La subcontratación, outsourcing, en sí misma es anormal y escamotea derechos laborales ya consagrados. Se le puede dar muchas vueltas, pero atenta contra tales.
El outsourcing difumina, si no es que elimina, al patrón real y las prestaciones de ley. Oculta al que por ley debe atender las prestaciones, cubriéndolas. ¿Qué eso no es en automático y que no todos los patrones abusan? Vaya usted haciendo la lista de aquellos que no. Sucede que sí abusan y eso es lo importante y de forma mucho más generalizada de lo que quiere reconocerse. Porque menuda campaña se ha desatado contra atender el tema. Debe rechazarse tanta mentira y medias verdades tratando de defender lo indefendible. Por el contrario, atender el outsourcing es una promesa de campaña de López Obrador, a la que Anaya prefirió sacarle la vuelta. Pues a cumplir, que se haga o no, de todas formas no gusta López ¿no es cierto?
Que no es el patrón quien debe pagar prestaciones pues subcontrata; que no lo es quien subcontrata al tercero porque el patrón es el otro y ese tercero, el trabajador, al final de cuentas queda al garete. El subcontratante directo tampoco se asume. ¿Entonces? El que pierde es el trabajador. No recibe las prestaciones de ley que tocarían del lugar físico donde labora ni tampoco las obtiene de parte del subcontratante que aduce no ser patrón. ¿Entonces? Lo cierto es que el trabajo se desempeña. Si alguien se hiciera cargo de las prestaciones, ni quien repelara. Pero no sucede. Aquí el tema es que todos las evaden. Sencillo de entender. Y encima replican diciendo; no las pidas o ya no hay trabajo. Vaya desvergüenza.
Sume usted el desbarajuste de categorías a que se somete al trabajo en México. Ganas a destajo, por honorarios, asimilados, el sueldo, el salario. Total, con lo sencillo que sería un simple: se paga tu trabajo, se te dan prestaciones. Punto.
La realidad ya sabemos que es otra. Aunemos el crimen del outsourcing; crimen múltiple: cancelar derechos, evadirlos, esa sostenida y sistemática privación de derechos, el escamoteo de prestaciones, la desigualdad laboral entre los contratados y los subcontratados en la misma empresa –de compañías y corporativos a pasantías y universidades, da igual– y que encima se reporten menos ingresos pagados al trabajador tanto al fisco como al IMSS y, de plano, se evada el pago de impuestos. El panorama resultante es atroz. El patrón gana de todas, todas y el trabajador pierde de todas a todas. Así de sencillo.
Y pese a este atroz panorama explotador, hay quien te dice que no debe desaparecer o se perderán empleos, muchos, millones, y que la culpa sin duda, es de López Obrador que divide al país con ese tema. ¡Vaya tontería! Hay que tener mucha cara para sostener lo que este párrafo repite al inicio dando a conocer opiniones que circulan. El outsourcing como los bajos salarios han sido acicate de nuestro “desarrollo” y su eliminación el espantajo que justifica su explotadora continuidad, que debe de rechazarse. Por supuesto que sí.
Porque entonces ¿qué procede? ¿qué se propone? ¿qué no se hable del outsourcing y se solape su insana práctica en detrimento de la clase trabajadora? ¿qué siga la explotación al pueblo de México, tal y como está, apoyada en outsourcing y bajos salarios? Con una manera que se legalizó –nació mucho antes– en definitiva en 2012, en una contrarreforma laboral de la que ni el PAN ni el PRI, en esos momentos de transición sexenal, quisieron asumirla, cobardemente. Una queempobreció a la clase trabajadora gracias al outsourcing.
Habrá nacido solita ¿verdad? ya.
Y sí, señores, la inversión y el capital son importantes y no hay que ahuyentarlos, pero en esa eterna dicotomía trabajo-capital, sin el trabajo también se van al garete inversiones y capitales. También es sencillo de entender. Así que más vale a ambos, el entendimiento.
