El llamado angustioso de Porfirio Muñoz Ledo para construir un frente amplio –otro, el enésimo– y ahora en defensa de la Constitución define en su adversario el tamaño de su fracaso –y el de sus aliados– en la transición democrática mexicana: el veterano político diazordacista quiere hoy una alianza contra López Obrador, el personaje sin duda producto de la rebelión priísta 1986-1988 y abanderado del modelo político propuesto entonces.
La confusión de Muñoz Ledo no se debe a la edad, sino a sus propias contradicciones…. priístas. El PRI educó a sus cuadros para la disciplina y el marco ideológico institucional. En realidad, Muñoz Ledo dio un nuevo giro a su enfoque político sólo cuando Morena le negó competir por la presidencia del partido y lo excluyó de la lista de candidatos a la reelección legislativa. De haberse dado, inclusive, sólo la diputación, el expriísta habría tenido que disciplinarse a las directrices presidenciales.
El paso de Muñoz Ledo para buscar a sus viejos aliados de 1986 también lo reveló sin la capacidad de convocatoria de antes. De manera educada, Cuauhtémoc Cárdenas acudió a una cita con Muñoz Ledo, pero dejó claro que no se sumaria al frente amplio cuyo contenido desconoce porque sus tareas políticas son otras. Y la economista Ifigenia Martínez, también de la Corriente Democrática del PRI de 1987, dijo que ella seguía siendo fiel a la 4ª-T.
Abanderado de su propia ambición personal, ahora Muñoz Ledo ha encontrado en las redes sociales una caja de resonancia para sus frustraciones.
Pero el asunto es más serio que el deseo de Muñoz Ledo de reelegirse para convertir la Cámara de Diputados en su cementerio de elefantes. Su activismo hoy permite una revisión de la propuesta de la Corriente Democrática que se rebeló ante el dedazo presidencial del presidente De la Madrid a favor de Carlos Salinas de Gortari y el ascenso al poder de esa generación de disidentes. López Obrador no participó de manera directa en esa movilización disidente en 1985-1988, pero sí se incorporó justo en 1988 como candidato a gobernador por el Frente Democrático Nacional en noviembre, después de la crisis electoral de julio de 1988 con el ascenso de Cárdenas a figura nacional disidente. En 1988 López Obrador perdió las elecciones con el 21% de los votos, reincidió en la elección de 1994 contra el priísta Roberto Madrazo y duplicó su votación, aunque sin ganar.
La Corriente Democrática del PRI fue creada en 1986 por Cárdenas, Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez y a ella se adhirieron prominentes miembros del sector progresista y nacionalista del PRI. Ese grupo se configuró después de un discurso pronunciado por Cárdenas, entonces gobernador priísta de Michoacán, para convocar la defensa de la Revolución Mexicana. La CD se cohesionó en 1987 para combatir por la apertura de la designación de candidato presidencial priísta en la asamblea nacional del PRI y perdió la batalla; a finales del año, Cárdenas aceptó la candidatura presidencial del PARM y ello provocó de hecho su autoexpulsión del PRI; le siguieron Ifigenia y López Obrador.
La CD de 1988 fue el cimiento de la transición política: en 1989 tomó el registro del Partido Comunista y fundó el PRD, en 1997 el PRD ganó con Cárdenas el gobierno del DF y construyó con Muñoz Ledo el Grupo de los Cuatro que tomó el control de la mayoría absoluta opositora de la Cámara de Diputados, potenció el espacio en el 2000 para la alternancia hacia el PAN en la presidencia de la republica, se dividió en 2014 para que un parte se convirtiera en Morena y alcanzó la presidencia de la república en 2018.
En treinta años consiguió la disidencia cardenista romper con el PRI y conseguir el poder presidencial, pero apenas pudo mantener la unidad interna dos años. Muñoz Ledo, siempre pensando en sí mismo, comenzó a revolver las cosas en el bloque gobernante a finales de 2020 con su intención de presidir Morena. A sus 87 años de edad exhibió sus deseos de rehacer piedra por piedra a Morena, aunque había sido el segundo y gris presidente formal del PRD en 1993-1996 y le entregó la dirección del partido a López Obrador. Luego, por estados de ánimo, deambuló con el PAN de Fox, regresó al PRD y terminó asilado en Morena con López Obrador, quien tuvo la deferencia de hacerlo presidente de la mesa directiva en septiembre de 2018 para que fuera él, con el simbolismo de su figura y de su viejo discurso transicionista, quien le colocara la banda presidencial.
Hoy Muñoz Ledo es un enemigo –fase superior del adversario– de López Obrador y de Morena. Pero no sólo se ha quedado aislado y solitario, sino que le debe a los mexicanos una explicación del fracaso de la transición de 1988 porque, según sus propias palabras, el país va con López Obrador rumbo a la dictadura de un sólo hombre, como lo fue el PRI en los años gloriosos del diazordacismo en los que el propio Muñoz Ledo brilló y se consolidó con su verbo ciceroniano después de la represión de 1968.
Hoy Muñoz Ledo es, si acaso, una caricatura de sí mismo.
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