Elecciones 2021: redistribución del poder para sucesión presidencial 2024

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Mientras el sistema político priísta siga siendo sistema político priísta, el calendario del poder también se seguirá moviendo en los parámetros de los protocolos de poder de las prácticas priístas. Las elecciones legislativas de medio sexenio van a posicionar grupos dentro y fuera del gobierno con miras a la sucesión presidencial de 2034 que se centra en el candidato del partido en el gobierno.

Ahora tampoco será diferente. En las elecciones de medio sexenio el presidente en turno acumula su mayor fuerza política para administrar personalidades, partido y corrientes con miras a la elección presidencial del 2024. De los presidentes de 1988 al 2018, sólo Salinas de Gortari pudo relanzar en 1991 a su partido a la recuperación de lo perdido ante la corriente cardenista y ésta en realidad se deshizo para crear un amorfo, gelatinoso y tribal PRD.

Fox quiso lograr la mayoría panista en la Cámara, pero el mensaje fue equivocado: fortalecer a su esposa Martha Sahagún para la candidatura residencial de 2006. Calderón ya había perdido al PAN en el 2009 y no pudo consolidar su presidencia. Y Peña Nieto avanzó con el Pacto por México en 2013-2014 con el apoyo del PAN y del PRD y no necesitó la mayoría legislativa. Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña perdieron sus respectivas sucesiones al perder el control de las votaciones de medio sexenio.

El presidente López Obrador enfrenta datos encontrados: de mediados del año a la nominación de candidaturas a diputados y gobernadores Morena se ha fracturado por una lucha tribal por el poder partidista, aunque mantiene una cómoda aprobación personal que le ayudará a su partido. La oposición debilitada le apuesta a una alianza ya fracasada en el 2012 y a un PRI que va a depender de acuerdos con Palacio Nacional a la hora de votar en el congreso. Hasta ahora lo único claro es que en un ambiente típico priísta el clima de sucesión presidencial se mueve en torno al partido en el poder, sin que en la oposición haya algún partido en reconstrucción, alguna alianza confiable o alguna figura destacada.

Morena como partido va a depender del liderazgo presidencial directo, sin que alguno de los presuntos precandidatos presidenciales puede usarlo a su favor. Hasta ahora no hay que perder de vista que los liderazgos políticos morenistas importantes salieron del PRI y se mueven por códigos y chips de sobra conocidos, lo que permite adelantar, cuando menos por ahora, que el proceso de sucesión presidencial será priísta en sus métodos y protocolos, sin que la bancada de Morena y sus alianzas en la Cámara de Diputados pueda adelantar nuevos espacios de poder.

El escenario del 2021, por lo tanto, se moverá en dos pistas: la de los reacomodos de grupos regionales, partidistas y de tribus y los de la reorganización de las estructuras presidenciales de poder. El presidente de la república necesita mantener la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados (51%) y acercarse con alianzas lo más posible a la mayoría calificada (67%) para modificar la Constitución sin pactos con el PRI, el PAN o el PRD.

La alianza opositora PRI-PAN-PRD ha visto la incorporación al bloque anti lopezobradorista del INE en franca violación a su papel de árbitro imparcial, pero a costa de hacerle perder al consejero presidente Lorenzo Córdova Vianello la escasa credibilidad que le quedaba. El antipopulismo de Córdova no esconde el sello salinista y tiene nombre y apellido del destinatario y por ello ya dejó pistas de su militancia en la alianza PAN-PRD-PRI.

La meta de la alianza opositora será pírrica: evitar la mayoría absoluta de Morena, aunque con indicios de que el PRD está prácticamente borrado del sistema de partidos y el PRI juega en su territorio preferido: el de las traiciones y las agendas de coyuntura. En la Cámara, el PAN seguirá aislado, el PRI pactará con Palacio Nacional en lo oscurito y Morena seguirá negociando votos.

Los escenarios electorales al cerrar el 2020 carecen de seriedad y habrá que esperar las nominaciones con nombres y apellidos para prefigurar las verdaderas tendencias. Y el verdadero campo de batalla será la presidencia 2024, no la mayoría legislativa.

 

Política para dummies: La política es sinónimo de deslealtad y antónimo de coherencia.

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