Si se quisieran evidencias para comprobar que los organismos autónomos del Estado no son instancias democratizadoras ni sociales sino feudos de poder, en estos días se percibe el hecho de que el Instituto Nacional Electoral funciona como un cacicazgo controlado por el salinista José Woldenberg y ahora los funcionarios son manipulados por tres exfuncionarios de su mafia: Lorenzo Córdova Vianello, Ciro Murayama Rendón y Edmundo Jacobo Molina.
Woldenberg fue el pivote este año de 2023 de la promoción de la marcha organizada por el activista ultraderechista Claudio X. González bajo el lema de que “el INE no se toca” porque la reforma electoral propuesta por el presidente López Obrador rompía de cuajo con el control del organismo que ha sido manejado desde 1991 por Woldenberg y si bloque intelectual en el Instituto de Estudios para la Transición Democrática.
El IFE fue inventado por el presidente Carlos Salinas de Gortari en 1990 a partir de las sospechas y evidencias del fraude electoral de julio de 1988, cuando el funcionamiento de la Comisión Federal Electoral –presidida por Manuel Bartlett Díaz como secretario de Gobernación y precandidato presidencial derrotado por Salinas con el dedazo del presidente Miguel de la Madrid– necesitaba de una nueva estructura electoral que superara los conflictos de 1988, pero que no le cediera el proceso electoral a la oposición o a la sociedad.
El primer IFE fue presidido –como si fuera la Comisión Federal Electoral de Bartlett– por el secretario de Gobernación en turno, Fernando Gutiérrez Barrios, pero con un mecanismo que buscaba la legitimación social: un consejo de magistrados designados desde la casa presidencial de Los Pinos; los candados del IFE fueron los mismos de la CFE: los secretarios de gobernación de 1990 a 1996, un secretario Ejecutivo –Felipe Solís Acero– de raigambre priista y dos directores generales garantizadamente priistas: Emilio Chuayffet –que usó el cargo para catapultarse al gobierno priista mexiquense y a Gobernación– y el furioso salinista y antilopezobradorista –en aquel entonces– Arturo Núñez Jiménez, quien como diputado priista que fue el teórico de la defensa del fraude electoral salinista de 1988 en la Comisión Electoral.
Antes de soltar el poder, el presidente Salinas de Gortari dio otro salto estratégico para engañosamente liberar al IFE de la tutela presidencialista y transformó el Consejo de Magistrados en un Consejo Ciudadano, pero con consejeros que pasaron la prueba de la dependencia pública del Estado priista: el entonces director general de Coparmex, Santiago Creel Miranda, el columnista crítico pero dentro del Estado Miguel Ángel Granados Chapa, el activista José Agustín Ortiz Pinchetti, el académico Ricardo Pozas casitas y el funcionario Fernando Zertuche Muñoz.
Zedillo completó el ciclo salinista con una minirreforma del IFE y convirtió a José Woldenberg en consejero presidente de 1996 a 2003, pero en el entendido de que se trataba de una pieza intelectual-política de Salinas de Gortari y del grupo Nexos de Héctor Aguilar Camín, uno de los principales asociados del expresidente Salinas.
En este contexto, la configuración del INE fue estructurada en oficinas y sobre todo funcionarios por Woldenberg y todo su grupo político del IETD, convirtiendo el organismo en un cacicazgo de grupo articulado todavía a Nexos. Luego de la derrota priista del 2000, los presidentes en turno metieron las manos en el IFE para imponer funcionarios y consejeros, pero siempre con la aprobación del grupo Woldenberg.
En 2014, dos consejeros reafirmaron el control del grupo Woldenberg sobre el ya revolcado INE: Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón, quienes fueron los dos principales asesores de Woldenberg en su presidencia del IFE 1996-2003, y la entronización de los dos en la dirección del Instituto en 2014 –que impusieron a Edmundo Jacobo Molina como secretario Ejecutivo– fue producto del Pacto por México entre el PRI y el PAN en 2012. Córdova terminó su ciclo y el presidente López Obrador evitó que impusiera un sucesor en el INE.
La crisis en la designación de funcionarios del Instituto Electoral es producto del cacicazgo salinista Woldenberg-Córdova para seguir mangoneando las elecciones a favor del PRI y del PAN y le da la razón al presidente López Obrador de que el INE como organismo autónomo del Estado es un fraude y es un cacicazgo salinista y que se requiere de un nuevo aparato electoral.
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Política para dummies: la política es un engaño de la realidad.
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