En 2004 uno de los padres de la de la politología moderna, Giovanni Sartori, concluyó con mucho pesimismo que la ciencia política había perdido el rumbo y en el 2006 el politólogo mexicano César Cansino ganó un concurso latinoamericano con su libro La muerte de la ciencia política. Pero desde la crisis de 1968, la academia politológica mexicana anda, por decirlo con rigor científico, en la Luna.
La dirección de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM se enfila a un relevo, en medio de un escenario de reformas en las estructuras del sistema/régimen/Estado/Constitución, pero arrastrando una pasividad académica ajena al gran debate de las ideas que se está dando en la realidad política de México.
De las precandidaturas que se perfilan para una posición que debiera ser el eje del gran debate político nacional destaca la de la actual secretaria general Patricia Martínez Torreblanca, en medio de otros nombres que representan las viejas corrientes magisteriales que han encontrado en la facultad espacio pero sin generar ningún debate académico ni menos aún tormentas de ideas.
Nacida como escuela en 1951 a propuesta de la UNESCO para que las universidades públicas se convirtieron en centros de debate desde el punto de vista de la sociedad, la FCPYS desde la UNAM ha servido más como trampolín político para figuras que destacaron en la burocracia universitaria y en la burocracia gubernamental y como espacio de gestión laboral interna, sin que ese centro politológico por excelencia de la máxima casa de estudios haya podido convertirse en espacio de definición de los problemas políticos y sociales del país.
El problema de la FCPYS de la UNAM radica en su falta de autonomía teórica; su fundación fue diseñada para capacitar a los recursos humanos de la administración pública federal, dejando poco espacio a la reflexión teórica de las ideas políticas, inclusive con el desajuste poco explicable de que esta Facultad de politología mexicana ya produjo un primer presidente de la República –Andrés Manuel López Obrador– pero ni en su programa de estudios de los años setenta ni en el del sexenio pasado quiso revolucionar el pensamiento político mexicano.
En el contexto del 68 estudiantil, los principales textos de análisis político no se dieron en esa Facultad de la UNAM: José Revueltas y Manuel Moreno Sánchez debatieron una crisis estructural del régimen desde la militancia partidista, ningún estudio o ensayo del sistema/régimen/Estado mexicano que se haya realizado en la facultad ha podido superar los dos textos básicos de crisis del régimen que escribió Octavio Paz en 1969 y 1970 –la conferencia en Austin y Posdata— y solo se puede registrar el gran ensayo de sociología y estadística política de Pablo González Casanova para definir La democracia en México.
Los directores de la facultad en los conflictos del 68 y del halconazo de 1971, Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, usaron sus cargos para incorporarse a la administración pública y desde 1975 la Facultad se volcó sobre sí misma y quedó al margen del debate de la política teórica y práctica que ha sacudido al país desde 1970.
El paradójico aislamiento político de la FCPYS de la realidad de la crisis política mexicana encontró espacios en la politología de universidades privadas: el Colegio de México, el Instituto Tecnológico Autónomo de México y el Tec de Monterrey, el primero desde la periferia del Estado pero sin propuestas de reorganización del Estado y los otros dos desde la politología al servicio de modelo productivo empresarial.
Cada relevo en la dirección de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM es una oportunidad que se abre para sacudir a la comunidad politológica unamita de la modorra a la que se refirieron Sartori y Cansino de abrir una posibilidad que la politología estadounidense inició sin concluir al comenzar el siglo XXI con el movimiento/rebelión de la Perestroika politológica en la comunidad de ciencias políticas estadounidense dominada y obsesionada con la corriente cuantitativista.
En medio de una de las más desafiantes la crisis política teórica y práctica en México, la facultad de politología de la UNAM enfrenta una nueva oportunidad para sacudirse de la cómoda modorra de aislamiento social y liderar el gran debate político de ideas y prácticas que han llevado a México a una política sin teoría, una facultad como trampolín político o burocrático y a la carencia de un pensamiento político propio para encarar las crisis recurrentes que requieren de una academia con autonomía teórica.
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Política para dummies: la política se nutre del debate y no de las componendas.
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@carlosramirezh