Brasil

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Luego de dos jornadas electorales apretadísimas Luis Inacio Lula da Silva se impuso ante el presidente Jair Bolsonaro por una mínima cifra y en poco más de dos meses asumirá su tercer mandato en Brasil con el compromiso expresado de sacar a la población del hambre y acabar con el odio y la división, asunto que no pudo resolver en su administración anterior.

Con 50.90 por ciento de la preferencia y una diferencia de casi dos millones de votos, el del Partido del Trabajo evitó la reelección de Bolsonaro.

Los números reflejados en las urnas determinan un país francamente dividido, véanla: a Lula lo rechazan 60,34 % de la población. A Bolsonaro el 58,20%. Esto significa la jornada más reñida de la historia desde que Brasil se sumó a la democracia. Importante decir que en menos de tres años de salir de la cárcel por una condena de corrupción Lula pudo bucear la presidencia porque sus acusaciones fueron anuladas.

Ahora, Lula que gobernó de 2003 a 2010, hizo un llamado a la unidad del país desde un hotel de la ciudad de Sao Paulo acompañado en el escenario por sus más cercanos aliados políticos.

En su arenga el brasileño hizo un llamado a “restaurar La Paz” porque a nadie, dijo, le interesa vivir en un “permanente estado de guerra y hay que bajar las armas”. Habló de un proceso de “resurrección política” pero contrario a su disposición a la paz, desafío a sus opositores recordándoles que lo quisieron enterrar vivo “pero aquí estoy”. Sabe que el compromiso prioritario es acabar con el hambre y esta es una expectativa de alto riesgo si no se cumple con rapidez.

Para quienes transitan por la izquierda, incluyendo a México, se muestran felices por el regreso del “hermano” Lula, sin embargo, la decisión soberana de los brasileños genera una marcada diferencia en la forma de gobierno que los definirá en los próximos años. Aun cuando Lula presume que Brasil ha vuelto al mundo la confianza que deberá recuperar con los inversionistas es titánica.

Detener la deforestación descontrolada en la Amazonía brasileña, con las peores tasas de los últimos 15 años; incremento de la pobreza, que afecta a 33 millones de brasileños; una pésima gestión de la pandemia, con amplios atrasos en la compra de la vacuna, y que sumaron a casi 700.000 muertos; la inflación récord de dos dígitos, y el aislamiento internacional es una factura muy alta a cumplir.

Con todo esto el capítulo electoral no habrá concluido dado que Bolsonaro habla de una crispación política ante un eventual fraude en el conteo de los votos que tendrá que demostrar. Brasil como Venezuela y México en décadas anteriores buscaban el liderazgo en Latinoamérica. Sus economías y estabilidad político/social permitían acomodos de desarrollo interesantes hasta que el populismo enfermo a sus cimientos.

Ganar elecciones con promesas que no se cumplirán además de la compra de conciencias por dádivas a la población han permitido una evidente caída en la educación y un crecimiento constante de pobres. Además, ahora los tres países descansan la protección de sus gobiernos en una marcada militarización como forma de permanencia. Lula aún exonerada de una formal acusación de corrupción permite a la iniciativa privada guardar recelo y confianza en su persona.

La motivación a fomentar un pacto continental a través del Foro de São Paulo deja incertidumbre y genera alargas en organismos internacionales como la OEA. Además, la alianza con naciones como China, Rusia o Corea del Norte precipitan procesos de acomodos en la geopolítica en donde interviene evidentemente la Casa Blanca.

México se acerca a cambios en su gobierno para el 2024 y a lecciones aprendidas en Brasil, la contienda estaría cerrada y por ello AMLO pretende controlar a su manera al INE.

Conductor del programa VaEnSerio mexiquense tv canal 34.2 izzi 135 y mexiquense radio

@cramospadilla