En uno de sus ejes centrales de su discurso de campaña, Andrés Manuel López obrador prometió salir de la mediocridad neoliberal de crecimiento de 2% promedio anual en el ciclo 1983-2018 y regresar al país al ritmo de 6% que tuvo el ciclo populista 1934-1982. El saldo real anual del sexenio que termina será de 1%.
Lo ocurrido en el sexenio lopezobradorista reflejó la limitación del modelo económico popular con estabilidad macroeconómica neoliberal: operar sobre las variables de precios relativos para mantener la inflación administrable por abajo de 3% promedio anual, pero sin modificar la política de desarrollo. La estrategia hacendaria de López Obrador se enfocó la inflación desde el punto de vista de la demanda, pero nunca quiso profundizar el análisis de la inflación como un problema estructural-productivo, una teoría que comenzó allá por los sesenta el economista mexicano Juan F. Noyola y que creó la teoría del estructuralismo frente a la del desarrollismo.
Lo poco que se conoce de la estrategia de economía y desarrollo de la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo no sólo no rompe con las restricciones neoliberales de la política hacendaria del sexenio que termina, sino que parece rendirse ante las evidencias de que México nunca será una verdadera potencia económica mucho más allá de la zona exportación de productos primarios.
En su documento de 100 Pasos para la Transformación, Sheinbaum plantea el objetivo de un promedio de 3% promedio anual sexenal del PIB, la mitad del ciclo populista y también la mitad de la meta lopezobradorista. La lógica del razonamiento del sistema político indica que las metas de compromisos gubernamentales en campañas suelen ser el punto máximo de las expectativas, por lo que la meta de 3% del próximo sexenio seguirá manteniendo a México en el nivel de la mediocridad de generación de empleo en el sector formal donde hoy el 55% de los trabajadores participan en condiciones de informalidad o sin beneficios de las prestaciones sociales por la seguridad en el empleo.
El problema de arranque que tendrá el gobierno de Sheinbaum estará en la estafeta que recibirá de la administración de López Obrador: un sexenio con 1% de crecimiento económico real anual promedio. Y como en economía las cifras no son terminales, la crisis de crecimiento económico en 2018-2024 tendrá que acumular el 6% prometido y no alcanzado por año, por lo que una percepción lógica estaría planteando un esfuerzo brutal a la economía el próximo sexenio más allá del 3% para recuperar parte de lo perdido.
La economía mexicana ha tenido dos tropiezos anteriores graves: el crecimiento de 0% promedio anual en el sexenio de Miguel de la Madrid 1983-1988 y el tropiezo del sexenio de Zedillo por la crisis de 1994-1995. La pérdida de bienestar de los ciudadanos en esas dos crisis todavía no se recupera, y ahora hay que agregarle el crecimiento de 0% del sexenio que termina.
Los políticos suelen justificar sus enfoques a partir de la coyuntura: López Obrador prometió 6% promedio anual de PIB, a sabiendas de que las crisis anteriores hubieran estado exigiendo tasas de 12% o más, porque el crecimiento anual sólo atendía la coyuntura del año anterior y del corriente. Las pérdidas de bienestar son acumulables.
La tasa de crecimiento de 3% promedio anual del próximo gobierno no sacará al país de la crisis socioeconómica que además se agrava por las estructuras desiguales de distribución del ingreso y de la riqueza y con políticas fiscales que no alcanzan a financiar programas de bienestar que impacten el nivel de vida de los marginados.
El Gobierno de López Obrador recibió la estructura de desigualdad con cifras contundentes: 80% de los mexicanos con una a cinco restricciones sociales y solo 20% sin problemas de rezagos ni necesidades; la herencia a su sucesora estará prácticamente igual, quizá con un par de puntos abajo y no sostenibles, pero con estructura de distribución de la riqueza que refleja el salario de los trabajadores: 55% en situación de informalidad y 75% con ingresos de uno a tres salarios mínimos que son insuficientes para cumplir con aquel compromiso formal del presidente Luis Echeverría en su sexenio de alcanzar un salario remunerador, es decir, suficiente para el bienestar de una familia.
Las expectativas son bajas para el bienestar: el Banco de México tiene considerado para los próximos diez años, de 2025 a 2034, una tasa promedio anual de PIB de sólo 2%. Y ajustando el nivel bajo previsto de 2024 y 2025, la meta de la presidente Sheinbaum de 3% puede quedar en 2.5%, casi en el rango de los últimos cuarenta años.
Estos datos concluyen que si no hay un modelo de desarrollo socioeconómico modernizador, México seguirá en la mediocridad del PIB y atado a las condicionalidades estabilizadoras del FMI.
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Política para dummies: la economía es política al cien por ciento.
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@carlosramirezh