Los precriterios generales de política económica para 2022, presentados por la Secretaría de Hacienda, recuerdan los documentos similares de Pedro Aspe Armella como secretario de Hacienda del gobierno del presidente Salinas de Gortari: el síndrome de las expectativas.
Asimismo, el documento del secretario actual Arturo Herrera se basa en un principio de la economía que suelen repetir los economistas ante las adversidades de una crisis y la venta de expectativas de recuperación inmediata: “si todo lo demás permanece constante”, el paraíso está a la vuelta de la esquina.
La meta para 2021 de 5.3% y de 3.6% para 2022 tienen una trampa fácil de advertir: son el término medio entre dos escenarios: el malo con 4.3% y el bueno con 6.3% para 2021. La presentación de rangos en una crisis debe leerse con el piso como la tasa más viable y pudiera que fuera menos. La economía mexicana carece de mecanismos de absorción de la inflación en fases de crecimiento económico rápido, además de que esas tasas deben tener una lectura más amplia.
EL PIB previsto en Precriterios para 2021 y 2022 parten del PIB de -8.5% de 2020; es decir, que la cifra positiva de 5.3% será sobre el piso de -8.5%. Este modelo se llama rebote. Una verdadera recuperación para 2021 sería crecer a 8.5% para compensar el hoyo de 2020 y 4% más para cumplir con la meta presidencial de 4% de PIB en su tercer año de gobierno; en este sentido, el PIB de recuperación real de 2021 tendría que ser 12.8%, cifra impensable.
El problema de la comprensión de las verdaderas expectativas nacionales radica en el lenguaje economista y amañado de los funcionarios de Hacienda de todos los tiempos. Parten del principio ya señalado de que “si todo lo demás permanece constante” y se nutren de otro dictamen de los economistas: “de lo demás no me acuerdo”. Las cifras así planteadas ayudan, o quieren hacerlo, a superar las expectativas negativas de la sociedad respecto a la crisis, sobre todo porque la tasa de -8.5% en un año no se veía desde los años treinta como efecto del crack de la Bolsa de Valores de Nueva York. Pero la sociedad tendría una comprensión más serena si los economistas de Hacienda presentaran la realidad-real –o la “verdad efectiva” que señalaba Machiavelli– y no la realidad de compra de expectativas positivas.
Y si se profundiza en las cifras de Precriterios, los analistas se están encontrando con problemas mayores. En su revisión de expectativas de largo plazo, economistas consultados por el Banco de México revelan una tasa promedio anual de PIB de 1.8% anual en los próximos diez años, de 2021 a 2031. Y si la tasa de inflación prevista oficial es de 3% –podría ser de 4% anual promedio–, entonces el crecimiento económico en términos reales –descontando la inflación– sería negativo.
De ahí se derivan los problemas: el PIB es la suma de la actividad productiva y sus tasas revelan los comportamientos del empleo, los salarios y el bienestar. Y ante una tasa de crecimiento de la población de 2% y de 2.5% de aumento anual de la población económicamente activa, entonces la política económica no alcanzará para dar bienestar mínimo a los mexicanos que nacen y a los que solicitan empleo en el sector formal cada año.
Y para acabar de contextualizar posibilidades y limitaciones de la política económica para 2022, los Precriterios de Hacienda ofrecen los escenarios positivos y negativos que se esperan; es decir, los puntos que deben de cumplirse o eludirse para tener un rebote de 5.3% del PIB en 2021 y de 3.6% en 2022:
Entorno favorable:
–Cumplimiento del programa de vacunación antes de lo esperado. No se logrará.
–Recuperación de la actividad internacional. Sí habrá, aunque con efectos menores en México.
–Fortalecimiento del mercado interno. No se dará porque no hubo protección de la planta productiva y el empleo en la pandemia en 2020 y 2021 y las cifras oficiales revelan un aumento de 12 millones en el numero de pobres.
–Y manejo de tasas internacionales de interés. Esas cifras se definen en la Reserva Federal de EE. UU. en función de sus intereses, no de México.
Y los riesgos para 2021 y 202 son claros:
–Un rebrote de la pandemia. Sin vacunación ni cuidados, se prevén varios rebrotes que afectan la actividad productiva.
–Afectaciones “no previstas” a la capacidad productiva y retraso en la normalización de la inversión. Ambas variables muestran, en las cifras del INE: lentitud y temores.
–Sobrecalentamiento de la economía estadunidense. El Plan Biden está, en efecto, sobrecalentando la reactivación y la FED va a usar tasas de interés para bajar el PIB.
–Reducciones al precio internacional de petróleo. Hoy ese mercado se decide por el bajo PIB mundial y el tránsito a energías limpias que están excluyendo el carbón y el petróleo. Los precios van a tender a la baja u obligarán a bajar producción.
Así que el 5.3% de PIB para 2021 y 3.6% para 2022 no aclaran el escenario de la crisis; al contrario, aumentan la incertidumbre.
@carlosramirezh
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