El pivote secreto que hizo funcionar la estructura del sistema político priista –que también estuvo vigente en los dos sexenios panistas y en el primer sexenio morenista– no estaba en la Constitución autoritaria estatista ni en las facultades extraordinarias y metaconstitucionales del presidente de la República, ni menos aún en el ejercicio centralista del poder real en tres factores: las Fuerzas Armadas, el presupuesto federal y el Ministerio Público.
En real politik mexicana, el superpoder del sistema presidencialista ha estado en el papel del presidente de la República como jefe nato y real del partido en el poder, en tanto que el modelo mexicano de presidencialismo-parlamentario sui generis le permite al jefe del Ejecutivo designar de manera directa a los candidatos de su partido a diputados locales, alcaldes, diputados federales, senadores, gobernadores y al presidente de la República, financiarles campañas con dinero público e influir en el conteo de votos.
Tres genios de la política mexicana inventaron el régimen de partido de Estado: Alvaro Obregón imaginó el partido del Estado; Elías Calles después del asesinato del caudillo fundó el Partido Nacional Revolucionario; y Cárdenas creó una estructura de poder de un presidente fuerte, un partido subordinado y éste operando de manera corporativa a las clases sociales que concurrían al sistema capitalista.
Esta larga introducción ayuda a entender por qué el presidente López Obrador creó a su partido Morena, por qué no le dio estructura corporativa, por qué lo dotó de movimientos sociales dominados por liderazgos caudillistas y por qué lo convirtió en el verdadero poder sistémico de su modelo de gobierno.
En este contexto, el presidente López Obrador está construyendo su expresidencia siguiendo los pasos del modelo de partido de Estado PNR-PRM-PRI, porque le pidió a la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo que se separara del Morena y perfiló a su hijo Andrés López Beltrán Andy como la presencia del apellido López Obrador en Morena.
La separación del presidente de la República y del partido fue siempre dolor de cabeza del PRI y del PAN. De la Madrid, Salinas y Zedillo, como presidentes de la República, tomaron el control del partido a través de los recursos económicos pero nunca pudieron cambiar la correlación de fuerzas internas controladas por sectores del nacionalismo revolucionario del viejo priismo.
Fox y Calderón, que venían de la tradición de autonomía partidista del PAN, tampoco pudieron tomar el control de su partido y por eso los dos padecieron crisis en sus respectivas sucesiones: Calderón le quitó a Fox en 2006 la candidatura presidencial desde el partido y Josefina Vázquez Mota también le arrebató la candidatura presidencial a Calderón; en ambos casos panistas, los presidentes castigaron al PAN quitándole el apoyo a sus campañas, Calderón estuvo a punto de perder las elecciones y Vázquez Mota quedó hundida en su propia mediocridad.
El presidente Peña Nieto tomó el control del PRI y lo obligó a aliarse con el PAN y con el PRD para aprobar la segunda gran transformación neoliberal de la República, pero para ello tuvo que aplastar al viejo priismo latente y no supo percibir las señales de que ese priismo se estaba ya enrolando en el modelo pospriista de López Obrador. La campaña de 2018 exhibió a Peña más como panista que como priista y los priistas se deslindaron de Peña por el lastre de sus tres graves errores políticos: la Casa Blanca, la pérdida de gobernaturas y la mala gestión política de la crisis en Ayotzinapa.
El partido del Estado –PRI o Morena– es el poder presidencial en acto del jefe del Ejecutivo federal. Con Andrés Andy López Beltrán en Morena, las designaciones de candidatos a diputados federales en 2027, gobernadores y diputados federales, senadores y presidentes de la República en 2030 no estará en manos directas de la presidenta Sheinbaum, por más que pudiera darse una consolidación de la alianza política y estratégica entre la presidenta en funciones y el expresidente emérito en retiro, sino que las nominaciones de 2027 y las federales y el candidato presidencial en 2030 estará en el corredor político Morena-los López Obrador-Palenque. Sin Morena, la presidencia de Sheinbaum estarás mocha de poder real y será sólo administrativa. El verdadero proyecto político de Estado lopezobradorista estará en el partido Morena y su control de la mayoría legislativa y de la abrumadora mayoría de gobernadores para los próximos seis años.
En términos políticos, quien controle el partido controlará el poder.
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Política para dummies: la política como poder es estructura sistémica, además de liderazgo personal.
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@carlosramirezh