La Feria Internacional del libro en el Palacio de Minería quedó esta vez en su edición 2024 en ni ser feria, de muy escasos libros y lo de internacional, apenas barruntado. Es en su conjunto, un quiero pero no puedo. La edición de 2024 luce deshilachada, abandonada, tristísima, el sentimiento de feria, nulo. Sí, la parte estética sigue, pero no ya lo importante: la variedad de oferta que ya flaqueaba antes de la pandemia.
Ya había sido adelantado por ciertos medios, como una edición muy deslucida, contrastando con la enorme publicidad, inusitada, hecha en papel con carteles pegados en el Centro Histórico o llevados a diversas universidades por parte de los organizadores. Los precios de los libros, por las nubes y cada vez más. La entrada persiste sin descuentos a los universitarios. ¿En serio, la UNAM está detrás de este negocio? Hace rato que quedó claro que no.
Este año delata que el negocio burdo en que la han convertido desde hace lustros quienes la tienen secuestrada, no da para más, y las razones pueden ser diversas.
El panorama ofrecido es el de una edición deslucida y por mucho. Con una presencia escasa de libreros que se nota en pasillos y patios vacíos o semivacíos de su otrora, atiborrada y sobreexplotada presencia. Y sume usted, salones enormes de plano cerrados por falta de oferta libraria. Inaudito, pero alerta de que el negocio de antaño ya reventó y ojalá que esa voracidad de los organizadores ya no satisfecha, permita darle oxígeno a una sobredimensionada feria que hace rato ya hace agua. Hoy, solo se hizo más que patente.
Toda feria es positiva, toda infla precios y abarata otros, toda feria es una advertencia de que “hay que buscarle” las ventajas y oportunidades. Ese, pues, no es el tema. El tema es otro: todo apunta a que los organizadores elevan sus exigencias de participación y hacen imposible presentarse, en medio de una crisis y una inflación, las oportunidades digitales ajenas a la Feria y las negadas a los asistentes por los expositores que se animaron a ir. Raros descuentos, raras ventajas ofrecidas, demeritan el esfuerzo organizador. Y sí, la Feria en las condiciones prevalecientes mancha el nombre de la UNAM y suena ya a tomadura de pelo.
¿A qué se deben los escasos participantes? Y hay la mitad de una oferta en títulos muy paupérrima. A qué obedece la escasa oferta. Uno se harta de leer los mismos títulos clásicos de Las Mil y una noches o Alicia en el País de la Maravillas, una y otra vez de un estante a otro de los escasos asistentes. Uno de los patios, el de la fuente, ocupado enteramente por un restaurante que pinta nada en esa “feria”. Otros espacios enormes, cerrados, un corredor donde antes estaban infinidad de instituciones, apenas ocupado por El Colegio Nacional y los cubanos, con el resto del espacio vacío, cubanos que fue lo único internacional visto. La embajada de Marruecos no vende lo que lleva. Quién sabe a qué fue. El patio central a medio llenar y corredores enteros antes repletos, ahora vacíos de estantes.
Pareciera evidente que el negocio necio de retacar irresponsablemente el dieciochesco Palacio de Minería –cada vez con más señalamientos de “no recargarse” en sus escaleras y balaustradas que advierten agotamiento y peligro de colapso, nos recuerdan que no es ya el espacio adecuado, como no lo ha sido hace ya años que lo advierte su debilitada estructura, y se necea en seguirlo utilizando con ese esfuerzo brutal de retacarlo de papel, sobrecargándolo del peso de libros y personas. Y nadie se inmuta, aguardando a no se sabe qué.
La UNAM ¿cómo se involucra realmente en esto, un negocio tan opaco como la FIL? ¿por qué permite y ha permitido esa sobreexplotación grosera del edificio?
Lo único que no ha cambiado es retacar de gente el inmueble, pues el negocio va por delante, sin importar las condiciones prevalecientes: efectuada en plena pandemia de COVID-19 que no se ha ido y cuya presencia no ha terminado y no es menor, y no hay la ética de cuidar el aforo y pedir cubrebocas de manera obligatoria a TODOS, por ser un recinto cerrado y muy mal ventilado.
En eso va el negocio, en retacar de gente y, claro, podrán justificarse en un programa abigarrado de actividades y presentación de libros, pero la verdad deja tanto qué desear. La ausencia del Fondo de Cultura y de otras instituciones públicas, advierte que ya no hay arreglo con lo que pinta para mafia organizadora. Esta vez ha sido muy elocuente las ausencias, la baja participación de libreros y la escasa oferta temática. Parece que el negocio reventó al fin y por culpa de la voracidad de unos cuantos, y ni idea de si el libro electrónico afecta o es por la voracidad irresponsable, ilimitada y opaca de los organizadores. Invitan a no regresar más.