Circulan en las últimas semanas una serie de desencaminadas aseveraciones que desencuadran el necesario enfoque al dirigirlo hacia la autoridad electoral. Se revuelve unas cosas con otras y ello desemboca en explicaciones absurdas sobre el proceder del INE y el papel que juega y de quien lo dirige. Hay que poner tantito orden en las reflexiones. Sépase con toda claridad: ni el INE es Dios ni químicamente puro e incorruptible ni está en peligro su autonomía ni Lorenzo Córdova es el non plus ultra ni es plenamente imparcial. Para rematar, López Obrador no es presidente por el INE ni gracias al INE, como han espetado de manera tan inopinada, absurda y equivocada algunos opositores que no se han leído la legislación electoral y no nos extraña. Pero todo ello ha provocado que otros tantos repitan cual tarabilla, semejante tontería.
Así, El INE, antes IFE, ha sido un garante de la democracia solo desde que no ha sido gubernamental. Cuando el PRI lo tenía arropado en Gobernación, o dicho de otra forma, cuando el PRI contaba los votos, solía ganar arrolladoramente elecciones; y dejo de contarlas y las empezó a perder. Quienes lo vimos no nos vamos a contar cuentos chinos. Con la autonomía del IFE y la mediana estatura de Woldenberg que consiguió estar a la altura de los hechos y reducir el margen de operación tramposa del PRI y gracias a un electorado decidido, mejor articulado y mejor encausado por Fox y sus amigos antes que por la estructura del PAN, echó al PRI de la presidencia en 2000. Basta recordar con hilaridad como los priistas nunca lo llamaron presidente.
Lo hemos dicho en esta columna: no se omita el papel jugado por los electores. No es menor. Ni antes ni después. El PRI pagó en 2000 la crisis del 94 que nunca supo resolver ni los ciudadanos la olvidaron porque era imposible hacerlo. Y el IFE de entonces facilitó que el PRI no se perpetuara a la mala pese a exigirle a Zedillo (los priistas) que desconociera el irrefutable triunfo de Fox. Volveremos a ello más abajo.
Otra cosa fue el IFE de 2006, con Luis Carlos Ugalde. Tibio hasta para adelantar resultados, torpe en el manejo de la crisis que se desató y finalmente rebasado por todos, empezando por el opositor López Obrador, y pese a las limitaciones legales prevalecientes entonces que no contemplaban cosas tales el “voto por voto, casilla por casilla” que clamaban los lopezobradoristas, nadie en su sano juicio diría que estuvo a la altura. No lo estuvo y las elecciones de 2006 se resolvieron en los tribunales. Lo demás ya lo sabemos: a Calderón le favorecían los votos y eso también es innegable.
Lorenzo Córdova ni es mártir ni es apóstol de la democracia. Ha dejado tanto qué desear, desde sus comentarios racistas tan desafortunados hasta su frivolidad desbordada para ampararse por un sueldo estratosférico e insultante en su monto que no es ni encarna el mejor símbolo de democracia; por el contrario, revela la discrecionalidad amañada con la que también se mueve el INE en esos niveles. Quien tenga ojos, que lo vea. Sí, sujeto a leyes pero igual a una amplísima discrecionalidad que enerva los ánimos y Córdova Vianello no se ayuda. Simplemente, no. Quienes le señalamos su frivolidad y su carencia de empatía soportando su sueldo recurriendo al amparo, también apuntamos que no ha sido brillante en el manejo de cuantas crisis afronta al interior de esa institución, metiéndola él solito en varias de ellas.
Para quienes apoyan su accidentada gestión por no apoyar a otros políticos –a López Obrador incluido– dejan de lado que el INE más compromete su autonomía y más grave aún, su independencia tanto como su viabilidad, encaramándose en necedades como pedir más y más presupuesto en tiempos de crisis, por consejeros deslenguados que pierden el piso permanentemente, por mantener semejantes sueldazos o de plano, verse tan parcial y tan firmante de pactos, cuando que –cual guardián de la ley– debería de saber que la ley debe cumplirse y no tiene que firmar pactos con nadie. Ni siquiera disfrazados de promoción del voto como lo ha hecho con Coparmex. Córdova es quien más ha violentado y por mucho, la independencia del INE y no es Dios.
