Un mensaje en la red X hacia las nueve de la noche del pasado lunes 9 del nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, le puso el cascabel oficial al gato bilateral que ya la comentocracia de la derecha trumpista había registrado el fin de semana: la bandera de México ondeada por migrantes legales o ilegales que viven en Estados Unidos y que se habían e comprometido a cumplir con las leyes del país tenía un significado geopolítico radical.
El texto del embajador Johnson fue directo al corazón de la seguridad nacional de Estados Unidos:
“Nuestras banderas representan identidad nacional, orgullo y valores compartidos, no división ni ilegalidad. Enarbolar una bandera extranjera mientras se ataca a las fuerzas del orden de los EE.UU. y se destruye propiedad pública o privada solo daña una relación bilateral que trabaja unida para que todos nuestros ciudadanos estén más seguros y sean más prósperos.”
El uso del concepto de bandera extranjera al referirse al lábaro de México en manos de migrantes que participaron activamente en los disturbios fijo una línea roja que causó preocupación en el sector institucional de Palacio Nacional, y desde luego que enardeció a los radicales de la 4T que reaccionan a la menor provocación.
Un caso específico fue el del senador petista y ahora neomorenista Gerardo Fernández Noroña con dos mensajes en la red X: uno que presumió hacia finales de la semana pasada con la intención de que había citado en su despacho de presidente del Senado nada menos que al nuevo embajador Johnson, aunque poco le duró el gusto porque el diplomático con diplomacia canceló su visita. Y el lunes, Noroña circuló un video donde se burlaba del senador Eric Schmitt porque estaba promoviendo entre sus colegas que el impuesto hasta ahora fijado de 3.5% al promedio de 64,000 millones de dólares de remesas de migrantes mexicanos a sus familias en México pudiera ser elevado como castigo a 15%.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo quedó atrapada en la dinámica de las corrientes que configuran una desordenada coalición morenista: de un lado, el proyecto nacionalista, populista e indigenista (promueve ya la figura de naciones indígenas para terminar con el Estado federal representativo) del presidente emérito Andrés Manuel López obrador; del otro lado, el precario, sin presencia real de poder y deslavado equipo político de la presidenta Sheinbaum, con un grupo de profesionales acomodaticios de la política que un día están con uno y otro día están con la otra, pero que no representan ninguna definición de proyecto, ni siquiera quienes de este grupo están pensando en aprovechar el desorden partidista de morena para colarse en la candidatura presidencial del 2030.
El escenario geopolítico México-EU está dominado de principio a fin por el ánimo rijoso del presidente Trump, pero prefigurando una reorganización de la hegemonía interna y geopolítica de Washington, frente al desmoronamiento del grupo demócrata que se deshizo entre las manos a los presidentes Bill Clinton, Barack Obama y sobre todo a un Joe Biden que se hizo candidato en el 2024 a pesar de su demencia senil.
La agenda de Trump está muy clara: usar el caso de la protesta de migrantes legales e ilegales y de grupos radicales profesionales de la violencia para atacar a las fuerzas de seguridad, capitalizar el desgaste de Los Ángeles como ciudad santuario de migrantes porque tienen en su seno a profesionales de la violencia callejera, imponer el orden a través de la militarización de la Guardia Nacional y ahora con Marines con actitudes que no se veían desde las protestas de 1967 contra la guerra de Vietnam, presumir la llegada a Washington de miles miembros de las Fuerzas Armadas para el gran desfile militar del sábado 17 conmemorando el 250 aniversario de la creación de las fuerzas armadas y –por qué diablos no– el cumpleaños 79 de Trump y del domingo 15 al martes 17 la realización de la sesión solemne del Grupo de los 7, donde se prevé una reunión Trump-Sheinbaum, la primera desde que los dos fueron electos mandatarios.
El clima de relaciones bilaterales quedó lastimado por los primeros comportamientos en modo lopezobradorista de la presidenta Sheinbaum interviniendo en los disturbios sociales de Los Ángeles, las declaraciones nacionalistas diarias de Palacio nacional, el activismo provocador de senadores como Noroña por su representatividad como jefe político del Senado, después de que una comisión de senadores fue al Capitolio a suplicarle a sus colegas que por favor no aplicarán el impuesto de 3.5% a las remesas.
Pero el punto central de las verdaderas relaciones Palacio Nacional-Casa Blanca fue el mensaje X del embajador Johnson fijando el criterio de seguridad nacional por la bandera de México en manos de los grupos violentos de Los Ángeles como una bandera extranjera.
El dilema de la presidenta Sheinbaum en su posible encuentro personal con Trump en Canadá será regresar a su agenda personal de entendimiento o profundizar los criterios ultranacionalistas del Palacio de Invierno de Palenque.
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