Me niego a creerlo

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Sí, morena y sus aliados ganaron las elecciones, eso es un hecho irrebatible. Sin
embargo, me niego a creer que los mexicanos votaron en su mayoría por que
destruyéramos a nuestra democracia, en que destruyéramos los balances de poder,
principalmente eliminando el contrapeso que representa el Poder Judicial. Me niego a
creer que los ciudadanos votaron por desaparecer el Estado de Derecho y someterse a
la voluntad de un solo hombre o mujer. Me niego a creer que lo que los mexicanos
decidieron en las pasadas elecciones fue en regresar al sistema que tuvo el PRI en el
siglo pasado, en la época en que gobernó Luís Echeverría. También no creo que los
mexicanos deseen que el gobierno ahora lo pueda ocultar todo, que los ciudadanos no
sepan en qué se gasta el dinero de nuestros impuestos y cómo se distribuyen los
recursos del erario. Asimismo, no creo que los mexicanos quieran que los militares
sean los que estén detrás del gobierno en lugar que estén detrás del pueblo.
Francamente no creo que la ciudadanía desee que se aplique el dinero público a que el
gobierno compre nombres de líneas aéreas para hacer una compañía aérea de su
propiedad, ni que se gaste la mayor parte del dinero público en obras cuya aplicación
de sus recursos estén en la opacidad y que sus rendimientos sean dudosos, todo ello
en detrimento de la salud y de la educación. No creo que los mexicanos hayamos
votado porque a nuestros hijos les infundan una ideología socialista y de adoración a la
figura presidencial.
En otras palabras, creo que los mexicanos votaron en favor del oficialismo porque se
les infundió la idea de que votar por la oposición era regresar al pasado, en donde los
políticos se robaban el dinero y no repartían nada al pueblo, votaron en favor del
gobierno actual porque se sintieron amenazados de que al ganar la oposición les iban a
quitar los dineros que ahora reparte el gobierno.

También creo que los ciudadanos adoran al presidente López porque se sienten
representados por él, se sienten escuchados cuando les dice que “los gobiernos
neoliberales” los explotaban, los discriminaban, los dividían en clases y los
traicionaban.
La magia de López fue comprimir en pequeñas frases realidades existentes y
encapsularlas en misiles de odio y rencor, con un acercamiento de que ahora les toca a
ellos desquitarse de los abusos cometidos.
¡Ah, pero también!, muchos oligarcas metieron su dinero y le apostaron al oficialismo
porque les ha ido con este gobierno de maravilla. Ello indujo a muchos clasemedieros
caer en la trampa tendida por el gobierno para obtener apoyos.
El gobierno, dirigido por el presidente de la República, violó consuetudinariamente la
ley y la Constitución, primeramente utilizando ilegalmente fondos públicos para
promover su narrativa y a su candidata, denostando y atacando inmisericordemente a
la candidata de la oposición, adelantando las fechas de campaña, tapizando el país a
destiempo con propaganda de sus precandidaturas, acosando a la oposición,
infundiendo la mentira como si fuera la verdad absoluta.
Sí, con todo ello ganaron la elección. Claro, no faltaron las innumerables fallas de la
campaña opositora; una gran desorganización con una absurda dispersión de mandos,
con estrategias malas y mal instrumentadas, con corrupción interna, con traiciones
dentro de los más altos mandos en la campaña, etc.
Pero sí me niego a creer que los mexicanos hayan despreciado sus derechos
ciudadanos, sus derechos humanos, el que haya límites institucionales contra el abuso
del poder público, el que se quisiera destruir el sistema de defensa de nuestras
garantías hacia los derechos humanos y que se le de todo el poder sin límites al
gobierno.
¿Qué deba ahora hacer la oposición? Muchas cosas, pero, en primer lugar, educar a la
población sobre todo lo que se puede perder de forma inminente con la instrumentación
del “Plan C” del presidente López, que, por cierto, Claudia Sheinbaum apoya sin
cortapisas.

Los mexicanos debemos luchar por no perder todo lo que ganamos en los últimos 40
años de impulso democrático. Y estar conscientes de los peligros que corremos en
volver a caer en las grandes crisis financieras que sufrimos a finales del siglo pasado.
Debemos instar a las autoridades que hay, antes de la destrucción que se avecina, de
que colaborar con el régimen implicará para ellas su propia destrucción. Si se aprueba
la sobrerrepresentación que el régimen desea hacer, que en términos futbolísticos
consiste en que un partido ganado por 5 goles a 4, se convierta en un partido ganado
por 7 goles a 2, y ello implique la destrucción de nuestras instituciones democráticas
para mandarnos a una dictadura: me niego a creer que eso es lo queremos los
mexicanos.