Doble estándar

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Joe Biden aceptó tácitamente la responsabilidad de Estados Unidos con las personas que los ayudaron durante los largos veinte años de la guerra desastrosa que sostuvieron en Afganistán. No queda duda de que está en peligro la vida de los colaboradores, así que protegerlos es un acto humanitario y una responsabilidad política y ética. Es de justicia reconocer lo certero de la decisión del presidente, aunque siempre hay bemoles.

La decisión presidencial se topó con la burocracia que impone criterios para revisar la validez de la solicitud de refugio de los colaboradores con los invasores. La velocidad que le imprimen al proceso tortuoso de revisión de solicitudes de los burócratas ha provocado un rezago enorme al grado que las hay que llevan años sin resolverse, y ahora en medio del desastre, del anuncio de la salida, la burocracia quiere/reclama la oportunidad de seguir revisando las solicitudes. Debería quedar claro para la burocracia y por ende para el gobierno que una cosa es esperar a que se resuelva una petición con un equilibrio precario y otra a que se espere escondido con una amenaza de muerte pendiendo sobre la cabeza, ah, pero ya declaró Biden que van a enviar a la gente a un tercer país para desde ahí, con calma, seguir revisando las peticiones. Ya veremos los campos de refugiados cuya existencia se prolonga por años en espera de una resolución burocrática prolongando la deshumanización de las responsabilidades políticas.

Esta situación es mala, pero empeora si mencionamos que Estados Unidos una vez más usa un doble estándar, o sea que no hace lo mismo con otros países donde jugó un papel central en la destrucción de instituciones y procesos políticos, Iraq y Afganistán son ejemplos claro, pero los hay en varios continentes, hablemos sobre América Latina.

Tal vez a partir de determinar que la expansión era el destino manifiesto de Estados Unidos, el gobierno estadounidense lleva décadas agrediendo a los países, ya sea la invasión de México y Grenada, golpes de Estado en Guatemala o en Chile, la imposición de modelos de manejo de drogas en Colombia y en México al decidir ignorar que son el mayor importador de drogas en el mundo y culpan a los productores o de tránsito de su degradación moral o el entrenamiento de militares torturadores y sanguinarios que asumen la lucha contra el comunismo; insisten en exportar sus modelos de gobierno, a México le impusieron un modelo carcelario, certificaron cárceles con la colaboración de los criminales y hoy la mayoría está auto gobernada por criminales;  y se siguieron con un modelo judicial que ha generado tensiones innecesarias, como el juicio y absolución del asesino confeso de la hija de Marisela Escobedo. No dejemos de lado que se aferran a seguir ocupando territorio cubano para encarcelar por décadas a personas sin juicio.

Estados Unidos ha insistido en exportar su modelo político como si fuera la panacea democrática, aunque para ello rompa con los acuerdos sociales, políticos y religiosos existentes a dónde llega, exigieron que las tribus musulmanas reconocieran el valor del bipartidismo como fórmula irrefutable, o la versión del Estado de Derecho estadounidense dónde se compra influencia y hasta el resultado de juicios. No en vano preguntan sobre quién es mejor abogado, el que conoce la ley o el que conoce al juez.

Estados Unidos se abroga el derecho de agredir gobiernos por su corrupción mientras descarta atender las quejas por los niveles de corrupción que se dan en sus escenas de guerra y que no pueden justificar el gasto de miles de millones de dólares en guerras artificiales diseñadas para beneficiar a los amiguetes del poder (¿te acuerdas Bush?). Hasta el cine ha cubierto el tema de la gran corrupción, pero todo se justifica porque apoyaban la lucha por la libertad por medio de mercenarios y la vida de jóvenes que acudieron al ejército como medio para salir de la pobreza.

Qué bueno que las visas especiales para colaboradores le darán la oportunidad a muchos afganos para empezar una nueva vida en Estados Unidos, mientras que a los miles de solicitantes de asilo político de Centro América, México y otros países desestabilizados por la geopolítica estadounidense, los encarcelan o deportan sabiendo que morirán en manos del crimen autorizado que propició Estados Unidos. Recuerdo por cierto el caso de un funcionario mexicano que colaboró con Estados Unidos en su nefasta guerra contra el narco y lo premiaron con 20 años de cárcel. Sin duda, un doble estándar.

@shmil50