Apuntes de lo que nos dejó la elección de EE. UU.

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La elección presidencial de Estados Unidos ha dejado una serie de lecciones que deben ser evaluadas, aunque algunas de ellas no se puedan exportar a otros países. Sin duda, se trata de un episodio de la historia que atrajo la atención de prácticamente todo el mundo, pero que también demostró que los estados de ánimo se están convirtiendo en el motor de la decisión de muchos electores.

 

Campaña de emociones

La derrota de Donald Trump fue la nota para muchos medios, más que el triunfo de Joe Biden. Si miramos con detenimiento lo que mostraron medios y redes sociales, era notorio que más que alegrarse por quien perdió la contienda presidencial en Estados Unidos, muchos festejaron la salida de la Casa Blanca de alguien con quien no simpatizaban.

Más allá de sus resultados en el gobierno, Trump fue evaluado por la manera en que se expresó acerca de minorías, migrantes y medios. Fue tal la aversión que generó que incluso hubo quien hizo campaña en su contra sin ser ciudadano de la Unión Americana.

Pero también se trata de un personaje que polarizó, a grado tal que sus defensores repetían cualquier intento de trazar un fraude electoral en su contra, incluso recurriendo a teorías de la conspiración que contenían al virus que ha provocado la pandemia que ahora sufrimos como parte de un complot orquestado desde el Estado profundo.

Así la primera lección que nos dejan estos comicios es que para muchos electores importa más la opinión que se tenga del candidato, que sus propuestas o acciones pasadas. ¿Cuántos propagandistas aprovecharán esto para construir historias de vida que, aunque falsas, ayudan a generar simpatías u odios que orienten el voto?

Otro aspecto tiene que ver con las encuestas. Pese a que los mismos encuestadores han aclarado en múltiples ocasiones que se trata de intentos para conocer la intención del voto en un momento determinado y que no se puede tomar como pronóstico, lo cierto es que buena parte de la ciudadanía y de los medios les han dado un carácter profético, o casi, y al observar cómo no coincide con lo que pasó en las urnas, empiezan las condenas y críticas.

¿Qué sucedió con los encuestadores que no reflejaron lo que verdaderamente pasó el día de la elección o no coincidieron con lo que se esperaba de esta clase de herramientas?

Otra lección tiene que ver con el periodismo y el terreno de la información. Los medios, gradualmente, han dejado de ser referencia para el debate público para convertirse en voceros de facciones. Con la entrada a la ecuación de las redes sociales, la fragmentación ha tomado forma como otro elemento de este escenario.

Que publicaciones como Time o The Economist hayan llamado abiertamente a votar en contra de Trump, nos indica que no sólo tomaron partido, sino que se alinearon en un bando y eso influyó en la información que difundieron.

El episodio en el cual se interrumpe la transmisión de un mensaje del presidente de los Estados Unidos, que por ese hecho lo revestía de interés público, bajo el argumento de que estaba diciendo una serie de mentiras respecto a un supuesto fraude que le había arrebatado el triunfo, abre la puerta a un debate que debería ser amplio con relación hasta que punto pueden llegar los medios en este tipo de contextos.

¿Se limitó la libertad de expresión de Trump al suspender la transmisión de su mensaje o se atendía al cuidado de la audiencia para que no recibiera mentiras de un mal perdedor?

El voto oculto debe ser el nuevo objetivo de estudio de los politólogos, pues es evidente que este fenómeno se presentará en el 2021 en nuestro país.

La elección de Estados Unidos mostró un resultado mucho más cerrado del que preveían las encuestas, lo cual nos puede indicar que hubo muchos ciudadanos que no expresaron en los sondeos su verdadera intención del voto.

Aquí en México, las encuestas que se han hecho respecto al 2021, muestran amplios porcentajes de indecisos, lo que podría indicar que este fenómeno se puede replicar el año entrante.

¿Tendremos una sorpresa en la elección federal intermedia?

La política como la conocemos hasta el momento deberá cambiar si quiere seguir siendo la actividad preponderante en las campañas electorales. En 2006 pasó desapercibido el hecho de que el votante, motivado por el lema de “un peligro para México”, se orientaba más por las emociones que por la razón. Ahora tuvimos unos comicios en los que el candidato más agresivo, que tuvo expresiones racistas y se negó a condenar a grupos supremacistas, además de desdeñar medidas de salud como el uso del cubrebocas, mantuvo buena parte del apoyo popular que había logrado 4 años atrás, incluso logrando aumentar los votos recibidos respecto a la anterior elección..

El candidato que aspire a ganar debe despertar emociones antes que exponer razones, la pregunta es si esto hará que sea electo quien mejor sepa motivar este aspecto y no el más capaz para resolver los problemas que tenemos como país.

¿Tendremos otro Fox que despierte la esperanza de muchos u otro López Obrador que concentre la frustración de amplios sectores sociales, aunque luego nos decepcionen como gobernantes?

@AReyesVigueras