Entre las lecciones que nos deja estas elecciones en Estados Unidos, está que cuenta con una clase política decrépita. Si se quedaba Biden de candidato, era el de 81 años contra el de 78. ¿Qué no? ahí estaban la Hilary (77) y Sanders (83). Pero para el caso, han mostrado la decrepitud más absoluta de una clase política que no ha sabido ni querido renovarse.
Esa clase política –que en el caso de los republicanos, llegaron en los setenta encumbrando a los Bush y no han soltado, desde entonces– sabe que Trump es cosa aparte, pues se ha hecho a sí mismo, y si no, no se olviden de que está donde está más por el clamor popular, que respondiendo a los intereses de un partido que ha tenido que tragar con su persona a falta de otros apoyos populares que no le hicieron sombra. Dirán que el pueblo manda. ¡Anda ya!
Lo cierto es que ni los Clintons ni los Obamas han podido desgranar a esa clase política republicana y hemos llegado a lo que tenemos, gracias a esa incapacidad de renovación.
Para México, resulta tan malo el pinto, como el colorado. Ni Harris ni Trump son garantía para nuestra vecindad tranquila. No nos resta sino siempre ir más cautos, siempre estar alertas, nunca confiados con los yanquis. Pueden ser oportunidad, pero antes, primero han de presentarse problemas y desafíos. Y ahora la cosa no es tan sencilla. La droga y el mercado de armas están al tope y alentado a políticos que con calentones de boca como los de Trump, claman por bombardear México. ¿Por las drogas? Con esos nunca se sabe. Ganas no les faltan de meterse en México desde siempre y buscan pretextos; y ha sido complicado ponerles un alto en México.
Se nota pesadumbre en el ambiente. Consultando a los amigos dispersos por Estados Unidos, nadie se atreve a asegurar quién ganará. Tienen su opción favorita. No les es indiferente. Son cautos, reflejan que las encuestas están empatadas y lo puntualizan –ya llevan 3 elecciones así ka cosa, tomemos nota– y que Trump es una vergüenza que aparezca de nuevo como opción en la boleta electoral. Esta columna desestimó que eso fuera posible hace 4 años para estas fechas y mire usted. Y a Kamala Harris le sucede igual que a Xóchitl Gálvez: no consigue decirle a sus electores porqué es mejor que Trump o cómo puede mejorar la oferta estridente del neoyorkino.
Me cuentan desde Estados Unidos que los demócratas no han sido bien gobierno, hay un desastre en su política interna y en la externa. Eso no ayuda a ganar. Hay que reconocer que Trump, pese a todo, era una especie de desquiciado tranquilo. De producirse un segundo mandato –su único precedente es la presidencia de Stephen Grover Cleveland, por dos periodos interrumpidos por el mandato de Benjamin Harrison (1889-1893)– el sujeto ahora viene en plan vengativo. Eso sí, dentro con una economía que no cede un ápice al gasto desbordado, el dispendio y el endeudamiento interno. Afuera, el cómo se afronte lo de Ucrania, Gaza, las drogas y la desbordada venta de armas, lo aguardan.
En todo caso, que Claudia Sheinbaum tome nota. Si gana Trump, sobre todo Trump, la Cuarta Transformación que alardea, su segundo piso y demás, puede quedar en entredicho. Tendrá que enfrentar a Trump y plegarse a sus presiones y prioridades. Cosa nada fácil, aunque puede ser interesante. Sheinbaum debe recordar que Peña y López torearon a Trump. Ella tiene ahora su turno. Que los morenistas no pierdan de vista que el segundo piso de la transformación que claman, parte de que EE.UU. no sea un factor desestabilizador. Y puede ser en todos los rubros: froterizo, migrante, militar, económico y un largo etcétera.
Lo que sería muy peligroso para México es alinearse con Rusia o China. Son espejismos. Se puede hacer grandes cosas con ellos, lo que no significa alinearse. Pueden ser un contrapeso económico, puede ser. Sí. Pero no alinearse. Y no por ser frontera con EEUU. La razón es otra: entre potencias negocian momentos e intereses y no podemos ser moneda de cambio de nadie entrándole al ajedrez de aquellas, pues no compartimos la misma agenda.