¿Qué tiene que estar firmando el INE pactos por doquier? que no se pase de listo Córdova, sus segundones y sus asesores. La ley no se negocia ¿no es cierto? No practica lo que predica. No, no se le puede comprar semejante credencial democrática que no lo es. Si tanto cacarea neutralidad e imparcialidad, no la demuestra Córdova. Es el primero en comprometer los valores constitucionales enlistados para ser el eje del INE, traicionándolos al comprometerse con cualquier otra institución, además de una sabida de muy parcial como Coparmex. Puede decirse más alto, pero no más claro.
A santo de no sabemos qué, quienes aplauden a Córdova Vianello por abuchear así a López Obrador o al que sea, sostienen la peregrina idea –un monumento al desacierto– de que López Obrador es un malagradecido golpeando al INE al que debe el cargo, por el que es presidente; remachando la errática afirmación equiparable a rebuzno, de que por el INE, López Obrador es presidente. La primera respuesta a todo eso e imposible de ser ella más coloquial, consiste en un sonoro: ¿perdona?
Por principio de cuentas en un país de instituciones, aquellas están sujetas a leyes. Las electorales actuales para el caso mexicano, existen en gran medida por tres factores: a) La organización opositora para ir acorralando al PRI que tuvo que soltar gradualmente los derechos ciudadanos conculcados, secuestrados por sus abusos y fraudes. B) Existen esas leyes por el empuje ciudadano –otra vez los ciudadanos– cerrando filas votando por opositores que tuvieron los votos camerales y los elementos de presión suficientes para confeccionar leyes más justas y equitativas. Y c) en tercer lugar por leyes que plasman procedimientos que no ha lugar a conculcar ni mucho menos a personalizar los resultados electorales, ni por individuos ni a ser secuestrados por instituciones. Así que ni INE ni López como protagonistas.
En tal caso, López Obrador, como antes Peña y los anteriores, habrán ganado el cargo por los votos, por ser imposible revertirles el resultado obtenido y defendido, incluso, en tribunales y por la voluntad ciudadana, ultimadamente. En lo escrito como puede apreciarse, no figura el INE. Por eso no se saquen las cosas de quicio. En cambio, en más de una ocasión ha estado en entredicho la legitimidad del INE como autoridad imparcial. Su papel se limita a cumplir la ley y no a darle las gracias por hacerlo.
No, López Obrador no es presidente por el INE, lo es por mandado legal apegándose a las reglas jurídicas a las que también esta sujeto el INE y a veces olvida. Conviene decirlo. Es presidente gracias a que Morena en 2018 a diferencia de 2012, pudo cubrir mejor las casillas con representantes y así no le volaron la elección a López Obrador. Y eso tampoco fue gracias al INE, una institución sobradamente bien pagada como para que alguien todavía le deba algo que la ley no le obligue a cumplir. Darle las gracias no hace falta y acaso eso y no dárselas no es trascendente. El deber cumplido siguiendo a la ley es eso y nada más. Que nadie se equivoque.
Decir que López Obrador le debe el cargo al INE – institución obligada por mandato constitucional a no impedir triunfos legales, legítimos y sufragada ampliamente y a lo indecible por los impuestos de los contribuyentes– es tanto como cometer el error enorme de agradecerle a Zedillo que dio paso a la democracia (cosa falsa) cuando que su partido, el PRI, fue derrotado en las urnas en 2000 y no por otra cosa; y dicen, además, por no haberse opuesto a Fox, olvidando lo que hubiera significado eso: una guerra civil. Así de sencillo de entender. Para quien pueda, ya no por quien quiera. Zedillo no se opuso pese a la frase del líder priista ya entonces finado, Fidel Velázquez, enarbolando lo de “no nos dejaremos quitar por los votos lo que ganamos con las armas” simplemente porque ya no pudieron impedirlo el PRI y Zedillo ante la contundencia de votos opositores, mismo caso de Peña Nieto y de quien fuera, frente a López Obrador. Y quien no lo recuerde, que pregunte. Salinas y Zedillo dijeron extraviados, cada quien en su momento ya en el decadente priato: “entregaré el poder (sic) a quien gane las elecciones”. ¡Ja! nada más faltaba que no. Y todavía hay obtusos que dicen que hay que agradecerles, tal y como hubo lerdos priistas que aplaudieron a ambos mandatarios cual focas por decir semejante burrada, cada cual en su día. Lo que se ha tenido qué ver en este país. Así que agradecerle al INE…vamos….