Aunque pareciera que la presidenta Sheinbaum Pardo quiero aprovechar la experiencia del doctor en psiquiatría Juan Ramón de la Fuente Ramírez como representante permanente de México en la ONU y ahí su paso por la presidencia del Consejo de Seguridad de ese organismo, el funcionario pudiera muy bien aprovechar su experiencia profesional en psicología para administrar el gravísimo problema de la migración mexicana o que pasa por México hacia Estados Unidos.
De la Fuente y Gerard Heinze coordinaron el libro Salud mental y medicina psicológica (2018) y en la exploración de nuevas enfermedades que tienen que ver con la mente encontró el hoy secretario de Relaciones Exteriores el camino que ya se había comenzado a explorar del llamado “síndrome de Ulises”, un padecimiento que afecta a los migrantes cuando salen de su realidad natural y exploran nuevos espacios sociales, ya sea por búsqueda de mejores condiciones de vida o empujados por las crisis en sus países de origen.
El doctor De la Fuente tendrá que echar mano a esa experiencia de investigador médico porque el problema con los migrantes de mexicanos en Estados Unidos no radica en proporcionarles asesoría consular ni observación sobre autoridades nacionales para la protección de los derechos humanos a los migrantes que no cumplieron con los requisitos legales para ingresar a Estados Unidos y son perseguidos por las diferentes policías americanas, a pesar de que ellos mismos claman que cumplen un trabajo y que pagan impuestos locales.
El problema de Ulises en los migrantes tiene que ver con que la decisión de salir de su entorno a nuevas realidades, ingresar a Estados Unidos por la vía ilegal operada por los cárteles de coyotes, y padecer la vida sacrificada en una realidad que convierte en pesadilla su sueño de bienestar americano y el objetivo de enviar remesas a sus familias en territorio mexicano genera muchos problemas de personalidad que inclusive formarían parte de las motivaciones de muchos de ellos para reaccionar con violencia ante el entorno que los acepta para explotarlos pero los repudia en el fondo.
A todos estos problemas de la migración se tiene que agregar ahora el despertar racista de autoridades americanas y de parte de la sociedad estadounidense contra los migrantes que irrumpen en la estabilidad anglosajona y que siempre verán con desdén el papel de estos migrantes en el cumplimiento –como dice el razonamiento vigente– de tareas que hoy en día ni siquiera la comunidad afroamericana quiere cubrir.
Aunque las motivaciones son de búsqueda de un mejor nivel de vida que su propio entorno nacional no le proporciona y que inclusive llega a violentarlo con explotaciones y crímenes por parte de los cárteles delictivos, la vida clandestina de los migrantes ilegales en Estados Unidos intensifica las afectaciones de delirio de persecución y genera nuevos traumas a los ya acumulados en sus comunidades de origen.
La política exterior mexicana ha sido la misma desde que comenzó la migración masiva ilegal allá por mediados de los años setenta: exigir de manera demagógica el respeto a los derechos de los migrantes no legales, abrir oficinas burocráticas que carecen de funciones y capacidad para defender los derechos mínimos de quienes carecen de permiso para estar dentro de Estados Unidos y –como lo hizo en días pasados el canciller de la fuente Ramírez– solo ir a “conocer” los campos de concentración nuevos en los que serán encerrados todos los migrantes ilegales capturados antes de ser deportados a México.
Y si a ello se agrega la última declaración de la presidenta Sheinbaum de que no se tiene considerados presupuestos adicionales a las partidas que tienen que ver con la recepción de migrantes deportados, entonces el síndrome de Ulises de Troya en modo de regreso se multiplica en problemas de percepción negativa en las autoridades de su país al considerar sus condiciones de expulsión no extraordinarias en cuanto a prestaciones adicionales antes de ser a su vez reenviados a sus lugares de origen. Puede ser que el problema no sea de falta de voluntad sino de finanzas públicas quebradas que no pueden descobijar programas sociales ya asignados por la obligación incumplida de atender las necesidades de la oleada masiva de inmigrantes que irrumpirán en territorio mexicano.
El doctor De la Fuente Ramírez, además de sus funciones limitadas de canciller sin experiencia real en la diplomacia, podría ayudar atender el síndrome de Ulises de los cientos de miles de migrantes que serán deportados por el Gobierno de Trump.
-0-
Política para dummies: la política comienza en la psique del ser humano.
El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.
@carlosramirezh