A la muerte de Rosario Ibarra de Piedra a los 95 años de edad se crece la enorme ambivalencia de su trayectoria y de los suyos. Para la izquierda su vida sirvió para la propaganda política. La señora se dejó crecer luego de la “desaparición” de su hijo. Fue postulada a cargos públicos, incluso a la presidencia no por su capacidad y talento, sino por lo que representaba contra el sistema en el tema de desapariciones forzadas.
Se le entregó la medalla Belisario Domínguez por recomendación oficial teniendo como testigos de honor a Andrés Manuel López Obrador y a Arturo Zaldívar. El discurso que siempre rodeó a la señora fue el de “represión”, “persecución”, “tortura”, “perversidad”, “ignominia”, “terror oficial”.
Yo fui testigo de qué manera se presentaba frente a la casa del expresidente Luis Echeverría acompañada por Pablo Gómez, portando el retrato de su hijo Jesús a manera de escapulario condenando su desaparición cuando su propio hijo había enviado un texto a sus padres oculto por ser guerrillero:
“Me encuentro bien, supongo que deben imaginarse en lo que ando espero que no los hayan molestado los quiero mucho y sé que van a poder entenderlo. Estoy lejos y no sé si volveremos a vernos. De ser así, espero que lo comprendan y lo tomen con calma. Saluden a mis hermanos y díganles que espero que se incorporen a la revolución. Los quiero mucho a todos. Wu-Lee. Desde la clandestinidad, Jesús Piedra Ibarra”.
Por su parte, Javier Coello Trejo, conocido como El Fiscal de Hierro; formó parte de la Brigada Blanca creada por el Gobierno en los setentas para combatir a grupos guerrilleros, entre estos la Liga 23 de septiembre, que operaban en el país. En su libro El Fiscal de Hierro Memorias, Coello Trejo afirma: “En el sexenio del presidente López Portillo, el Procurador General de la República, don Óscar Flores Sánchez, ordenó una minuciosa investigación de los supuestos desaparecidos en la que participé. Rosario Ibarra siempre supo lo que pasó con su hijo desaparecido.
“Conocí a la señora Ibarra de Piedra en una ocasión en que el Procurador la citó y le dio una explicación con pruebas de cómo y en dónde había sido abatido su hijo al enfrentarse con la Policía. La señora nunca contó esto, en virtud de que la muerte de su hijo fue su bandera para alcanzar todo lo que posteriormente logró y que es públicamente conocido”.
Coello Trejo sostuvo que en noviembre de 1973 Jesús Piedra Ibarra “cayó abatido en un enfrentamiento en Monterrey con la Policía, sus compañeros se lo llevaron y entonces Rosario Ibarra de Piedra, su madre, lo convirtió en bandera política; esta señora ha vivido del cuento a partir de entonces”. Coello Trejo sostiene que el hijo de Doña Rosario fue quien mató al empresario Eugenio Garza Sada en septiembre de 1973; cuando un comando de la Liga Comunista 23 de Septiembre “lo intentaba secuestrar”.
Jesús Piedra Ibarra sacó la pistola y le dijo: pinche rico, hijo de tu chingada madre, entonces le disparó y lo mató”. Rosario Ibarra formó el grupo Eureka y quedan señales de su defensa a grupos clandestinos y de migrantes ilegales además de activistas “revolucionarios”.
Ella y su hija Rosario fueron impulsadas no por sus capacidades sino por representar un movimiento político. Ni la madre ni la hija hicieron algo para defender, por ejemplo, a Rosario Robles Berlanga. Ningún pronunciamiento ni investigación por su “persecución política”. No recordamos ninguna propuesta de la señora como candidata a la presidencia y su presencia en el Senado fue opaca.
Se le permitió defender la memoria de un sujeto, su hijo, guerrillero, acusado de secuestro, asalto y asesinato. Un joven que vivió en la clandestinidad como criminal. Un muchacho que violento al Estado de derecho bajo normas comunistas y de terrorismo.
Pero eso siempre se trató de ocultar, no convenía. Nunca se probó una desaparición por parte del gobierno. Para seguirle el juego a su “amigo” AMLO, Rosario Robles tendría que ser de esas mujeres y abuelitas que nalguean a sus hijos delincuentes para que se porten bien.
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