Para quienes pensaban que era un despropósito la campaña del presidente López Obrador a favor de Cuba y Centroamérica por la no-invitación de la Casa Blanca a la IX Cumbre de las Américas, la decisión del presidente Joseph Biden de aflojar un poco el bloqueo económico a Cuba fue un mensaje favorable a la política exterior mexicana.
Los permisos de la Casa Blanca para vuelos, remesas y reunificaciones a La Habana no solo fue una concesión a los planteamientos del presidente mexicano, sino que representaron un mensaje de lo que aquí se ha planteado: Estados Unidos necesita más a México hoy, que México a Estados Unidos.
La negociación secreta de la Casa Blanca está también abordando el tema de Centroamérica, aunque quizá sin tener evidencias visibles: algunos indicios pudieran señalar que un invitaría a los tres países de Centroamérica, aunque con la súplica de que no fueran los presidentes sino sus cancilleres o algún otro enviado especial.
Pero lo que queda todavía en el tapete de las discusiones es saber con qué autoridad política y geopolítica el Gobierno de Estados Unidos se asume la tarea de exigir el modelo democrático estadounidense en otros países y certificar su cumplimiento para poder acudir a reuniones convocadas por el presidente estadounidense, toda vez que, hasta ahora, los gobiernos populistas sudamericanos han cumplido con las reglas indispensables de la democracia procedimental electoral y ya no han llegado al poder vía golpes de Estado.
El modelo organizativo geopolítico de la IX Cumbre de las Américas es restrictivo para los países asistentes, unidireccional a favor de los intereses de Estados Unidos e imperial en cuanto a la concepción de los países de la región como protectorados monroístas.
El tono de las exigencias mexicanas, la inflexibilidad del presidente López Obrador para conseguirlas y la decisión de reventar una Cumbre que le importaba en términos geopolíticos mundiales al presidente Biden tendrá efectos de fijar criterios muy precisos en la sucesión presidencial mexicana para evitar el viejo esquema político pendular del régimen priísta de que un Gobierno radical debe ser seguido de un Gobierno conservador.
El presidente Biden, que había atestiguado como vicepresidente el acercamiento del presidente Obama al régimen cubano y reanudado de manera oficial relaciones diplomáticas en 2014, había definido como criterio de su Gobierno la asunción del enfoque político ultraconservador del presidente Donald Trump para aumentar la presión sobre Cuba y utilizar el aislamiento económico para estrangular el ya deteriorado Gobierno castrista.
En la Casa Blanca hubo nerviosismos cuando se conoció la fotografía de una reunión informal del presidente López Obrador en La Habana con el retirado general Raúl Castro, porque ahí se complementaron los elementos para concluir que la exclusión de Cuba a la IX Cumbre de las Américas sería más costosa para Washington que para el modelo de las reuniones de esa naturaleza y que la no asistencia de México implicaría una ruptura de relaciones políticas entre Palacio Nacional y la Casa Blanca, además de que potenciaría, aún sin quererlo, ni asimilarlo, ni ejercerlo, el liderazgo mexicano regional contra la geopolítica de Estados Unidos, inclusive sin contaminar la existencia de los compromisos económicos del Tratado de Comercio Libre.
Aunque todavía La Casa Blanca sigue sin voluntad para invitar al presidente cubano Díaz-Canel a la cumbre, el aflojamiento de las pocas medidas de cerco económico-familiar contra Cuba está causando estragos en los sectores conservadores estadounidenses y en los liberales-conservadores que escriben en los medios, porque estas decisiones de alguna manera van a permitir el fortalecimiento del régimen cubano en uno de sus peores momentos de ahorcamiento económico, y cuando la política de EU hacia Cuba en el Gobierno de Biden es más estilo Trump que el enfoque de Obama.
Asimismo, las tibias concesiones de Estados Unidos a Cuba representan una victoria política del presidente mexicano López Obrador, cuando la reacción de sectores opositores conservadores y liberales mexicanos había sido de burla y repudio por su planteamiento de no asistir a la novena cumbre si no se invitaba a los gobiernos de Cuba y de Centroamérica.
El aflojamiento de sanciones de EU a Cuba está mandando el mensaje de que el liderazgo político mexicano y la región va a ser fundamental en la designación del candidato presidencial de Morena en 2024.
Política para dummies: la política, como el béisbol, no se acaba hasta que se acaba.
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