Una polémica tercera dosis

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Las vacunas son la única herramienta real y conocida para evitar que la gente muera por coronavirus, aunque permean dudas alrededor de la duración de la inmunidad provocada por las mismas. Esa es la gran interrogante del momento que solo, el tiempo y la evidencia humana, podrán responder con certeza.

La propia OPS y OMS saben que hay gente no vacunada que se contagia de Covid-19 y muere; que hay gente que se contagia y no desarrolla ningún síntoma (son los asintomáticos) y, sin embargo, propaga el virus o se infecta y puede tener una enfermedad similar a un catarro.

Pero también hay gente inmunizada que, entre la primera y la segunda dosis, adquiere el virus y en unos casos padece una enfermedad leve o bien en otros, termina ingresada en un hospital e inclusive fallece. El gran error es que la gente relaja las medidas, simplemente se confía.

La respuesta de cuánta inmunidad se logra, su duración, eficacia y eficiencia provista por la inoculación depende del grupo etario y de la calidad de su salud. Pero con la vacunación tan reciente, ante un virus nuevo, no hay estadísticas con una serie de tiempo concisa en la que se evalúe el comportamiento de cada grupo etario.

Sin embargo, varios países con elevadas cuotas de vacunación poblacional,  han dado el paso de aplicar una tercera dosis antiCovid, bajo la intuición de que así lograrán controlar la situación del contagio y de la incidencia de la enfermedad. Sin reconocer que se han equivocado en levantar –demasiado pronto– las restricciones de salud pública, adoptadas desde hace meses, para frenar la velocidad de transmisión del virus.

El entonces premier israelí,  Benjamín Netanyahu, ordenó que su país fuese uno de los primeros en comenzar con la vacunación contra el SARS-CoV-2 justo un día antes de la Nochebuena de 2020.

Para marzo del año en curso, con más del 50% de la población inmunizada, Netanyahu sumido en un campaña electoral para buscar la reelección por otro período más (tras doce años en el poder) presumió de ser la nación que volviese más pronto que todos a la normalidad y ordenó el relajamiento de las normas quitando el uso de  las mascarillas, tanto en interiores, como en exteriores y permitiendo una convivencia normal como si la pandemia hubiese tocado a su fin… al  menos en Israel.

Sea por razones políticas o no, Netanyahu dejó el gobierno finalmente el pasado mes de junio, con un población que, a pesar de la alta inoculación, sigue sujeta a los contagios y a la transmisión del virus. El nuevo primer ministro, Naftalí Bennett, ha reimpuesto el uso de la mascarilla, tanto en interiores, como en espacios públicos y ha girado instrucciones para inyectar una tercera dosis de la vacuna antiCovid (sin datos científicos fiables para avalar dicha decisión) como un refuerzo para la población más vulnerable, bien por razones de edad o aquejada por patologías previas o diversas comorbilidades.

 

A COLACIÓN

Además de Israel, la tercera dosis ha comenzado a aplicarse en Alemania y Reino Unido, este último también arrancó pronto su campaña de inmunización  a finales de 2020. Al igual que Israel, el primer ministro británico, Boris Johnson, ha cometido el desatino  de levantar demasiado rápido las medidas de salud pública una vez alcanzada  la inmunización en más del 50% de su población. Los contagios siguen, así como las hospitalizaciones y los fallecimientos, porque el relajamiento de las restricciones ha propiciado que la variable Delta circule con mayor facilidad, primordialmente, entre los grupos etarios no inmunizados hasta ahora.

En España, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, no descarta que el país ibérico pueda implementar una tercera dosis, lo está estudiando si bien no hay fecha previsible.

Para, Tedros Adhanom, director general de la OMS, lo que está aconteciendo tiene que ver más con el egoísmo de los países industrializados que con una imperiosa urgencia de aplicar una tercera dosis; el mecanismo COVAX, creado por el organismo para facilitar los viales a los países con menores ingresos y evitar que quedasen rezagados, está resultando un fracaso: solo ha captado 177 millones de viales, cuando su propósito inicial era recibir dos mil millones de dosis.

Adhanom denuncia una disparidad en la vacunación entre los países, favoreciendo la reproducción del patógeno con múltiples cepas esparcidas bajo el riesgo de que el SARS-CoV-2 termine siendo un virus más resistente y peligroso.

“Los países ricos y con ingresos medios acaparan el 80% de los viales… hay  una inequidad, mientras los países ricos administran casi 100 dosis por cada 100 habitantes, en los más pobres, la relación es de 1.5 por cada 100 habitantes; una tercera dosis en los países más ricos llevaría a un mayor retraso en los menos favorecidos. Con vacunas para todos, en dos meses,  podría inmunizarse al 10% de la población de todos los países rezagados”, clama el titular de la OMS desde la sede en Ginebra.

Hasta el momento no hay ninguna evidencia científica que pruebe que una tercera dosis es necesaria para la población ya inmunizada, algunos inmunólogos quizá, no la descartan sobre todo para reforzar a los grupos más vulnerables no solo de mayores también de personas inmunodeprimidas, pacientes con cáncer o con trasplantes. El problema de tanta improvisación en la que sobre todo pesan más las decisiones políticas y económicas es que, la gente, al final perderá la fe en la ciencia y en la vacunación. Debemos evitarlo…

@claudialunapale