La vacuna del coronavirus no ha dejado de estar exenta del contexto propio de la geopolítica, tampoco logró librarse de la campaña electoral de Estados Unidos celebrada el pasado 3 de noviembre.
El presidente Donald Trump y candidato, por el Partido Republicano para la reelección -que no consiguió- prometió que la vacuna sea la de Moderna, AstraZeneca o Pfizer estaría lista en su país, a más tardar, a finales de octubre.
La propia Federal and Drug Administration (FDA) reconoció presiones desde la Casa Blanca para que aprobasen una vacuna contra el coronavirus antes de las elecciones.
Finalmente, el pasado 9 de noviembre, Pfizer dio a conocer que su vacuna desarrollada junto con la germana BioNTech generaba un 90% de inmunidad, y que estaba lista para concluir con la última fase y comenzar así con su comercialización. Se trata de la primera vacuna inminente para Occidente a partir del ARN mensajero (vacunas con ácidos nucleicos).
El anuncio generó alguna controversia: horas después de la noticia y una vez que las principales bolsas del mundo rebotaron, Albert Bourla, consejero delegado de Pfizer, vendió el 62% de sus acciones.
En la fase III de experimentación, ni Pfizer ni BioNTech, han reportado problema alguno en materia de seguridad contra la vida humana de los voluntarios en los que se ha experimentado el suero.
Todo lo contrario a lo sucedido con la británica AstraZeneca que hace un par de meses paró los ensayos con su vacuna (fabricada con el adenovirus de un chimpancé) debido a afectaciones en varios de sus voluntarios en Reino Unido; y fuera de sus fronteras, hay un paciente fallecido en Brasil.
Trump no ha dejado de reprochar en sus redes sociales que Pfizer presentase su vacuna seis días después de las elecciones a la Casa Blanca y no lo hiciese seis días antes de las mismas.
“Como llevo diciéndolo: Pfizer y las otras compañías decidieron anunciar una vacuna después de la elección porque no tuvieron el coraje de hacerlo antes; de otra forma, la FDA debería haberlo hecho desde hace tiempo no por razones políticas sino para salvar vidas”, escribió encolerizado.
Desde marzo pasado, el dignatario norteamericano ordenó sendas contribuciones del erario de su país, a través del Departamento de Salud, para un grupo de compañías farmacéuticas privilegiadas con subvenciones y algunas financiaciones por un total de 10 mil 761 millones de dólares.
Las compañías farmacéuticas beneficiadas han sido: Moderna con 2 mil 455 millones de dólares; igual que Pfizer y BioNTech con 1 mil 950 millones de dólares; AstraZeneca y Oxford con 1 mil 200 millones de dólares; Novavax con 1 mil 600 millones de dólares; Jonhson & Johnson con 1 mil 456 millones de dólares y GSK con Sanofi con 2 mil 100 millones de dólares.
A COLACIÓN
¿Cuál era la única condición a cambio de este impulso financiero para acelerar sus investigaciones para la vacuna del SARS-CoV-2? La responsabilidad de suministrar a Estados Unidos, primero antes que a otro país, 300 millones de dosis iniciales.
¿Qué sigue con Pfizer? La empresa norteamericana ha señalado que en los próximos días solicitará a la FDA su licencia de “urgencia” para registrar la patente y comenzar su producción y comercialización lo más rápidamente posible en territorio estadounidense.
Por su parte, Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, cerró un acuerdo de compra de 200 millones de dosis de la inmunización de Pfizer y BioNTech con la opción de adquirir otros 100 millones más y que serán repartidos entre los 27 países miembros del cónclave; queda por resolver cómo transportar y almacenar la vacuna a -70 grados bajo cero para su correcta conservación.
@claudialunapale