Reforma fiscal, ¿para qué?

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Está de moda proponer reformas tributarias con el fin de elevar la recaudación del gobierno para que emprenda gastos sin fin, desde crear un estado benefactor universal, redistribuir el ingreso y la riqueza, invertir en infraestructura con una definición amplísima, hasta solucionar el calentamiento global.

La jeremiada de algunos en México, con años criticando que la recaudación es muy baja para financiar un “Estado moderno,” está errada al ignorar las muchas otras exacciones que el gobierno impone a los ciudadanos, que en muchos casos superan el 50% de sus ingresos, y los pésimos servicios que ofrece a cambio.

La ficción que México accedió a la modernidad queda en evidencia por la forma caprichuda en la que decide gastar el gobierno, sin la menor atención a las necesidades de la población y atendiendo sólo a las ocurrencias del líder, en proyectos que no superan el más mínimo análisis de costo-beneficio.

Todo esto viene a cuento pues se da por hecho en los mentideros políticos que se prepara la gran reforma fiscal para después de las elecciones del 6 de junio, que aceptan los dirigentes del sector privado con notable miopía pues la reforma que ellos anhelan es bien distinta a la que prepara un gobierno que nunca les ha hecho caso.

Además, es necesario considerar las circunstancias políticas de los países pues el alzamiento popular que siguió al anuncio de la reforma fiscal del presidente de Colombia, Iván Duque, que incluía extender el IVA a entierros y servicios funerarios cuando han muerto casi 100 mil por la pandemia, es muy entendible y marca la segura expiración de su gobierno.

Lo sucedido en Colombia es reminiscente de los disturbios chilenos de hace dos años en respuesta a un modesto aumento en la tarifa del metro de Santiago, que a pesar de exentar a los estudiantes, escaló con su liderazgo a niveles de violencia extrema, lo que indujo a votar por una nueva constitución que será redactada sobre todo por extremistas de izquierda. ¿Será el fin de su milagro económico?

En EU también se cocinan reformas de gran calado aunque sólo pagarían por la mitad de los colosales planes del gasto propuestos. La intención es gravar más a las empresas y a los ricos, pero, de no eliminarse los enormes boquetes que permiten eludir los impuestos justo a los ricos, fracasarán en su intento.

Hay que recordar que la incidencia de los impuestos -quién los paga en realidad- es muy distinta a la apariencia. Como preguntaba retóricamente un viejo amigo, ¿alguna vez has visto a una Sociedad Anónima caminar por la calle? Los impuestos a las empresas los pagan sus dueños o sus empleados o los consumidores de sus bienes y servicios, y se divide entre ellos según el caso.

La historia de los impuestos y la importancia enorme que han tenido en el devenir de las naciones, mucho mayor de lo que se piensa, es fascinante y permite explicarnos lo mucho que han cambiado las cosas a resultas del gran progreso ocurrido, y lo poco que lo ha hecho el apetito recaudatorio del gobierno.