No le demos tantas vueltas: el embajador yanqui es un injerencista como tantos más de sus impresentables antecesores. Su calaña es lo que es y obedece a sus más oscuros intereses de toda la vida. Ese ha sido el tono tradicional de las gestiones de sus antecesores y de él mismo, en México, y no el burdo espíritu bicentenario preconizado por Ebrard, que de indigesto y falso, era intratable e inatendible como idea de relaciones bilaterales México-EE.UU., por ser desmentido por la Historia.
Deslenguado Salazar, parece que su dominio del idioma español no es tan certero como que el solito se enreda y mete las cuatro con una singular alegría. Y las mete y todavía las revuelca y embarra.
Es un impresentable y su participación más timorata que certera, se había desarrollado en el contexto del mustio de Biden, el mismo que con un doble discurso para México, fue agotando su cuatrienio, mientras se deshacía en parcos elogios a López Obrador en su día, pero metía caña y presión en temas comerciales o migratorios. Lo de toda la vida.
El problema ya no es Salazar, que dudosamente sería ratificado como embajador en México, sino el verdadero problema es el que llegue en su lugar, pues si a Salazar dice su gobierno, apoyarlo –hablando de López Obrador, a toro pasado– la posible llegada del miserable de Marco Rubio a la Secretaría de Estado yanqui, no son buenas noticias. Dado que los halcones se han posesionado cual buitres del gobierno yanqui, espérese usted un embajador más injerencista que quiera culpar a México de las responsabilidades de Estados Unidos en su propio territorio: drogadictos, cárteles y venta de armas, más lavado de dinero en su robusto sistema financiero. Futuro embajador al que habrá de torearse y demostrar lo errático de nombrar a Juan Ramón de la Fuente como secretario de Exteriores para esa labor de contención. Repitamos: secretario, que México carece de canciller.
Salazar se ha embrollado cual su pésima costumbre y dice que la seguridad “ de México” no fue mayor por descoordinación achacable a que López no aceptó 32 millones dólares que tampoco explica destinados exactamente a qué. Cada día es más inentendible el español del yanqui. Sheinbaum ha respondido: colaboración, no subordinación, expresión que delata que el extraviado embajador yanqui se calla cosas. Por otra parte, Salazar rezonga diciendo que se culpa de la inseguridad en México a Estados Unidos. Sí, señor, usted clama de no tapar la realidad. Pues bien, si es así, entonces dígase prontito, hay que decírselo de nuevo: su país no controla sus drogadictos ni a sus carteles. La corrupción impune también habla inglés. Su mercado de armas, irresponsable en la venta, nutre a los cárteles mexicanos que hipócritamente su gobierno demoniza y lo mismo el que viene, culpando de los problemas de EE.UU. a México, cuando EE.UU es la causa y no la consecuencia. Usted evade la responsabilidad de Estados Unidos y eso es inadmisible.
Cuán distinto suena decirlo correctamente y no como los medios opositores celebrando, según ellos, los golpes asestados por el embajador a López Obrador poniéndose del lado del yanqui. Obtusos en su antimorenismo. Patéticos.
Ahora bien, Sheinbaum hace mal en responderle en forma personal a Salazar. En primera persona. Ese es trabajo de De la Fuente y ya anticipa su torpeza como secretario exponiendo a su jefa, y la está exponiendo a un desgaste innecesario. Su ecuanimidad no puede ser menor que la injerencia del timorato yanqui. Que sirva de algo conocerlos, con dos siglos de vecindad.
Cuando se eligió a Sheinbaum nos la vendieron de doctora, científica y que tomaba decisiones de blindaje por el posible triunfo de Trump: ratificaba a Ramírez de la O, Ebrard en Economía, a De la Fuente en Exteriores dizque por haber estado en la ONU y salvo eso, sin experiencia diplomática de gran calado y así….. Y ya se está notando su inexperiencia como secretario de Exteriores.
Pues hete aquí que Trump está de regreso y viene en plan pendenciero. Y en el capítulo México viene a cumplir sus disparatadas promesas de campaña, expulsando migrantes y culpando a México del fentanilo. Contra tanto ladrido parece que esto de Sheinbaum doctora y científica, no servirá. De lo personal a lo institucional no servirá de nada ante el rabioso y locuaz Trump.
Y no servirá de nada por la sencilla razón de que, amén de no ser las personas más idóneas para enfriar a Trump y que a quien nombre Sheinbaum de embajador en Estados Unidos muy poco podrá hacer como siempre ha sucedido –el finado embajador priista Jorge Montaño llegó a criticar a embajadores no priistas, cuando él fue la frustración total, como buen priista– ergo, convendría hacer caso a las advertencias de la exembajadora en Estados Unidos, Martha Bárcena, acerca de que nos tomemos en serio las amenazas de Trump.
No se auguran buenos años para México. Le dije a usted en entregas pasadas que el éxito de segundo piso de la 4T dependería mucho más de quién ganara las presidenciales yanquis que de la buena voluntad de Sheinbaum.
Algo no debemos de olvidar: Trump en su proteccionismo, con su país decadente y una economía que hace ya tanto que no levanta, busca culpables y falsas soluciones y México es el rival más débil. El blanco perfecto es México, no Trump. Dicho con todo el sarcasmo, no lo dude usted. En aras del proteccionismo más anticapitalista, más antilibremercado, más tramposo y pendenciero, clásico proceder de los yanquis, Trump buscará disfrazarlo acusando migración y drogas. Qué lástima que su cabeza no le da para entender que la economía de su país está agotada por su propia erosión, no por el devenir del mundo.
Y una cosita más: cuando se hable de bombardear capos en México o mandar tropas y tal, dicho en EE.UU., que lo apliquen a su país, primero. Que el buen juez por su casa empieza.