Esta letal pandemia, desde su llegada a México, el 27 de febrero y hasta el 19 de noviembre, según la cifra oficial, había cobrado la vida de 100,104 personas, explicada esa terrible cifra, en una gran parte por una política pública llena de equívocos.
Las siguientes imágenes y declaraciones, tristemente memorables, son la síntesis del monumental desatino.
AMLO, el 28 de febrero, declaró estamos preparados para enfrentar al Covid, que no es grave y que la influenza es más mortal, en el ciclo 2018-2109 había provocado 838 fallecimientos.
AMLO, el 2 de marzo, “No habrá problemas económicos por coronavirus; conservadores quieren que nos vaya mal”.
AMLO, se negaba a suspender su mítines, en los cuales repartía besos y abrazos, incluso el 17 de marzo sube a su cuenta de twitter una fotografía besando a una niña.
AMLO, el 18 de marzo en la mañanera, dice que contra el Covid “El escudo protector es la honestidad…y el Detente”
AMLO, el 14 de abril, se lanzó contra Eugenio Derbez, éste último declaró que había carencia de insumos para médicos y los pacientes vivían una situación “precaria”, en el mismo tenor el gobernador de Baja California dijo los médicos carecen de protección suficiente “están cayendo como moscas”.
AMLO, el 27 de abril, con mil 434 muertes afirmó jubiloso “domamos el virus”.
AMLO, se niega a usar el cubrebocas y el 24 de julio argumenta “No está científicamente demostrado que el cubrebocas ayude”. Aunque desde el 4 de abril la OMS -Organización Mundial de la Salud- la máxima autoridad sanitaria a nivel internacional, recomendaba su uso.
López Gatell, la máxima autoridad sanitaria en el tema, el 3 de marzo, declaró “que no se necesitan pruebas de coronavirus para atender a los pacientes”; “tampoco hay necesidad de un hospital especial para el tratamiento” es una infección respiratoria más.
López Gatell, el 16 de marzo, afirmó que hacer pruebas no sirve de nada, para reiterarlo el 18 de mayo “No tiene sentido hacer prueba tras prueba, cuando la mayoría de esas pruebas darán un resultado negativo…es bastante ineficiente como estrategia de evaluación”. En el lado opuesto, el Director General de la OMS, desde el 3 de marzo fue claro: “Tenemos un simple mensaje para todos los países: test, test, test”.
López Gatell, el 27 de febrero, declaró que se esperaban cerca de 6 mil muertos y un escenario catastrófico serían 60 mil; igualmente, el 16 de abril, anticipó que la pandemia finalizaría el 25 de junio. Todavía el 4 de junio continuaba diciendo que 60 mil sería una catástrofe.
Por su parte, Miguel Barbosa, el gobernador de Puebla, el 25 de marzo, afirmó “Sólo los ricos tienen riesgo de contagiarse de COVID-19, los pobres somos inmunes”.
Zoé Robledo, Director del IMSS, fue acusado a inicios de mayo, de haber incurrido en actos de corrupción: no sólo le había asignado compras directas a empresas familiares, sino había pagado al hijo de Manuel Barlett sobreprecios en la adquisición de equipo médico.
Lo que nos queda claro a casi nueve meses, es el pésimo manejo de la pandemia, que si bien es algo nuevo y que en todos los países ha generado problemas, en el caso de México, se ha conjugado el peor de los mundos, una actitud irresponsable del presidente, más un estilo fatal del subsecretario Gatell con un cúmulo de errores terribles, sin faltar una absurda declaración del gobernador Barbosa: sólo le da a los ricos, más la endémica corrupción de nuestra clase política.
El resultado no se hizo esperar: ni estábamos preparados, las pruebas masivas, que aquí no se utilizaron, son una política pública adecuada para cortar la cadena de contagios, pero eso sí, los besos y abrazos resultaron una de las formas más efectivas para propagar el virus, el Detente no nos protegió, mientras que el uso extensivo del cubrebocas, se puso en duda, siendo una de las mejores estrategias para evitar la propagación, el daño económico fue monumental: una contracción en el segundo trimestre de 18.7%, la mayor de que se tenga registro, la cifra real de fallecimientos está 16.6 veces arriba de la esperada y casi el doble de la que se consideraba catastrófica, el desempleo se disparó en 12 millones, los pobres resultaron los más afectados tanto en salud como en la economía y además se agregaron más de 10 millones a la peor de todas las pobrezas: la extrema, no tienen ni para comer. Por donde se le quiera ver, estamos viviendo un fracaso total y absoluto en el manejo de la pandemia.
Y como si lo anterior no fuere suficiente, hasta septiembre de este año se registraron 718,090 deceso, pero se tenían previstos 524,920 lo que suguiere que hubo 193,870 adicionales y todo indica que estuvieron relacionados directa o indirectamente con el mortal virus.
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