Ni Finlandia o Suecia habían intentado tan claramente ingresar a la OTAN antes de la ocupación bélica de Rusia a Ucrania, pero el 24 de febrero en que el Kremlin dio el visto bueno para la invasión, aquel día se abrió un parteaguas que terminará transformando la geopolítica, la seguridad regional europea y la arquitectura de la defensa mundial.
Estamos transitando de un orden mundial a otro nuevo bajo la incertidumbre en el brazo de que la ruptura en los equilibrios globales deberán reestablecerse con nuevas condiciones; por el bien de todos, los equilibrios permiten alargar la paz, aunque por el camino sangre de vez en cuando.
Sobre todo porque resurgirá una nueva Guerra Fría 2.0 y será mucho más compleja que la del siglo pasado. La Guerra Fría del XX levantó un muro entre dos modos distintos de producción: el capitalismo y el comunismo que además llevaban atada su propia epifanía política, el primero como símbolo de la democracia y la libertad y el segundo, como marca indeleble de la dictadura y la censura.
La nueva Guerra Fría 2.0 que terminará cuajando con la invasión de Rusia a Ucrania será fundamentalmente una lucha abierta por los recursos naturales, por las zonas económicas de influencia y por las áreas estratégicas. Y será intensa porque los ciberataques y la guerra de desinformación serán una constante.
Finlandia primero y Suecia después han decidido sumarse a la OTAN en medio de esta coyuntura abierta por la asonada bélica conscientes de que su futuro podría terminar bajo una disputa con una Rusia con aspiraciones a dominar el Ártico.
Ese temor subyace en medio de las decisiones aupadas por los respectivos parlamentos y es tan real que en el caso finlandés se ha echado por tierra el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua con la entonces URSS en 1948 en el que refrendó su convicción pacifista y de neutralidad.
Y Suecia rompe casi dos siglos de neutralidad desde que en 1834 el rey Gustavo XIV la proclamó y continuó con esa herencia que llevó a la nación escandinava a no pronunciarse ni en la Primera Guerra Mundial ni en la Segunda Guerra Mundial. Los históricamente reticentes socialdemócratas sorprendentemente dieron su visto bueno y han hecho posible el enorme paso sueco –de gigante– para unirse a la defensa colectiva de la Alianza.
La OTAN (como lo he venido escribiendo desde hace semanas) saldrá más fortalecida y no descarto que Georgia y otros países, como Taiwán o alguno latinoamericano decida, dar el paso para pedir su adhesión. Ahora bien habrá que ver si son aceptados porque hay casos como el de Macedonia del Norte que pasaron décadas vetados por Grecia o Chipre vetado por Turquía.
A COLACIÓN
Uno para todos y todos para uno. Básicamente la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) nació como una idea de Estados Unidos, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, a fin de proveer una reconstrucción con seguridad para Europa que seguía viendo con recelo a la URSS y cierto temor de que no se conformase con los territorios de Europa del Este bajo su área de influencia.
De acuerdo con los documentos que abordan la historia de la Alianza, en su momento George Marshall, secretario de Estado de Estados Unidos, propuso un programa de financiamiento económico para reconstruir Europa de allí nació el Plan Marshall pero la URSS se negó a que los países bajo su confluencia participasen en dicho plan. Ese antagonismo incipiente entre la Europa dividida con el paso del tiempo levantó un muro llamado Guerra Fría.
“Los países de Europa occidental estaban dispuestos a considerar una solución de seguridad colectiva. En respuesta a las crecientes tensiones y preocupaciones de seguridad, los representantes de varios países de Europa occidental se unieron para crear una alianza militar. Gran Bretaña, Francia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo firmaron el Tratado de Bruselas en marzo de 1948”, de acuerdo con información de la OTAN.
Para mayo de 1948, el senador Arthur H. Vandenburg, miembro del Partido Republicano propuso un tratado de seguridad trasatlántica que tomase los principios de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pero que tuviera su propia personalidad y en la que Estados Unidos estuviese involucrado con Europa fue así como surgió la Resolución de Vandenburg.
Mediante el Tratado de Bruselas se abordó la idea de un pacto defensivo que finalmente logró concretarse en 1949 con el Tratado del Atlántico Norte con los representantes de Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, Portugal y el Reino Unido. Todos acordaron defenderse mutuamente.
En 1952, entraron Grecia y Turquía a la OTAN y en 1955, la República Federal de Alemania. La OTAN con su propósito defensivo y disuasorio ha sido la gran victoriosa, la sobreviviente de la Guerra Fría del siglo pasado tras la caída de la Cortina de Hierro, la reunificación alemana y el desmantelamiento de la URSS.
En 1982 ingresó España; le siguieron República Checa, Hungría y Polonia, en 1999; para 2004, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumanía; Albania y Croacia, en 2009; Montenegro, en 2017, y Macedonia del Norte, en 2018.
Para estar en el club de la OTAN debe prevalecer un total consenso, unanimidad absoluta, entre todos los países miembros. Los Parlamentos de cada país miembro deben avalarlo también.
Suecia y Finlandia, podrían convertirse en el miembro 31 y 32 siempre y cuando Turquía –que ya se manifestó en contra– cambie de parecer y vote a favor del ingreso de los nórdicos. Aunque Croacia tampoco está muy de acuerdo.
Las negociaciones no serán un camino de rosas…
@claudialunapale