La ‘normalidad democrática’ en Morena y sus bancadas

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El Poder Legislativo no debe ser apéndice del Ejecutivo, sino contrapeso de éste en cuanto a decisiones contrarias a la ciudadanía. Tampoco debe convertirse en ring de miembros de un grupo parlamentario, o instrumento de cuadros políticos en búsqueda del siguiente cargo de elección popular o público.

Ese es el “deber ser”. El ideal plasmado de algún modo en la Constitución y las leyes.

Sin embargo, el Poder Legislativo se ciñe al “ser”, tanto en el orden federal como en las entidades federativas, con sus muy honrosas excepciones. Y así fue en la época hegemónica del PRI, y así es en los tiempos de Morena.

Con el PAN hubo más “contrapeso” pero no tanto por respeto al Legislativo, sino porque el blanquiazul no llegó al rango de partido mayoritario en el Congreso de la Unión, aunque se alió con otras bancadas y con diputados (de manera aislada) para conseguir la aprobación de las reformas de los presidentes de la República en turno emanados de Acción Nacional.

El PRI, en cambio, durante su hegemonía acostumbró la obediencia ciega de su mayoría en las cámaras del Poder Legislativo Federal, donde la oposición era tan pequeña que no conseguía el contrapeso, tan solo evidenciar al priismo mediante la protesta pública; o, en otros casos, callar a cambio de favores políticos y privilegios económicos.

Lo mismo ocurría en los congresos locales.

Todos los integrantes de la respectiva bancada del PRI se cuadraban al Presidente de la República en turno a través de quienes presidían las cámaras del Congreso de la Unión y locales. Las reformas o las leyes, salían por unanimidad o “planchadas”.

Todo era ‘color de rosa’…más bien, disciplina tricolor.

Muy, pero muy rara vez, alguna persona legisladora se rebelaba o votaba en contra de las iniciativas de ley presidenciales, y nadie contradecía al titular del Ejecutivo como jefe político priista en el palomeo de la sucesión presidencial. Habría sido algo anti-natura.

Los fenómenos anti-natura en el Revolucionario Institucional, empezaron a ser evidentes en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Por ejemplo, en la reforma al artículo 82 constitucional de julio de 1994, cuando el Congreso Federal modificó el requisito de ser hijo de padres mexicanos para ser Presidente de la República, a hijo de padre o madre mexicanos.

Si mal no recordamos, se opusieron un diputado y una diputada del PRI; ambos del estado de Oaxaca. El hombre de apellido Sada, y ella, Irma Piñeyro Arias.

En fin, en esa ‘lógica’ de partido mayoritario debería haber disciplina guinda, pero no la hay. De entrada porque Morena es diferente al PRI, aun cuando muchos de sus miembros se hayan formado en el Revolucionario Institucional y tengan ADN priista.

En Morena las cosas son diferentes porque nació como un Movimiento donde convergieron de “chile”, de “mole” y de “manteca”; o sea, desprendimientos de distintos partidos e ideologías, principalmente del PRI y del PRD; desprendimientos que se dieron a lo largo de varios años atrás (desde cuando Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo se salieron de las filas priistas; Andrés Manuel López Obrador también dimitió y se unió a ellos).

En menor medida, a Morena se adhirieron ex panistas; además de personas formadas en la lucha social y de la sociedad civil. En general y en su mayoría, gente acostumbrada a la libertad de pensamiento, de expresión y de acción; y que hoy tienen una ‘camisa de fuerza’ en el estatuto del partido guinda.

Quizá por su naturaleza inquieta, rebelde, libre, para la mayoría de morenistas es normal el disenso interno y hasta con el Presidente de la República, con mayor razón respecto de un líder cameral. Lo mismo ocurre en las entidades federativas donde Morena gobierna y es mayoría en el Congreso local, con sus excepciones.  

Bueno, debería ser normal; una praxis de la normalidad democrática. Y entonces se vería natural la posición del senador Ricardo Monreal Ávila como aspirante a la candidatura de Morena a la Presidencia de la República de llevar la selección interna a votación (no a encuesta); de disidente en este sentido de Andrés Manuel López Obrador, mandatario nacional y jefe político del partido guinda.

Incluso, en ocasiones opina en contra ideas de AMLO. Y a veces la tentación acecha las decisiones el liderazgo en la Cámara de Senadores.

Y sí, como Ricardo ha dicho, éste es un político formado en la adversidad. Por ejemplo, cuando en 1998 abandona al PRI para unirse a las filas del PRD con el propósito de contender por la gubernatura de Zacatecas, la cual ganó.

Ahora, en la búsqueda de la candidatura presidencial para las elecciones de 2024, Monreal ha chocado AMLO y con Morena, pero asegura que no se saldrá de este partido, que buscará la postulación a la ‘buena’”. Y esperemos que se quede en Morena, aunque no consiga la candidatura.

En fin, eso que puede ser una ‘normalidad democrática interna’ en Morena, el disenso y las aspiraciones políticas, pues está resultando en una división al interior; cuando menos así se ve desde lejos. Una división de alcances indefinidos. Hasta el mismo Mario Delgado como líder nacional del partido ha mostrado posturas hacia un solo lado; ni siquiera fue a la plenaria de la bancada en el Senado…¿o quiso verse imparcial?

La problemática de división interna, también la vive Morena en diferentes entidades federativas, una de ella es Oaxaca.

MORENA, CASO OAXACA 

El próximo gobernador de la entidad oaxaqueña, Salomón Jara Cruz, quizá encuentre el mayor obstáculo en mismos morenistas en su ejercicio de gobierno, sobre todo en cuanto a la relación del Ejecutivo con el Legislativo, donde la bancada de Morena es mayoría y junto con los partidos aliados hacen la mayoría calificada.

La bancada morenista está partida en dos. Y aunque el grupo más numeroso es afín a Jara Cruz, el otro grupo guinda sigue siendo afín a Susana Harp y Flavio Sosa Villavicencio, quien días antes de la elección manifestó públicamente su respaldo al entonces candidato… ¿entonces su grupo legislativamente va con Jara Cruz?

¿O el disenso será parte de la ‘normalidad democrática’ morenista oaxaqueña?

Siendo amigos de muchos años, compañeros de la lucha social, Salomón Jara y Flavio Sosa deberían caminar juntos ahora que uno de ellos ha conseguido ganar la gubernatura; juntos, pero con la claridad de lo que correspondería a cada quién.

A Salomón Jara corresponde gobernar como depositario único del Poder Ejecutivo del Estado, como lo manda la Constitución Local. Y a Susana y a Flavio correspondería contribuir con el ejercicio de un buen gobierno local de Morena, sin que ello signifique renunciar a sus libertades dentro de los márgenes de las normas morenistas.

Y a ambas partes correspondería conciliar.

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