Pues resulte quien resulte ganador en Estados Unidos, luego de estas complicadas elecciones del 3 de noviembre –que Trump se empeña en descalificar– el gobierno mexicano trabajará con aquel que triunfe. Tal y como lo hará aquel gobierno.
Y no tienen más remedio ambos países. Son alucinantes y absurdas esas expresiones de que López Obrador votó por Trump o que lo ayudó a ganar, cuando la visita a Washington era institucional y aún no había campañas políticas allá. Y sin precisar cómo pudo suceder semejante prodigio, más evidenciador de ceguera y desprecio hacia López que de criterio objetivo e informado. Y salpimentado de ignorancia brutal sobre los usos y formas yanquis.
¿Ayudarle a ganar? pues ya se ve, al 11 de noviembre no ha sucedido en definitiva que ya Biden esté declarado presidente y decir que estos dos años han sido de simple entreguismo y que como consecuencia de semejante colaboración, a México le ira mal con Biden, es sostener tamaña tontería.
Y lo es porque, en dado caso, le irá mal por los intereses de Biden y su camarilla, no por colaborar con Trump, pues es una colaboración institucional entre dos países sometidos a la interdependencia y que raro sería que no sucediera así o que, peor tantito, los opositores a López Obrador insinuaran que debió de optar por la confrontación. Están viendo y no ven. ¿Han calibrado a Trump estos años? entonces no pueden siquiera insinuarlo. Lo dicho, su ceguera les obnubila las ideas.
Así que la postura mexicana es absolutamente cauta y correcta. Cauta por no haber invitado a los candidatos yanquis a Los Pinos o al Palacio Nacional. Bien hecho. El error de los priistas de Peña y Videgaray de 2016, se eliminó. López Obrador ha sido cauto de no mostrarse pro Trump, evitando el error priista de Salinas de 1992 cargándose hacia Bush padre. Y en efecto, al igual que el PRI no parece contar con un plan B de trabajo hacia Biden, pero es verdad que eso se construye y acaso dadas las circunstancias, cabría esperarlo. En todo caso, es ineludible el trabajar juntas ambas naciones y es previsible que así será.
Ahora, un triunfo de Trump le pone en la tesitura de ser sumamente peligroso, pues se trata de un sujeto amarrado a sus locuacidades y banalidades que sin frenos, como la búsqueda de la reelección, lo coloca en un accionar impredecible e ilimitado. Sus ocurrencias pueden afectar a México y nos puede poner en la mira.
Sea Biden o Trump, relevos como el de la Secretaría de Seguridad Pública, con cuestionables resultados, pueden evidenciar debilidades o condicionar la agenda bilateral otra vez, con pretensiones como la de generar una nueva cascada de violencia buscando nuevos negocios de armas en México. Complicado caso, no cabe duda.
Por lo pronto, la cautela asumida por el actual gobierno, es adecuada. Y que recuerde tanto aquel como usted, amigo lector, que Trump no es bueno y que Biden…no vende piñas.