AMLO, segunda parte Política: cambio de régimen, pospuesto y oportunidad perdida

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Si el discurso político de Andrés Manuel López Obrador fue siempre el de cambio de régimen, el saldo de la primera etapa de su sexenio está muy lejos de haber avanzado en esa dirección estratégica. Y si bien ha realizado algunos cambios en las estructuras políticas, económicas, sociales, de poder, de Estado y constitucionales, en el fondo se ha tratado de decisiones aisladas sin una propuesta formal del nuevo régimen deseado.

En este sentido, la agenda presidencial para la segunda mitad del sexenio seguirá el mismo rumbo de modificaciones aisladas, sin que exista no sólo una propuesta de reforma del sistema político/régimen de gobierno/Estado/Constitución, sino que no se perciba en el corto plazo una iniciativa formal de reforma del Estado neoliberal delamadridista-salinista y por lo tanto las adecuaciones legales carecerán de una articulación estratégica.

En el fondo y a partir de interpretaciones, se puede apreciar la existencia de cuando menos un objetivo estratégico fundamental: la reconstrucción del predominio económico, político y social del Estado y, por lo tanto, la reforma del Estado neoliberal que se creó en el periodo 1979-1994, del arribo de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari a la Secretaría de Programación y Presupuesto para reformular el proyecto histórico de la Revolución Mexicana y sustituirlo por el mercado, hasta llegar en 1994 a la puesta en marcha formal del Tratado de Comercio Libre que subordinó el desarrollo y la economía mexicana a los intereses predominantes de la economía de Estados Unidos.

La rebelión priista-neocardenista en 1985-1988 se realizó potenciada por dos objetivos concretos: la apertura del proceso de designación del candidato priísta a la presidencia de la República y la reconstrucción del proyecto social de la Revolución que había destruido la nueva élite gobernante de tecnócratas educados en universidades de Estados Unidos. En este escenario se construyó el discurso político de largo plazo de López Obrador para liderar la lucha contra el modelo neoliberal de mercado globalizado.

La primera mitad de gobierno de López Obrador abandonó el discurso neoliberal, aunque ha mantenido hasta la fecha la vigencia de uno de los pilares fundamentales de esa doctrina económica de mercado: la estabilidad macroeconómica sustentada en el sacrificio el crecimiento económico en aras de controlar la inflación. De ahí que la propuesta de López Obrador fue de regresar a la economía con objetivos sociales, pero sin promover el rediseño del modelo de desarrollo/política económica/presupuesto público que le diera herramientas de reconstrucción del Estado como el eje del desarrollo nacional.

El saldo de la primera mitad del sexenio se percibe en la tasa promedio anual de PIB de -1.2%, muy por abajo de la meta de 2.6% promedio anual que se fijó al arrancar el sexenio y que esperaba una segunda mitad con promedio anual de 5.3%, para arribar en 2024 a una tasa promedio anual sexenal de 4%.

La razón de los tropiezos se localiza en el efecto productivo negativo de la pandemia y el frenón económico en el segundo trimestre del 2020. La desaceleración registró un PIB anual en 2020 de -8.5%, el más bajo desde el tropiezo del crack bursátil de 1929. El ritmo de reactivación posterior al 2020 ha mostrado la incapacidad del actual modelo de desarrollo para haber absorber el impacto económico en la producción con apoyos a la planta productiva y el empleo, porque el presupuesto público se dedicó a seguir financiando las obras insignias del gobierno federal.

Al no existir un cambio de enfoque estratégico de política económica, el modelo de administración política del Estado tuvo que subordinarse a las prioridades estabilizadoras. El meta de reforma de régimen careció de una propuesta formal y de una ruta crítica. Al discurso presidencial le faltó una propuesta formal y programática de reforma del Estado y, como consecuencia lógica, de reforma del sistema político priísta todavía vigente y del régimen presidencialista (que no presidencial) que sigue funcionando con las reglas y resortes del viejo PRI. En este sentido, Morena quedó en un mero aparato electoral sin estructura territorial ni propuesta ideológica y por tanto no fue el partido-sistema que necesitaba el nuevo gobierno para trascender el Estado priísta.

El resultado electoral del 6 de junio fue mixto: expandió el dominio territorial de morena con once gubernaturas, aunque con resultados irregulares en municipios perdidos y congresos estatales minoritarios. Pero el saldo más negativo fue la pérdida de la mayoría absoluta de Morena en la Cámara de Diputados, al pasar de 52% de los legisladores propios en 2018 a 40% el pasado 6 de junio. Sólo con la alianza del PT y del Partido Verde podrá Morena armar una mayoría absoluta de 52%, aunque con determinaciones de estos dos partidos de no subordinarse a Morena en una megabancada, sino armar acuerdos en iniciativas aisladas.

El tema central de la agenda de la segunda mitad del sexenio tendrá tres temas fundamentales: la solución a los problemas no resueltos en la primera mitad –seguridad, crecimiento económico y efecto negativo pandémico–, la falta de una reforma del Estado para destruir el marco jurídico neoliberal que ha impedido las reformas estatistas y la ausencia visible de alguna figura que garantice la continuidad del proyecto personal, ideológico y de grupo político.

Las expectativas del gobierno de lopezobradorista son inciertas y descansaran de manera exclusiva en la capacidad de gestión personal el presidente López Obrador para consolidar su proyecto y ganar la sucesión presidencial del 2024.

indicadorpolitico.mx

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