Trump y la Corte: derrota liberal, victoria populista

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La simetría política en la votación el martes en la Corte mexicana y la victoria presidencial de Donald Trump en Estados Unido debe ser analizada con un enfoque muy audaz: no ganaron el republicano ni la 4-T, sino que fue derrotada la opción liberal por falta de ciudadanía y sobre todo por la ausencia de la izquierda como un factor de equilibrio.

El voto demócrata cruzó la línea Maginot y se pasó al territorio del populismo puritano y racista de Trump y la sociedad progresista mexicana que había derrotado al PRI decidió optar por la oposición de derecha-ultraderecha que construyeron Claudio X. González, Lorenzo Córdova Vianello, José Woldenberg y la alianza PRIANREDE.

Los liberales estadounidenses y mexicanos abandonaron muy rápidamente el barco nel neoconservadurismo en modo del liberalismo y éste con un disfraz de socialdemocracia aguada que ocultó el neoliberalismo o derechismo económico y abandonó el espacio político-ideológico de un progresismo social que también fue aplastado por el neopopulismo.

La derecha neopopulista en Estados Unidos y el neopopulismo asistencialista México consiguieron realinear a la sociedad que se quedó sin el contrapunto de una izquierda socialista; el Partido Demócrata devino en una organización de lobbies corporativos que dominaron las decisiones del capitolio y sumieron a la sociedad norteamericana en una de las crisis sociales más graves de los últimos 50 años y en medio de esa desorientación y desarticulación social emergió el discurso populista conservador de Trump basado en el principio fascistoide del líder bonapartista que regresaría no la grandeza sino cuando menos mínimos de bienestar a la sociedad estadounidense que algún tiempo se presentó como el sueño americano del confort.

El reacomodo ideológico en México comenzó en 1988 cuando el Partido Comunista Mexicano de Arnoldo Martínez verdugo hizo emerger desde el fondo de su alma al priista que llevaba adentro y entregó las banderas de la izquierda socialista a la corriente pospopulista del cardenismo para disolver el simbolismo del PCM y dar a la luz al PRD en modo de priismo revolcado. López Obrador recogió esas banderas perredistas en el 2006 y construyó su movimiento populista –también en modo bonapartista–, en tanto que el PRD comunista-poscardenista fue deslavando su ideología bajo el control corrupto de los Chuchos –Ortega y Zambrano– hasta convertirlo en el partido que se puso a la cola de la alianza PRIAN-Claudio X—woldenberianos transicionistas y terminó apuntalando la candidatura ultraderechista de Xóchitl Gálvez Ruiz.

La sociedad progresista en México y Estados Unidos se fue ahogando en las contradicciones ideológicas del liberalismo ideológico conservador y el populismo personalista se consolidó en las figuras de Trump y López Obrador y la izquierda socialista fracasó en la que debe haber sido la tarea número uno de su corto plazo: la construcción de una ciudadanía, en tanto que el populismo bonapartista de derecha en EU y asistencialista en México desactivaron el potencial ciudadano para convertirlo en un lumpemproletariado sin ideas ni destino.

Las sociedades ciudadanas de México y Estados Unidos perdieron sus liderazgos políticos que le daban sentido a sus propuestas liberales y devinieron en masas beneficiarias del asistencialismo de Estado, en tanto que la parte más consciente de la sociedad se fue diluyendo ante la falta de liderazgos y proyectos sociales: Trump y López Obrador como figuras salvadoras en tanto liderazgos personales fuertes, pero con proyectos económicos alineados a los modelos del liberalismo moral en modo de neoliberalismo económico.

Trump y López Obrador deben ser estudiados como figuras de liderazgo en medio de confrontaciones ideológicas que carecieron de estructuras de dirección social y política para resumir sus propuestas justamente en el modelo bonapartista de concitar el apoyo de las clases dominantes empresariales y productivas para estabilizar crisis económicas que estaban ya rompiendo los acuerdos sociales mínimos, todo ello en medio de la parte más importante de este escenario de realineamiento ideológico social conservador: la crisis en la dirección económica de la empresa privada, el aumento del deterioro social y la incapacidad del Estado neoliberal para regresar a mínimos de bienestar.

Las victorias de López Obrador y Trump se deben analizar en el contexto del fracaso político e ideológico del centro-izquierda, de la lumpenproletarización de las masas no propietarias y de la transfiguración de la ciudadanía en pueblo-masa.

En Estados Unidos y México, pues, no ganaron Trump ni López Obrador, sino que perdió la izquierda socialista como último reducto de la ciudadanía.

 

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