Todavía ante la oposición generada por su aprobación, los instrumentadores aseguraron que la aplicarían y según caminara, la revisarían, cosa que jamás hicieron. Así, llevamos 8 años soportando la explotación legal del pueblo de México. Esos mismos diputados, destaco al PAN, que la aprobaron en el otoño de 2012, son los mismos señalados como aquellos que recibieron los maletines repletos de dinero para aprobar esa reforma energética vendepatrias cuya autoría fue del PRI. A ellos el outsourcing les hace los mandados. Lástima que no todos lo mexicanos recibamos maletines llenos de dinero por nuestra linda cara, con los cuales compensar las pérdidas que nos genera el outsourcing.
Es para rechazar argumentos tan desvergonzados que aseveren que debe continuar esa modalidad. Similar argucia va al decir que gracias a los salarios bajos, hay empleo. ¡Basta de mantener esa explotación normalizada en todos los órdenes! Un trabajador mexicano por lo visto, no tiene entonces derecho a aspiraciones de mejor bienestar y no se diga que no trabaja o que lo haga al doble si lo quiere. Muchos ya se dejan la jornada en ello. ¡Basta de tanta desvergüenza! ¿Le parece bonito el argumento que se suele repetir en las universidades donde es frecuente el outsourcing y el escamoteo de prestaciones, diciendo a los profesores que el profesor pues trabaja por gusto, antes que por aspirar a un mejor sueldo? Se les escamotean prestaciones y te lo dicen el discursillo de la entrega y poner cara, unos directivos en autos último modelo, ellos, que no renuevan contrato cada 4 meses y sí reciben aguinaldo y suman antigüedad. Y se quedan tan tranquilos. Sea pues. Para preguntarles: ¿ustedes ya comieron? En los medios a defender el outsourcing, se repite la palabra “algunos”. Algunos empresarios abusan, algunos les dan menos, algunos registran menos salarios. ¿Algunos? ¿cuántos? Si se está por regular tan expoliadora práctica –así sea insinuando su desaparición– no es porque solo sean algunos. Es generalizado el abuso, como lo ha sido.
Un efecto directo de la subcontratación, ligada a la empobrecedora reforma fiscal de 2013, fue afectar prestaciones que ya no costeaban a los empleadores. Una cosa llegó con la otra. Y en efecto, uno de los efectos de la subcontratación fue la perdida de prestaciones aun entre trabajadores contratados y la consagración del tramposo contrato de término de periodo con continuidad de laborar firmando uno nuevo. Sí, justo para cortar antigüedad y ahorrarse lo que les toque a los patrones poner de beneficios para el retiro de sus trabajadores. Entre otras cosas. No, no es algunos, es bastante generalizado el abuso e incluso, desde antes de la reforma de 2012.
Por último, que no se pierda de vista que el T-Mec existe bajo la advertencia de grupos yanquis de plantear que los bajos salarios, los salarios de hambre en México, atraen a sus empresas, perdiendo ellos. Clamaban y así se acordó que los mexicanos ganaran más. Entiéndase: no lo piden por querernos mucho, sino para que sus empresarios permanezcan en EE.UU. y sus empleos. Al no ser atractivo marcharse a México. Pues bien, no mejorar las condiciones de la contratación en México –se entiende que eso implica respetar prestaciones y eso le costará más al empleador, desde luego– puede acarrear demandas estadounidenses ahora amparadas, avaladas en el T-mec.
Asimismo, conceder mejores salarios implica que vendrán menos inversionistas si pagarlos de hambre, ya no sea posible y atractivo, así como escamotear prestaciones. Les redituaba, lo que ahora dejaría al mexicano frente a su realidad: poner fin a estas prácticas abusivas por sí mismo e impedir por fin, que otros lo hagan. Como puede verse, en todas las ecuaciones se implica dejar la subcontratación de lado, al menos como está planteada o utilizada, pues ha escamoteado a los trabajadores y encima, por si faltase algo, ha afectado a instituciones del Estado con el beneplácito de muchos actores ligados al tema. La banderita de crear empleos precarios o nada, es inadmisible. ¿Es que no se tiene derecho a mejores empleos y a mejores salarios? La cultura laboral mexicana los desprecia. Erradicar la insana practica del outsourcing es dignificar el trabajo y urge. Y es desalentador ver que hay quien no quiere acabar con este círculo vicioso.