La derrota legislativa de Morena en la votación de la ley eléctrica renovó el entusiasmo de la oposición con miras a la elección presidencial de 2024. Sin embargo, una semana antes, el presidente López Obrador había refrendado su base electoral histórica de 15 millones de seguidores en la consulta revocatoria.
En este sentido, la racionalidad de las cifras político-electorales deja muy en claro que la votación a nivel de diputados no alcanza para convocar –en cifras preliminares de padrón electoral de 100 millones de mexicanos y de asistencia a las urnas de 60 millones– 30 millones de votos para el candidato opositor o el abanderado de la alianza opositora PRI-PAN-PRD.
La votación de una reforma constitucional no es la misma de una elección presidencial. La composición actual de la Cámara de Diputados le otorga a Morena la condición de primera minoría con el 40% de las curules y sube a 55% con los votos aliados del PT y el Partido Verde, dejándole la oposición el 45% de la Cámara.
El significado de la derrota de la ley eléctrica debe ser racionalizado en función de las circunstancias de la coyuntura: Morena y aliados siguen manteniendo la mayoría absoluta para aprobar leyes, pero carecen de las dos terceras partes de votos que necesitan para reformas constitucionales.
En este sentido, la primera evaluación conduce al punto importante de establecer el criterio de que la votación presidencial se gana con mayoría simple de votos; y el PAN tiene apenas el 22% de los votos y el PRI solo 14%, con un PRD a punto de perder su única gubernatura, la de Quintana Roo, y con una votación de apenas 3% que le alcanzó para mantener el registro.
De ahí la necesidad de consolidar y contrastar los datos en las votaciones de la consulta revocatoria y de la ley eléctrica para serenar los ánimos en el sentido de que Morena refrendó en la consulta su base electoral de 15 millones, sin que existan indicios claros de que los otros 15 millones se hayan pasado a la oposición en tanto que el sentido y la estrategia del INE fue la de desactivar la votación revocatoria y la ciudadanía no encontró razones de importancia para asistir al tercio de las casillas que instaló el INE con respecto a las presidenciales del 2018.
La presencia de la oposición en la Cámara de Diputados va a disminuir con las seis gubernaturas que se votarán este año y las dos importantes –Coahuila y Estado de México– en el 2023; por lo pronto la tendencia electoral coloca a Morena en zona de victoria en cuatro de las seis gubernaturas de este año, lo que implicaría una modificación en las tendencias electorales legislativas en estados que perderán el PRI, el PAN y el PRD.
El análisis de las tendencias electorales para 2024 no se basa solo en estas cifras de resultados revocatorios o en la votación de legisladores en la Cámara. Para un avance opositor que lo coloque en línea de competitividad seria por la presidencia, tendrán que darse ciertas circunstancias:
1.- Un desplome de la aprobación presidencial que hasta ahora no se ha dado, con el dato que debe evaluarse de que ese apoyo subió en el escenario de la derrota legislativa de la ley eléctrica.
2.- Una fractura al interior de Morena como la de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y el surgimiento de alguna figura opositora que jale votos de Morena hacia algún disidente, por ahora solo percibida una candidatura exmorenista en Ricardo Monreal Avila.
3.- La utilización negativa de los datos de la pandemia, de la inseguridad y de la crisis económica que pudieran convertirse en bandera de campaña opositora, como lo logró en el 2018 el candidato opositor López Obrador y su propuesta de crecimiento promedio anual sexenal de 4%, contra el 2% promedio del ciclo neoliberal 1983-2018. En lo económico una crisis económica de finales de sexenio pudiera incidir en el electorado, aunque no sería como la de 1976, 1982 o 1988.
4.- La posibilidad hasta ahora no percibida de que la alianza opositora PRI-PAN-PRD pudiera consolidar una propuesta económica que convenciera al electorado, pero tomando en cuenta que el único éxito económico lopezobradorista ha sido el aumento del salario por encima de la inflación, una meta que no existirá en el proyecto neoliberal de la alianza opositora porque regresaría al viejo modelo de la estabilidad macroeconómica por el lado de la demanda.
5.- El relanzamiento novedoso del Tratado de Comercio Libre con Estados Unidos, aunque con indicios de que ya queda poco por hacer y que todo se reduce a la incapacidad mexicana para construir una base productiva más competitiva.
6.- El tema más importante será la definición de una candidatura de la alianza opositora, sobre todo por la intervención decisiva de la Coparmex y su proyecto empresarial de nación y del activista ultraderechista Claudio X. González que ronda en el mismo enfoque privatizador de la economía. A ello se agrega, por lo menos en el escenario actual, la decisión de Movimiento Ciudadano de asistir a las elecciones con candidato propio y la posibilidad no muy clara todavía de algún candidato ciudadano, ambos reduciendo expectativas para la alianza opositora. El PRI está construyendo una candidatura presidencial propia y no perderá la oportunidad para tratar de imponerla a la alianza opositora, en tanto que el PAN siente tener la fuerza suficiente para alcanzar la candidatura de la oposición y el PRD va a apostarle a alguna figura ciudadana que se encuentre en el camino. La lucha por la candidatura presidencial fracturará la cohesión opositora, con el dato de que la alianza PAN-PRD en el 2018 no aumentó tendencias electorales.
7.- En el lado del electorado, la configuración social y económica de los votantes será otro factor decisivo. Las cifras oficiales que revelan que el 80% de los mexicanos padecen de una a cinco restricciones sociales y dependen de los programas asistencialistas del gobierno lopezobradorista estarían perfilando desde hoy una base electoral dependiente hacia el discurso gubernamental. En 1988, los electores atados al Pronasol no pudieron convertirse en votos por la figura simbólica del disidente Cuauhtémoc Cárdenas. Pero en votaciones posteriores, el liderazgo de López Obrador ha mantenido la lealtad electoral de los beneficiarios del asistencialismo.
8.- La polarización ha sido inducida desde Palacio Nacional en función de una lógica binaria que entiende la población mayoritaria dependiente de los programas sociales: la disputa en el 2024 entre un candidato de continuidad lopezobradorista contra un abanderado de los intereses de los beneficiarios de la concentración de la riqueza y con mayor razón si el candidato resulta ser un expresidente de la Coparmex. Mientras Morena asumirán la bandera de “primero los pobres”, la oposición o la alianza opositora van a tratar de convertir la democracia en un factor de decisión electoral.
9.- La composición estatal de la República pudiera ser un factor que beneficie más a Morena que a la alianza opositora, en tanto que los gobernadores serán elementos de movilización electoral. En 2018 el PRI, el PAN y el PRD sumaban 30 gubernaturas y para el 2024 existe la posibilidad de que Morena asista a las elecciones presidenciales con 20 gubernaturas seguras y cuatro más que pudiera ganar. En 2018 López Obrador rebasó el poder de los gobernadores con su discurso y sus expectativas y en el 2024 pudiera repetirse el escenario para movilizar gobernadores y masas a favor del candidato de Morena.
Estos son los primeros datos que pudieran consolidar un análisis político-electoral diferente al que quieren interpretar de manera automática con la derrota de la ley electoral en la Cámara de Diputados y al desdén con interpretaciones sesgadas a la capacidad del presidente López Obrador y su estructura partidista para movilizar 15 millones de votos a su favor en la consulta revocatoria aún con la complicidad de la alianza opositora y del INE salinista.
El primer corte analítico dio cuando menos una base sólida electoral de Morena en la consulta y toca ahora a los partidos de oposición legislativa convertir a sus curules en votos constantes y sonantes en las urnas.
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