AMLO reveló fines imperiales de la Cumbre de las Américas

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Pocas horas después de la declaración del presidente López Obrador en el sentido de que podría no asistir a la Novena Cumbre de las Américas por las exclusiones de cuando menos siete países, el embajador estadounidenses Ken Salazar se dejó caer presuroso y agobiado a Palacio Nacional. La reiteración del discurso lo hizo salir enojado y por ello se sacó de la manga una condena muy severa del Gobierno de Estados Unidos contra México por los periodistas asesinados presuntamente por bandas delictivas.

La otra reacción que provocó la declaración presidencial fue la del exembajador mexicano en Washington, Arturo Sarukhán, quien criticó con severidad el anuncio presidencial y trató de imponer el criterio de política exterior de los gobiernos y funcionarios a los que había servido: asesor del canciller salinista Fernando Solana Morales que en 1989 guardó silencio ante la invasión de EU a Panamá, asesor del hoy excomunista y anticubano Jorge G Castañeda, asesor de la canciller zedillista Rosario Green cuando México aceptó las condiciones de Clinton de entregar la cartera petrolera a cambio de un crédito de casi 50,000 millones de dólares para apuntalar la economía por el error de Zedillo en el manejo del tipo de cambio en diciembre de 1994.

Sarukhán, además, fue coordinador de asesores en política internacional del candidato panista Felipe Calderón Hinojosa y luego asumió la embajada de México en Washington durante el sexenio calderonista.

En este escenario de definiciones de origen, Sarukhán, de manera obvia, salió en defensa del Gobierno estadounidense de Joseph Biden en la lógica tradicional de cesión de autonomía y soberanía mexicana ante los intereses estadounidenses.

El Gobierno del presidente Biden registró la amenaza de López Obrador y envió a su secretaria de prensa, Jen Psaki, a tratare de disminuir el efecto de Palacio Nacional diciendo que la lista de invitados todavía no estaba elaborada, lo que debe ser considerado como una soberana mentira porque de manera oficial ya se informó que siete países, entre ellos tres centroamericanos y Cuba, no estaban invitados, un dato que también había confirmado el pasado 2 de mayo el secretario adjunto para asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado, Brian Nichols, quien además enlistó la no-invitación a Cuba Nicaragua y Venezuela, “y por lo tanto no esperamos su presencia”. 

El presidente Biden definió el contenido de la Novena Cumbre de las Américas, una reunión formal de Estado, en dos temáticas: migración y democracia; en el primero, Biden presionará a los países al sur del río Bravo a contener la migración de sus nacionales para que no lleguen a Estados Unidos buscando ingresos migratorios y puestos de trabajo que no existen.

Pero el tema más importante de esa reunión y que motivo la lista negra de Biden al estilo del ultraconservador republicano George Bush Jr. fue el criterio de que todos los países latinoamericanos y caribeños deberían por obligación reproducir el modelo democrático de Estados Unidos, un acto de franco intervencionismo imperial en tanto que en América Latina y el Caribe siguen los sentimientos revolucionarios, progresistas, socialistas y ahora populistas.

La democracia de Biden es, para decirlo en pocas palabras, antidemocrática, pues Estados Unidos ha pasado por ciclos conservadores y progresistas y ahora la Casa Blanca se encuentra embarcada en el desarrollo de un operativo político antidemocrático para impedir el juego democrático que permitiría la competencia del expresidente Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024. Con estas actitudes, Biden se presentaría en la novena cumbre de las Américas como cualquiera dictadorcillo tropical americano.

El rechazo de México a la Cumbre de las Américas implica un acto soberano para repudiar las tres políticas imperiales estadounidenses que están disminuyendo la soberanía de los países latinoamericanos y caribeños: la lucha contra el narcotráfico fuera de Estados Unidos, la exigencia estadounidense a que los gobiernos de la región impidan el libre tránsito de sus nacionales y el compromiso obligatorio de los países de la región para comprometerse a desarrollar el modelo democrático estadounidense.

El presidente López Obrador ha sabido deslindar las trampas estadounidenses que quieren subordinar toda la política de las naciones latinoamericanas y caribeñas a los intereses de dominio del modelo político estadounidense.

Pero vaya o no vaya a la Cumbre de las Américas, López Obrador ya desnudó las intenciones imperiales del presidente Biden en modo de neoconservador republicano tipo Reagan o Bush Jr.

 

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