De acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés) el año pasado, el mundo destinó 2.11 billones de dólares en gasto militar, lo que significó otra cifra récord –subió 0.7% en términos reales– y eso que no había una invasión rusa en Ucrania y una inminente propensión hacia el rearme como respuesta a la acción bélica.
Si el gasto militar llevaba siete años consecutivos aumentando, este 2022, marcará un salto relevante porque hay países como Alemania que han dejado su tradicional política de gastos militares moderados, tras la amenaza real de que el Kremlin, tenga entre sus manos una campaña bélica más allá de Ucrania.
El año pasado Estados Unidos, China, India, Reino Unido y Rusia persistieron con su comportamiento de ser los países que más gastaron en su industria bélica, acapararon el 62% del total mundial. Aunque eso sí, ninguno como Estados Unidos, que en 2021 con sus 800 mil millones de dólares refrendó su vocación a la autodefensa y también de seguir ejerciendo de policía global.
Que la prioridad siga siendo el armamento es muy revelador del momento histórico actual, porque para empezar, la pandemia no amaina y los contagios por SARS-Cov-2 proliferan así como las reinfecciones y hay gente contagiada (vacunada) que también muere por complicaciones derivadas del coronavirus.
Pero la invasión, consumada el pasado 24 de febrero, con los días pasando y sumando ya más de dos meses de atrocidades por las tropas rusas cometidas en su ocupación bélica de Ucrania, ha provocado que la prioridad esencial de los gobernantes sea velar por la seguridad y la defensa de sus respectivos países.
No queda ninguna duda de que se vive una Guerra Fría 2.0 que no puede disimularse más y en la que el abanico de confrontaciones no es únicamente el de Estados Unidos contra la URSS como aconteció antes de 1990 y una vez concluida la Segunda Guerra Mundial; no, ahora hay muchos actores geopolíticos inmiscuidos, unos más o menos, potentes militarmente hablando pero que pretenden jugar un rol relevante de cara a la segunda mitad del siglo XXI.
Hay un encono acumulado, un rencor levantado entre varios frentes y que estrella a la realidad de Occidente contra varios países asiáticos fundamentalmente. No es una crisis ideológica es una guerra geoestratégica y geoeconómica en la que de, vez en vez, también se manosea a la libertad y a la democracia.
En 2022, ya estamos viendo la reacción de varios países ante la invasión rusa, en la postura de alterar su tradicional presupuesto de no gastar más del 1% de su PIB en defensa militar. Al fin están saliendo de su zona de confort como la Casa Blanca venía presionando tiempo atrás. Al final se ha logrado por el miedo a Rusia.
A COLACIÓN
En esta que es la era del dron, tal y como ha demostrado su eficacia y eficiencia, en la defensa de Ucrania bombardeando a varias columnas de vehículos bélicos y tanques rusos, la inversión en investigación militar para obtener más equipos y técnicas baratas pero potencialmente mortales vive su particular boom.
En la asonada bélica ucrania se han utilizado desde los drones Bayraktar como las temidas armas termobáricas rusas que destruyen bunkers con su capacidad de aniquilar cualquier forma de vida. Me resulta demoledor que la destrucción se abra camino, se abra paso entre los planes de defensa de los países, porque persiste una incapacidad para lograr una paz duradera.
En cambio, debería gastarse más dinero en reformularse el papel del a ONU, crear los mecanismos preventivos y de sanciones efectivos para evitar futuras invasiones y otras atrocidades que puedan conducir a una Tercera Guerra Mundial.
Resulta demoledor que, una mayoría de países hablen de armar a Ucrania pero solo un puñado realmente se preocupen por la paz, por evitar el derramamiento de sangre.
Y triste igualmente que con estos presupuestos militares históricos fluya dinero para la guerra y no se dé más gasto e inversión para levantar más hospitales modernos, bien equipados con las técnicas novedosas y con más médicos, enfermeras y camas.
A este ritmo, el miedo actual terminará convirtiendo al mundo en una economía de guerra permanente. Ya la ONU dio de sí porque no funciona para evitar que una potencia nuclear invada a un país más débil.
Ayer António Guterres, titular de Naciones Unidas, llegó a Moscú lo ha hecho tras dos meses transcurridos de guerra, de masacres de civiles, de ver que el dictador Vladimir Putin no respeta, ni a los organismos internacionales, sus leyes, sus tratados, ni acuerdos. Llega tarde: Guterres habla de paz, pero Putin de guerra y también lo hace Occidente con Reino Unido enviando sus tanques Stormer para apoyar a Kiev; con Washington anunciando igualmente más armas y hasta Alemania ha decidido sumarse a la fiesta de las armas. A este paso terminaremos todos en una gran guerra y la producción de armamento será la impronta, como si fuese la única salida.
@claudialunapale