El presidente tenía trazada una ruta crítica de acciones para la toma del poder absoluto en México. Primero, se aprovechó del hartazgo ciudadano con los partidos políticos y con la corrupción, de la cual nos dio amplios ejemplos del gobierno de Peña Nieto.
Ese primer tramo de la ruta trazada resultó en un éxito total. Se ganó la presidencia de la República con un amplio margen y después de maniobras y traiciones de miembros de otros partidos, obtuvo la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y quedó un poco corto en la Cámara de Senadores, pero aun así sacó reformas constitucionales utilizando su amplio poder y ciertas virtudes de negociación, aprovechándose de una oposición asustada.
El primer descuido se dio en el tercer tramo de su ruta; las elecciones del 2021. Se confió de la desidia ciudadana acostumbrada en las elecciones de medio término y, con una fuerte promoción ciudadana para abatir el abstencionismo, perdió la mayoría calificada en la Cámara de Senadores.
Con ello ya no pudo hacer cambios constitucionales y, desesperado, optó por violar la Constitución provocando la ira ciudadana, despertando al tigre, pero ahora el tigre ciudadano, con lo que se generaron las movilizaciones del 13 de noviembre y 26 de febrero de 2022, la primera en apoyo al INE y la segunda en apoyo a la Suprema Corte de Justicia. Ésa fue la muestra del músculo ciudadano que se caracterizó como la “Marea Rosa”.
Después del resultado electoral del 2021, el presidente, desesperado, inició la carrera sucesoria inmediatamente después de terminado el proceso electoral, haciendo total caso omiso de los tiempos dictados por la Ley General de Instituciones y Procesos Electorales.
Así, el presidente se manifestó ampliamente por la designación de Claudia Sheinbaum, entonces jefa de gobierno de la Ciudad de México. Pero al verse asediado por Marcelo Ebrard, entonces secretario de Relaciones Exteriores, quien provocó una revolución en la granja de Morena, tuvo que abrir una supuesta competencia entre diversos actores políticos relevantes de morena y partidos aliados, generándose una descarada campaña con espectaculares, bardas, mítines, acarreados y dispendio de fondos públicos de proporciones fenomenales.
Con todo lo anterior el presidente se encontraba tranquilo de que la oposición no hiciese nada, en virtud de que tenía el escenario perfecto para él; una movilización cotidiana con flagrantes violaciones a la ley, con un INE estático y dubitativo y una oposición débil, con actores políticos reciclados y en una trampa de que si actuaban violaba en la ley, y si no actuaban continuaría el oficialismo avasallándolos.
Pero oh sorpresa, de repente sale un actor político que nadie tenía en el mapa, quien hace un movimiento individual en contra del presidente para que se cumpliera una sentencia judicial que obligaba al presidente a darle espacio en la mañanera para que hiciera una réplica a una aseveración que el presidente hizo en su contra.
Ella fue Xochitl Galvez, quien, con la negativa del presidente, la hizo subir como espuma en la aceptación ciudadana, generando una narrativa auténtica y comprobable del ascenso que tuvo de su condición de indígena e indigente, a la de una empresaria, profesionista exitosa, con galardones internacionales y con involucramiento personal en la filantropía para el apoyo de indígenas en estado de extrema pobreza, con una personalidad campechana, discurso fresco que genera esperanza en la ciudadanía.
Ella ha generado un pavor en el presidente. Lo estamos viendo hacer acciones desesperadas como tratar de meter a Xóchitl a la cárcel aduciendo corrupción en su éxito empresarial y profesional.
La opción a este gobierno generó un método creativo en donde, junto con la sociedad civil, concertó con los partidos políticos para formar un frente aprobado por la ley para después convertirse en una coalición electoral con el fin de formar un gobierno de coalición.
Ahora la oposición sí tiene tiro con el presidente quien tiene miedo.