los mafiosos para desarrollar actividades empresariales; ahora estamos en presencia del tercer momento, que es el ingreso de la mafia en el control de las erogaciones del presupuesto público”.
Aquí el llamado de atención de Falcone fue preciso: “en este momento presenciamos una gran cantidad de obras públicas que se están realizando en el Sur de Italia. Por supuesto, la mafia ha visto que hay gran cantidad de dinero dedicado a las obras públicas y tiene interés en lograr la ganancia que estas quieran producir”. Así, la mafia buscó obtener adjudicaciones de las obras públicas directamente y en otras a sacar de la jugada a otros empresarios por la vía de la amenaza y hasta del crimen. Lo peor ocurre, fue el aviso no atendido, cuando la mafia logra hacerse del control de la administración pública a través de los contratos de obras.
LA MAFIA EN EL ESTADO
A pesar de que la advertencia estaba hecha a partir de la experiencia italiana, en México nadie quiso reflexionar sobre el avance de las mafias en la vida nacional. Un ejemplo le dio la razón, diez años después, a Falcone: la aprehensión de Ricardo Miguel Cavallo por la revelación de su pasado como torturador en la dictadura militar argentina. Pero Cavallo era, además de ex torturador argentino, el socio principal del Registro Nacional de Vehículos de México, una concesión estatal mexicana.
En este contexto, el problema de fondo de Cavallo no era su pasado de “sólo genocida” –como intentó disculparlo el secretario mexicano de Comercio, Herminio Blanco–, sino un dato adicional que no ha querido ser investigado por las autoridades mexicanas: Cavallo es una pieza clave de las mafias argentinas que habían comenzado a ganar contratos de obras públicas en Argentina y ahora en México. Los avisos de alarma de Falcone habían caído en el vacío en México: las mafias se han empresarizado a partir de los contratos del Estado. Y el logro de concesiones no ha sido de manera transparente.
La irrupción de las mafias en la política y la economía del Estado ha pasado desapercibida. Las sospechas no investigadas por la PGR que los cárteles del narcotráfico cuentan y contaron con el padrinazgo de importantes figuras políticas y funcionarios de gobierno derivaron en pesquisas superficiales. Importantes jefes policiacos han sido aprehendidos por proteger el narco, pero esos jefes no actuaron solos. Una estela de protección los ha mantenido alejados de los castigos. Por ejemplo, Adrián Carrera, protector de Amado Carrillo, fue declarado como testigo protegido pero sin indagar suspicacias sobre su jefe Jorge Carpizo McGregor como procurador general de la República.
En los estados de la República, las mafias del narcotráfico comienzan a sicilianizarse por la ampliación de sus redes a los poderes empresariales, ejecutivo, legislativo, judicial, militar y policiaco. Pero lo peor no ha llegado aún, aunque en algunas zonas de la República haya comenzado a percibirse indicios: la integración de diferentes mafias del crimen organizado en especie de empresas interrelacionadas. Ello explicaría, de suyo, el fortalecimiento de las mafias frente al debilitamiento de la acción política y judicial del Estado.
Y lo mismo ocurre en zonas dominadas por el PRI, que en entidades de gobiernos panistas. Y los lugares donde manda el PRD, la situación no parece ser diferente. El caso de la disco Lobohombo habría sido un campanazo de advertencia: la delegada Dolores Padierna habló concretamente de mafias detrás de ese centro nocturno, pero con datos de que el dueño del antro no sólo participó en las campañas de Cárdenas, López Obrador y la propia Padierna, sino que habría sido convocado por algunos cuadros dirigentes del PRD. Por tanto, la interrelación de las mafias con el poder político parece ir más allá del PRI.
