¡Ya están aquí las elecciones para la decisión de revocación de mandato! Ya tenemos nuevas promesas sobre la mesa, montones de ilusiones, de esperanzas, toda una batería de sueños para elegir y decidir nuestro futuro. Es el momento en el que el presidente de México Andrés Manuel Lopez Obrador pondrá a prueba las estructuras partidistas y así conocer números aproximados para el 2024. Todos los que aspiran a llegar a gobernar, obviamente, tratan de obtener la mayor cantidad de votos posibles, por eso no importa que seas blanco o de color, si eres capaz o incapaz, si eres rico o pobre, si tienes trabajo o si no llegas a final de mes; basta con que pertenezcas a un grupo mayoritario, que sumes votos para que tus preocupaciones queden plasmadas en los programas electorales, programas que luego deben tener su reflejo en las leyes. Por eso los políticos cambian sus programas electorales, sus prioridades, según la necesidad de votos.
En estas elecciones de revocación de mandato del próximo 10 de abril, no nos engañemos, estos grupos de ciudadanos están en los programas electorales porque, por desgracia, son muy numerosos, o bien tienen el reconocimiento social, lo que los convierte en un granero importante de votos que ningún político va a dejar escapar.
Pero a veces lo verdaderamente difícil es sobrevivir en una sociedad democrática cuando perteneces a un grupo minoritario y tus votos no son decisivos para gobernar; pero todo cambia a favor cuando eres el supremo gobernante. Las minorías tienen que buscar y rebuscar en los programas electorales para ver o más bien intuir dónde están las soluciones a sus problemas; vienen siendo como «la letra pequeña» de los programas de los partidos políticos. Las minorías casi nunca tienen cabida en los mítines, pocos hablan de ellos, pero aun siendo «esa letra pequeña», promesas dichas en voz baja de un gran programa electoral, algunas tienen posibilidad de verse reflejadas en una ley. Leyes que permitan a los políticos ayudarlos, aun siendo minoritarios; eso sí siempre y cuando no perjudique a las mayorías, las que con su inmenso número de votos les posibilitó alcanzar el poder. Por eso no es de extrañar que cuando un político, cuando un dirigente o líder tiene que elegir entre favorecer a minorías o mayorías, lo tiene claro; le basta con sumar con los dedos de la mano, faltaría más.
Es decir, el poder de la mayoría o gobierno del pueblo, en contraposición al concepto de aristocracia que significa el dominio de las minorías o también camarillas es decir, grupos de presión que en ciertos casos pretenden imponer su criterio o mediante la presión.
Está de más decir que los vencedores –o en este caso las mayorías– han escrito la historia, dictaminando, como si de un juez se tratara, lo que es correcto o incorrecto, verdadero o falso, oficial o alternativo. Estos grupos mayoritarios que claramente gobierna un país no conforman la mayoría de la población, pero cuentan con el poder económico y político para convertirse en una minoría privilegiada, y lo anterior, visto desde la psicología social se define como una mayoría psicológica. Es esta la que domina el destino colectivo de los grupos minoritarios, y estos últimos son los que integran la mayoría de la sociedad, convertidos en una minoría psicológica, que no han sido tomados en cuenta para formar parte la modernidad, quizá bajo la consideración de que son grupos que viven en un pasado, que se han quedado estancados en el tiempo, y por ende no pertenecen a la idea del progreso.