Dudas sobre la salud de los bancos en Europa

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El Banco Central Europeo (BCE) descarta una crisis bancaria como la de 2008. No obstante, el Fondo Monetario Internacional (FMI) alerta que los riesgos actuales, podrían derivar en una calamidad financiera mayúscula y el Banco Mundial anticipa el desvanecimiento de las fuerzas económicas impulsoras del progreso y la prosperidad.

Desde hace poco más de un mes, tres bancos en Estados Unidos comenzaron con una serie de problemas que derivaron en tres quiebras: primero, la del Silvergate que operaba en San Diego, especializado en Fintech y criptoactivos; segundo, el Silicon Valley Bank, en Santa Clara, líder en financiamiento de riesgo para startups; y tercero, el Signature Bank, en Nueva York, otro puntero en criptoactivos dentro de un boyante ecosistema de empresas con proyectos innovadores.  Ninguno de los tres era un banco sistémico, de esos demasiado grandes, para dejarlos caer.

Los que sí son sistémicos son los bancos europeos que se han visto atrapados en una nube negra de volatilidad y ataques de nervios por inversores y depositantes temerosos de verse afectados por una nueva crisis de contagio financiera como la desatada en 2008, a raíz del colapso de las subprime, en la Unión Americana.

Así, el banco helvético Credit Suisse cayó atrapado en una burbuja de especulación en el parqué bursátil ante la negativa de su accionista principal, el Banco Nacional Saudí, reacio a inyectar más capital a este banco que para la sensibilidad bursátil significó una mala señal.

El Credit Suisse viene aquejado por una serie de problemas  en su capitalización y el año pasado presentó pérdidas por 7 mil 400 millones de euros; para evitar que siguiera cediendo parte de su capitalización bursátil, el Banco Central Suizo y el regulador suizo FINMA, acordaron inyectarle 50 mil millones de francos y finalmente, terminó vendido a otro de los sistémicos: el helvético, UBS por 3 mil millones de francos.

Ante el temor de una extensión, los supervisores bancarios están revisando los bancos que puedan tener emisiones en bonos de riesgo y las condiciones en las que fueron emitidos.

Otro de los colosos  fuertemente castigado en el mercado bursátil es  el alemán, Deustche Bank, en la entidad los seguros contra impagos (CDS) subieron a pesar de que el año pasado reportó ganancias por 5 mil millones de euros.

Hasta el canciller germano, Olaf Scholz, salió a declarar que el Deustche Bank es un banco sólido y saneado que no tiene por qué verse arrastrado por problemas financieros externos.

En realidad, lo que pasa en Europa, es lo mismo que acontece en cualquier otra parte del mundo cuando algún o algunos bancos empiezan a colapsar en determinado país: en general se duda de la salud  del sistema bancario y financiero. Y por lógica, el nerviosismo hace temer una exposición al riesgo con su consecuente vulnerabilidad.

En Bruselas, en la pasada reunión del Consejo Europeo, los líderes de los veintisiete países miembros volvieron a reiterar que dentro de la Unión Europea (UE) la supervisión y regulación del sector bancario es mucho más estricta respecto de la aplicada en EU; y que ello fue, precisamente resultado de la crisis subprime.

 

A COLACIÓN

¿Por qué el temor entonces? Porque a lo largo de estos años de tasas bajas y casi cero en la UE, los bancos habrían invertido parte del dinero de sus clientes en determinadas inversiones a largo plazo que, se verán seriamente afectadas, por el brusco cambio en la política monetaria que ha pasado de una política laxa (tasas bajísimas) para estimular la demanda más que el ahorro;  a otra, ortodoxa y restrictiva, con la finalidad de controlar la inflación bajando la demanda y estimulando más bien el ahorro y la inversión porque las tasas son elevadas. Los bancos están sujetos a un nivel de estrés derivado de este repentino viraje del que nadie sabe, a ciencia cierta, cuántas son las instituciones de crédito afectadas.

Nadie quiere otra crisis financiera que solo obraría en contra del PIB mundial. Hasta el momento, las estimaciones de crecimiento son las siguientes: la OCDE aventura un PIB global de 2.6%; para el FMI será de 2.9%; y, el BM  es más drástico con un crecimiento del 1.7 por ciento.

Precisamente, este organismo que todavía dirige David Malpass (hasta el 30 de junio próximo) mantiene una visión más aguda acerca de la situación a nivel global, dada la cantidad de variables combinadas y obrando en contra de las fuerzas económicas, que contribuyen a la generación de la riqueza y de la prosperidad.

Las disrupciones están provocadas por diferentes variables: desde el impacto de una pandemia que recién cumplió tres años; el desequilibro que se arrastra desde entonces en las cadenas de valor y de producción; la inestabilidad en los commodities; el contexto geoeconómico con sanciones entre China y Estados Unidos impuestas mutuamente desde la época del gobierno de Donald Trump; la geopolítica con la invasión de las tropas rusas en Ucrania con sus consecuentes sanciones a Rusia y a Bielorrusa así como los problemas paraque tanto, Ucrania como Rusia, vendan sus cereales, productos primarios y energéticos. Y, ahora, la posibilidad de una crisis financiera.