Casa Blanca: Houston, we have a problem

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La frase “Houston, tenemos un problema” fue dicha por uno de los astronautas del Apolo 13 en 1970 cuando el viaje no pudo aterrizar en la luna por problemas en la nave. En política, es utilizada para decir que existen dificultades para conseguir objetivos.

A 17 meses y días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en noviembre de 2024, los escenarios se presentan lo suficientemente complejos como para esperar resultados conflictivos: el presidente Joseph Biden se perfila como el candidato que encabeza las preferencias demócratas, pero con 82 años a cuestas y problemas de lucidez mental que son parte ya de las campañas, en tanto que su vicepresidenta Kamala Harris nunca pudo despuntar como personalidad viable.

De lado contrario y de manera sorprendente, el expresidente Donald Trump encabeza todas las encuestas de republicanos con una ventaja hasta 3 a 1 sobre su más cercano competidor, el ultraderechista gobernador de Florida Ronald DeSantis.

En un careo Biden-Trump, el expresidente está colocado entre 3 a 8 puntos porcentuales sobre el actual mandatario en funciones.

Detrás de las cifras, en los escenarios geoestratégicos, los primeros datos hasta ahora perfilan una elección presidencial estadounidense en función de una agenda local: migración desbordada, inflación destructora de bienestar, deuda pública a punto de reventar la economía, incremento en el tráfico y consumo de drogas, crecientes cifras de fallecidos por sobredosis y, de manera sobresaliente, la incompetencia gubernamental para entender, atender y presentar soluciones a los tiroteos masivos en calles y escuelas como consecuencia de la libertad para comprar cualquier tipo de armas.

Para mala noticia de los europeos, Estados Unidos se encuentra en un ciclo (en el modelo de Arthur Schlesinger) de ola interna, con una muy evidente desidia social sobre la problemática mundial, inclusive con mayor preocupación al terrorismo racista interno que al decreciente terrorismo islámico radical.

En el estado de ánimo del americano medio existe más la preocupación por la inflación y los tiroteos que por enterarse de los conflictos internacionales, ya sea en Ucrania, Rusia, China, Corea del Norte o Medio Oriente, sobre todo porque ha decrecido mucho la presencia de tropas y marines estadounidenses en el exterior.

El problema interno número uno de Estados Unidos es, hoy en día, el de la migración, sobre todo por la dinámica de los últimos años que reventaron las estrategias tradicionales estadounidenses y no pudieron presentarse nuevas formas de administrar la llegada masiva de personas –en cientos de miles– a las puertas del país, sobre todo por la frontera sur con México que es la más porosa, vulnerable y desorganizada del escudo de seguridad nacional americano.

Las últimas encuestas están girando entorno a la fuerza político-electoral del expresidente Trump, y con más razón por las contradicciones sociales que están enfrentando los americanos: Trump ha sido encontrado culpable de agresión sexual –y no de violación– y condenado a pagar una multa millonaria, pero aun así sigue encabezando las encuestas más por sus declaraciones político-nacionalistas-puritanas que por la larga lista de acusaciones haciendo cola para juicios legales por agresión sexual y violación.

El presidente Biden, por su lado, aparece desbordado por conflictos para los cuales no tiene solución: la migración, el narcotráfico y los tiroteos, junto a las evidencias de un crecimiento preocupante del terrorismo racista de ultraderecha, muestran a una Casa Blanca desbordada por los problemas y agobiada por la división política entre el Ejecutivo y el legislativo.

En el corto plazo, el presidente Biden se encuentra atrapado de huracanes económicos, políticos y sociales por el despilfarro en el gasto que provocó la pandemia del COVID-19 y que llevó a la Casa Blanca a incrementar el gasto sin equilibrios financieros y ahora el Congreso se niega a aumentar el techo de deuda que implicaría mayor circulante monetario y por lo tanto mayor presión inflacionaria, con la circunstancia agravante de que tampoco significa una solución al problema presupuestal, pues en economía todos los hoyos de gasto irresponsables se tienen que pagar con deuda e inflación.

Las tendencias político-electorales de Estados Unidos comenzarán una nueva fase en junio, una vez que a finales de mayo se cumpla el plazo para subir el techo de la deuda; si el Congreso pacta con la Casa Blanca, habrá autorización presupuestal, pero también mayores efectos negativos en la economía; y si no, otra vez la economía presupuestal entrará en colapso, el gobierno tendrá que cerrar oficinas y despedir empleados no formales y las quejas sociales entrarán en una lógica electoral.

El gran enigma político en los próximos tres meses estará en el expediente Donald Trump y el dilema de dejarlo ser candidato con encuestas a su favor o apretar la agenda judicial para llevarlo a la cárcel, aunque corriendo el riesgo de que el expresidente será una voz crítica en los medios y tendría capacidad para designar al candidato republicano a la presidencia y hacerlo correr en su nombre para capitalizar tendencias positivas.

Del lado demócrata solo se encuentra Biden con su pesada carga de edad y de fracaso político, la vicepresidenta Harris nunca ha sido mirada con respeto como posible precandidata y muy abajo varios políticos con escasas posibilidades de construir una nominación ganadora para el 2024, y entre ellos destaca, por su nombre, Robert F. Kennedy Jr., un abogado ambientalista, progresista, sobrino de Bobby Kennedy asesinado en 1968 como candidato presidencial y sin ningún cargo público, pero ya con una declaración que causó estragos porque señaló que su tío John F. Kennedy habría sido asesinado por la CIA.

Solo para confirmar la agenda local de Estados Unidos en su escenario electoral de 2024, la guerra de Ucrania, el apoyo estadounidense y los conflictos con China importan muy poco al elector americano que tiene una agenda de sobrevivencia de cortísimo plazo atada a los problemas cotidianos.

Por estas razones, de la Casa Blanca está saliendo el mensaje de “Houston, tenemos un problema”.

 

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