Y respecto a Estados Unidos, dejar bien en claro y tenerlo claro: no tiene amigos, tiene intereses.
El actual gobierno ha sido cauto con este proceso. No cometió las torpezas de los priistas Salinas y Peña evidenciando su preferencia. Y la de López, que casi titubea con Biden. Cabe cautela una vez que sepamos quién ganó en apariencia. Las elecciones yanquis desde 2000 son un verdadero baturrillo. Solo resta aguardar al ganador certero y esperar sus decisiones y que no se apresure este gobierno a reconocer a un ganador hasta que allá no lo tengan claro de manera oficial. Justo por el desmán en que se suelen convertir esas elecciones. Fue errónea la postura panista –¡qué raros los tropiezos panistas! ¿verdad?– de que López no felicitara a Biden la noche de la elección. No, no se equivocó. Espero prudente la calificación del Colegio electoral. Hizo bien en aguardar a saber si ganaba Biden.
La agenda bilateral es siempre complicada y no hay que estudiarla estando encandilados con los yanquis o perderemos la objetividad. Y si Trump fuerza las cosas, puede descarrilar esa agenda con resultados insospechados, negativos para ambos países.
Su triunfo no es una buena noticia y quien persista en verlo como tal, se equivoca. Trump viene con un aire vengativo, ya decíamos. Eso no es bueno para nadie. Se está eligiendo al ser más poderoso del mundo y lo menos, es esperar congruencia y cuidado, que en él es mucho pedir.
Los medios mexicanos han sido más cautos que en 2016, pero no del todo. Saben que nada está escrito, que Trump puede ganar y podría ser una pesadilla y que más vale ser realistas. Ya veremos si estarán a la altura a la hora de la verdad, por dura que sea. De momento, ya no endiosan la democracia estadounidense. Después de la toma del Capitolio, tonto quien lo haga.
La elección reclama valorarla desde dos puntos de vista. Una cosa es lo que deseamos en el planeta y otra lo que decidieran quienes tienen derecho a ello: los electores estadounidenses. Si no perdemos esa brújula, el análisis será más certero.
Pesan la mala conducción demócrata. Pesan las argucias de Trump, como que ha regresado de candidato cuando muchos esperábamos que ni por edad, se atreviera. Pesa como me expresó un amigo residente en EEUU, que EEUU es un país muy machista, pesa que Kamala es negra –negra, dejémonos de falsos pudores y de niñerías evitando el vocablo, que azul marino, no es– y desde luego, que pesa la capacidad de ambos para llevarse o no el gato al agua. Las encuestas los dejan en empate.
Tampoco puede negarse que, si bien, Kamala Harris llegó de emergente, ha tenido que remontar no sin dificultad, los números favorables a Trump. Y llegó a un tope y comenzó el descenso. Desde México a diferencia de 2016, los analistas son un poco, solo un poco más cautos en no dar por sentado su triunfo ante el deseo expreso de que Trump no gane. Es decir, no pierden de vista que él sigue teniendo más posibilidades de ganar ante el desastre del gobierno demócrata, que pesa más que su deseo de ver perder a Trump. Eso es positivo para que, en caso de ganar el empresario, no nos llamemos a engaño. Y sí, su derrota sería lo más sensato.
En todo caso, queda la duda más terrible: qué hará Sheinbaum ante tal triunfo de un sujeto ególatra y de actitudes pendencieras.
PS. Y con esas elecciones de fondo, menudo jaleo con el embajador yanqui. Un metomentodo que ya no halla la salida. Salazar se embrolla solo. No puede explicar su gobierno al no respetar protocolos, si violó o no la normatividad internacional e, incluso, la suya para atrapar a “El Mayo” Zambada, y solito ese exhibe, él y su gobierno. ¡Bien! por Gertz Manero que le ha respondido qué no, que no han informado completamente, que no es lo mismo que sostener que dijo que no habían informado las agencias y el gobierno yanqui sobre el particular.