Justo con el desmoronamiento final del sistema priísta por la pérdida de la presidencia de la República, la existencia de mafias en la vida política, social y económica de México se presenta como el peor pasivo del reinado tricolor y una herencia continuada por la oposición. A reserva de que las indagaciones se profundicen, se ha detectado la existencia de cuando menos diez mafias del crimen organizado:
1.- La mafia de los ladrones de autos. Esta es una de las organizaciones del crimen organizado más ramificadas porque abarca el robo, el desmantelamiento o relegalización, la venta y el traslado a otras partes de la República o fuera del país. Una red de protección oficial, policiaca, burocrática y política explica su fortalecimiento.
2.- La mafia del narcotráfico. Aunque son varias las organizaciones y a veces hasta enfrentadas a muerte entre sí, de todos modos se trata de una sola mafia. Su línea de producción es amplia: producción, enriquecimiento químico, distribución, consumo y lavado de narcodinero. También ha establecido una poderosísima red de protección política, policiaca, militar y burocrática.
3.- La mafia de los judas. Policías judiciales estatales y federales tienen su propia mafia de poder. Actúan en connivencia, protegen a los delincuentes en lugar de combatirlos y modifican sus funciones a favor del crimen organizado. Hay casos de judas que dirigen sus propias bandas. Su poder se deriva de la credencial. Sería la mafia de la charola.
4.- La mafia de los giros negros. Los centros de diversión nocturna son, además de organizaciones para el lavado de dinero del crimen organizado, la primera incursión abierta de las mafias. Comenzaron con los restaurantes pero derivaron en centros de delincuencia. Y fueron creados a partir de la asociación empresarial de mafias con sus protectores políticos, policiacos o militares. Serían los primeros centro de integración laboral de mafias: prostitución, tráfico y consumo de drogas, bebidas adulteradas, protección policiaca.
5.- La mafia de la prostitución. Aunque el auge de la prostitución se dio con la crisis económica y fue dominada por pequeños padrotes o cinturitas, ahora las sexoservidoras son controladas por el crimen organizado. Nuevamente se localizan células de corrupción en las oficinas de migración y aduanas del Estado, sin cuya participación sería imposible. Y luego viene la estructura de supervisión de los gobiernos que no previene de su existencia sino que la magnifica. Y qué decir de los policías que deben evitar su auge y terminan como parte de la red del crimen organizado de la prostitución.
6.- La mafia del contrabando y distribución de armas no registradas. Tan poderosa y dañina como la del narco, las mafias de la venta ilegal de armas han convertido al país en una República en guerra. Las autoridades políticas, policiacas y militares encargadas de su control han sido penetradas por el poder de corrupción de los contrabandistas.
7.- Las mafias del contrabando de artículos diversos. Los tráileres que llegan a Tepito, por ejemplo, han creado un supermercado gigantesco en las calles de las ciudades. ¿Cómo ha sido posible que camiones lleguen a las ciudades? Por la complicidad de aduaneros, policías, funcionarios y burócratas.
8.- La mafia de los delincuentes urbanos. Desde siempre, las bandas de asaltantes en las ciudades han sido controladas por policías, ministerios públicos, burócratas y funcionarios públicos. Paulatinamente las ciudades han sido fragmentadas en verdaderas zonas francas de delincuentes comunes vestidos de la impunidad de sus padrinazgos. Aún como pequeñas bandas, ya actúan como verdaderas mafias.
9.- La mafia financiera. Con la connivencia de las autoridades, las mafias han podido acumular grandes fortunas y sobre todo mantenerlas alejas de la vigilancia gubernamental por la existencia de una poderosa red de manejo financiero. Empresarios, banqueros y funcionarios menores se han encargado de operarle a las mafias el producto de sus actividades delictivas. Las leyes contra el lavado de dinero se topan con la ineficacia de las autoridades para supervisar o vigilar las instituciones financieras o con la complicidad.
10.- La mafia del poder. Al final, el tamaño de la delincuencia no debe medirse por la dimensión de sus ilícitos denunciados, sino por la de su red de intereses políticos y empresariales. Así, el grado de inseguridad en el país es del tamaño de la complicidad del poder político con el crimen organizado.
Así, el principal saldo del largo ciclo del PRI es la conformación de una República dominada por las mafias.