Como en política nada está garantizado, las últimas tendencias electorales declinantes para Morena han obligado a Palacio Nacional a acelerar la mayor parte de las reformas estructurales determinantes del proyecto lopezobradorista. La hoy existente mayoría absoluta (51%) y mayoría calificada (67%) está garantizada para aprobar iniciativas, pero muchas dudas se abren después del 6 de junio.
La reforma para la prórroga del mandato del presidente de la Corte, las reformas contra el outsourcing, las leyes eléctrica y de hidrocarburos, entre otras, necesitan salir aprobadas de la Cámara de Diputados, aunque se estanquen en la falta de mayoría calificada de Morena en el Senado. Pero tendrá valor político la mitad del aval legislativo.
La mayoría absoluta de 53% de diputados en la Cámara de Diputados en realidad no se alcanzó en las votaciones del 1 de julio de 2018; por partido, Morena sólo acumuló 37.16% de votos, suficientes para 191 diputados de los 500, apenas el 38%; los legisladores que le dieron 257 diputados morenistas efectivos (no reales), el 51.4%, fueron producto de mecanismos legales de sobrerrepresentación, de compra de legisladores de otros partidos y hasta de préstamos. Sumados a Morena los votos hoy los diputados de PT, PES y Partido Verde se llega a 335, el 67% de mayoría absoluta.
A esas cuentas del gran capitán se agregan datos de última hora. En la votación de la reforma para prorrogar el mandato del presidente de la Corte la alianza morenista en la Cámara de Diputados perdió los votos de la bancada del Partido Encuentro Social –revivido por el INE como Partido Encuentro Solidario–, lo que prendió los focos de alarma sobre la anhelada mayoría calificada necesaria para modificar la Constitución sin la oposición.
En este sentido, el escenario para Morena se aprieta en la posibilidad de que no alcance la mayoría absoluta y, en el peor de los casos, tampoco la absoluta y entonces tenga que verse con un contexto conflictivo de cohabitación con la oposición; es decir, que tendrá que negociar, pactar y ceder posiciones a la oposición para aprobar leyes.
Las elecciones legislativas de mediados de sexenio son la prueba de fuego para el reforzamiento del poder presidencial: Salinas lo logró en 1991 y Peña en 2015, pero Zedillo lo perdió en 1997 y Fox y Calderón no lo consiguieren en 2003 ni en 2009. Sin mayoría absoluta de 51% o más en la Cámara de Diputados, la gobernabilidad del presidente de la república en turno se ve menoscabada en materia de impulso a sus proyectos decisivos transición sexenal y desde luego para operar la sucesión presidencial de la siguiente administración.
Después de haberse perdido en 1988, en el 2018 el partido en el gobierno logró mayoría absoluta para el presiente de la república y para su bancada legislativa en diputados. Y a pesar de haber tenido en los primeros dos y medio años de gobierno una ventaja cómoda en las encuestas para mantener esa mayoría absoluta, ahora Morena encara una desaceleración de sus simpatías en voto.
El problema de Morena se ha centrado en el hecho de que no pudo construirse como partido político, con estructuras territorial y de gobierno y quedó desde su fundación en 2014 como un movimiento de masas simpatizantes. A la hora de designar a sus funcionarios para la administración, el presidente López Obrador tampoco vinculó al partido con las decisiones de gobierno. Durante los dos primeros años de gobierno Morena fue un ring de lucha libre sin reglas, tumbándose unos contra otros y acusándose de corrupción entre todos.
La llegada de Mario Delgado a la presidencia del partido no introdujo orden partidista y estructural porque el presidente afirmó que no quería que Morena terminara como el PRI: un apéndice del gobierno y del Estado, aunque en los hechos así ha sido, aunque sin la parte de ese modelo que implicaba una fusión de intereses, grupos y corrientes que solían fortalecer al grupo gobernantes. Asimismo, Delgado careció de espacio y alianzas para distribuir el poder en las candidaturas y el modelo de sorteo no pudo cohesionar a un grupo sólido. Y finalmente, Morena tampoco logró representar clases y élites porque las candidaturas no interrelacionaron intereses.
A casi un mes de las elecciones del 6 de junio, el escenario para Morena se complica día a día. Casos de candidatos cuestionados fueron mal operados y causaron bajas y fracturas y decisiones presidenciales también dividieron grupos y redujeron lealtades.
Sin mayoría absoluta en la Cámara de Diputados sólo para Morena y sin mayoría calificada garantizada por aliados, la segunda mitad del sexenio será adversa para el estilo de ejercicio de poder del presidente de la republica. Y las posibilidades para las presidenciales y el Senado en 2024 no serán la optimistas que se pensaban para darle a la 4ª-T la garantía de cuando menos otro sexenio holgado en la presidencia.
@carlosramirezh
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