Los indicios sobre la configuración de un neoconservadurismo de época se localizan en la unión de los viejos sectores y aliados del régimen priísta y la antigua oposición anti priísta para confrontar en las urnas y en el espacio de debate público al modelo político de López Obrador que caracterizan como neopopulista. El perfil político del nuevo conservadurismo se explica por su impotencia ante la expansión del modelo de Estado centralizador y políticas sociales asistencialistas.
La historia de México ha sido la lucha histórica entre conservadores y liberales, pero con el matiz analizado por el historiador Edmundo O´Gorman de que en el largo ciclo liberal 1855-1911 la modernización económica logró que los conservadores fueran liberales y que los liberales operaran como conservadores.
Las actuales categorías liberal y conservador, en los razonamientos politológicos, son los mismos ayer y hoy: los valores funcionales y los valores morales. La Revolución Mexicana construyó, en el enfoque aún vigente de Arnaldo Córdova en La ideología de la Revolución Mexicana (Era, 1973), un régimen populista como espacio intermedio del capitalismo y el socialismo y con perfiles dominantes de un capitalismo monopolista de Estado.
La reconstrucción del Estado como eje dominante de la economía, la política y las relaciones sociales ha sido la salida del colapso del régimen priísta y sus alianzas neoliberales de 1976 a 2018. La propuesta de López Obrador de reactivación del Estado –con fallas y aciertos– como rector de la economía y el modelo de desarrollo y la reconfiguración asociada de las relaciones sociales ha ido estimulando a la oposición a construir un frente conservador con cuatro pilares: los partidos opositores –antes enfrentados, hoy aliados– PAN, PRI y los últimos vestigios de un PRD a punto de extinguirse, la derecha empresarial anti Estado comandada por la Coparmex y líderes empresariales activistas, personalidades individuales de la sociedad civil –una mezcla oxímoron de progresistas y reaccionarios– y la élite demócrata-republicana de los EE. UU. como el apoyo logístico a esta sorprendente Santa Alianza.
Ante la incapacidad interna de los grupos antilopezobradoristas para darle base política y ética a esta alianza, se apareció en el escenario el perfil del nuevo presidente estadunidense Joseph Biden. Una nota publicada en la revista Nexos dio la clave de la configuración de este nuevo bloque de poder: Biden, ¿el último contrapeso de AMLO? La Casa Blanca salvando a México del populismo.
Los escenarios no son nuevos. En 1983-1985 el presidente Ronald Reagan inició un vasto operativo político para doblar al nacionalismo mexicano y subordinarlo a los intereses estadunidenses. El entonces embajador estadunidense John Gavin realizó uno de los operativos intervencionistas más audaces de los tiempos modernos: estimuló la alianza PAN-jerarquía católica-empresarios-intelectuales conservadores para darle sentido ideológico al giro tecnocrático del gobierno de Miguel de la Madrid y su operador Carlos Salinas de Gortari. Es decir, pasar del agotamiento del Estado y la consolidación del mercado a una ideología conservadora integral.
Los resabios del viejo nacionalismo priísta resistieron, pero la administración de Salinas de Gortari dio el giro final al proceso: subordinó la economía mexicana a las necesidades de la economía estadunidense y lo hizo en el contexto ideológico del Memorándum Negroponte de que el Tratado salinista iba a consolidar la entrega de México a los EE. UU. y el fin del nacionalismo mexicano histórico que sobrevivía cada vez menos en el viejo PRI.
Ahora la oposición diversa busca el padrinazgo de Biden para encarar al nacionalismo de Estado de López Obrador. Y ante la incapacidad de la oposición mexicana para enfrentar por sí misma la fuerza política del presidente de la república, todos se han cobijado debajo del ala protectora de la Casa Blanca, aunque vaya de por medio el hecho de que la política exterior estadunidense no se basa en modelos democráticos reales sino en los intereses de seguridad nacional del bloque gobernante de lobbies de poderes fácticos que han excluido al pueblo invocado por Lincoln de las prácticas democráticas.
El neoconservadurismo mexicano se llama “Sí por México” y aparece ya como una pieza de seguridad nacional de la Casa Blanca de Biden. Los datos mayores exhiben a intelectuales, políticos autodenominados progresistas, cúpulas empresariales y empresarios anti Estado enarbolando los intereses neoliberales contra el demonio del populismo lopezobradorista. La revisión de los nombres de los que controlan el PAN, el PRI y el PRD y los frentes ciudadanos revelará más a personalidades que avalaron el neoliberalismo salinista que representantes del viejo nacionalismo anti estadunidenses del PRI y del PRD.
Los antiguos adversarios –PRI y Coparmex, intelectuales salinistas y liberales y perredistas populistas– se unen en un gran –por tamaño, pero no por fuerza– bloque neoconservador que ya definió al presidente Biden como su padrino de bautizo.
@carlosramirezh
Canal YouTube: https://t.co/2cCgm1Sjgh