Los imperios no duran una eternidad. La caída de la hegemonía estadounidense en el siglo XXI solo podrá ser detenida con otra gran guerra mundial.
La pérdida de hegemonía, de predominio, de credibilidad y de liderazgo por parte de Estados Unidos en la gran aldea global seguirá acompañada por el desplazamiento económico y, en definitiva, por la caída del reinado del dólar.
La Unión Americana ha librado diversas guerras en la época contemporánea que responden a sus intereses individuales; su potestad y supremacía bélica, por mucho tiempo han impuesto miedo y respeto. Ahora, un pequeño país agreste, tribal con un montón de problemas sociales, humanos y económicos pero rico en la producción de opio y cuna de muchos movimientos terroristas, le planta cara a Goliath y veinte años después lo expulsa de una manera humillante.
Y peligrosa: porque el mensaje es potente, sobre todo para los grupos terroristas que bajo el salafismo yihadista operan en varios países del mundo islámico y son muchas células desagregadas nutridas por su odio a Estados Unidos… su odio a todo lo que Occidente representa que son los valores contrarios a todo lo que en su obcecado fundamentalismo defienden.
Al momento de escribir esta columna, se han sucedido dos atentados terroristas en Kabul, uno en el aeropuerto y otro, a 200 metros en las afueras de un hotel; hay más de 60 civiles muertos y una docena de militares norteamericanos fallecidos.
El atentado perpetrado por el Estado Islámico ha puesto al presidente Joe Biden en una delicada tesitura: permanecer con las tropas en Afganistán y librar una guerra en serio con los talibanes y el Estado Islámico y todas las fuerzas contrarias a seguir con la ocupación; o bien replegarse, lo que significa no contestar inmediatamente al daño provocado, continuar con la evacuación pactada, cumplir con los tiempos y completar la misión sacando las tropas antes del 31 de agosto.
Biden ha optado por la segunda opción, no sin antes aclarar que, en su momento, su país cazará y hará pagar a los culpables del daño infringido. ¿Prudencia o debilidad? Conociendo todo el potencial militar norteamericano, desde mi óptica es más que nada una señal de debilidad y de pérdida del sentido de la estrategia que tendrá a sí mismo consecuencias en Occidente.
A COLACIÓN
Apenas los aliados celebraban –como una bocanada de aire fresco– el arribo del demócrata Biden a la Casa Blanca, tras cuatro años de desencuentros frenéticos con el republicano Donald Trump, cuando la presurosa “huida” de Afganistán del ejército norteamericano precipitó las mismas carreras en los otros contingentes militares de la OTAN.
Se ha abierto otra grieta entre los aliados europeos y Estados Unidos detonada por el desencuentro en las formas de cómo irse y cómo gestionar la evacuación de los connacionales y cooperantes afganos a marchas forzadas en medio de un caos alrededor del aeropuerto de Kabul.
El premier británico, Boris Johnson, citó a una histórica reunión virtual de urgencia de los países miembros del G7 acompañados además por las máximas autoridades de la Unión Europea (UE); la intención básica que los líderes del mundo occidental encontrasen una hoja de ruta primero, para obtener un plazo mayor de tiempo para seguir con las evacuaciones desde Kabul; segundo, para tener un frente común hacia cómo dialogar con los talibanes sin reconocerlos como gobierno; tercero, velar por la seguridad común frente al terrorismo; y, cuarto, la ayuda humanitaria a Afganistán para evitar un nuevo éxodo que termine recalando en Europa.
Biden zanjó la reunión en siete minutos, con una negativa a quedarse más allá del 31 de agosto. No se sabe, bien a bien, cuántas personas extranjeras se quedan en Afganistán, pero los talibanes que van a formar gobierno, han aseverado a diplomáticos alemanes que permitirán vuelos comerciales y la salida de la gente que así lo quiera hacer. Alemania ha prometido que incrementará la ayuda humanitaria para Afganistán.
Lo mismo anunció Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, al cuadruplicar la ayuda humanitaria de 57 millones a 200 millones de euros aunque congeló mil millones de euros de los programas al desarrollo hasta ver que los talibanes respeten los derechos humanos.
Los aliados entran en una fase catártica de evaluación de su presencia en Afganistán invocados por la activación del artículo 5 de la OTAN que en su momento realizó el presidente George Walker Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y que señaló al saudita Osama Bin Laden y Al Qaeda como autores de los lamentables hechos terroristas.
Bush se aferró ante el Congreso de su país en señalar que Bin Laden estaba en Afganistán y así se aprobó la invasión y un presupuesto extraordinario para el Pentágono. La paradoja es que, el presidente Barack Obama, anunció a su país, que fuerzas especiales de los Seal mataron a Bin Laden –la noche del 2 de mayo de 2011– en una casa ubicada en Abbottabad, Afganistán. Una paradoja más de una invasión llena de errores y de mentiras…
@claudialunapale