La peculiaridad de nuestra historia nacional ha propiciado que en un mismo año coincidieran el V centenario de la conquista española y el bicentenario de la consumación de la Guerra de Independencia frente a esa conquista española y lo que implicaba. Como en 2010, también binario, el año planteaba desafíos para formular una política de Estado en conmemoraciones empalmadas. Tales actos son presupuestables. Tan importantes como equipar escuelas. Así que el debate no es ese. Todo se atiende porque todo importa en su justa dimensión. Así de sencillo, también. Y gobernando la izquierda, era importante identificar si se decantaría por alguna de las dos efemérides. Podría decirse que lo ha hecho más por la primera, la Conquista, pero no ha desatendido la segunda, amén de ocuparse de los protocolos de cajón correspondientes a las conmemoraciones de ordinario.
Cuando se anunciaron las acciones alusivas al año emblemático 2021 –que a su vez responde a las muy diversos actos que se realizan desde 2008 y que teóricamente culminan en 2024– parecía muy ambicioso traer mandatarios extranjeros y tropas extranjeras para atender la diversidad de tópicos a que aludía cada agenda. Se ha conseguido. Era un reto para el gobierno mexicano empalmar un discurso que dejara contentos a todos, máxime partiendo de que nuestro país oscila entre su indigenismo y su hispanismo, como es su esencia y no merece la pena disertar acerca de que no. Ni el mexicano promedio es indígena puro ni es español puro. Que lo entienda de una vez por todas quien pueda. Porque ya se ha explicado de múltiples formas y hay quien sigue neceando. Los opositores han sido burdos en sus “argumentos” boicoteadores y el gran debate nacional sobre lo que somos, quedará pendiente, tal parece. ¿2121?
Pues bien, la conmemoración de la conquista de Tenochtitlan ha sido digna. Coloquios y espacios de debate han sumado a la maqueta del Templo Mayor, cuyo discurso incide en sumar términos como ‘invasión’ y victimiza a los mexicas. Faltó más objetividad. Cierto, ellos no invadieron, fueron invadidos, mas fueron conquistados. Ergo, esa es la historia y darle vueltas para contarla diferente, es errático e inaceptable. Manipulador como las palabras de Abascal. Sí, en medio del estrepitoso recorte a Cultura y en medio de una pandemia, porque no se olvide la principal causa a tal recorte. Resulta paradójico sí que exista y se sostenga la iniciativa frente a un discurso reivindicador de minorías e injusticias a abordar o al menos, a discutir y en falsear la fundación de Tenochtitlan queriendo así empalmar ficticiamente aquella con 1321. Una tontería en toda regla, esto último. Y sí: el colapso no buscado de la techumbre sobre el Templo de las águilas debió atenderse rápidamente. Ha sido vergonzoso ese retraso. Sí, y es reprobable retirar la estatua de Colón del Paseo de la Reforma con el argumento peregrino y cobarde de la restauración, para luego darle voz a la mujer indígena con un oportunismo y una ignorancia brutal de Sheinbaum, para suplantarla con una escultura fea como Tlalli que por fisonomía y nombre está muy alejada de ser olmeca y muy cercana a la chapuza de insistir en que Tenochtitlan se fundó en 1321 y no en 1325. En esa misma, la medida es local pero cuenta con el contubernio del Inah, que es federal y así embarra a ese otro nivel de gobierno. Alguien ha apuntado que dejen la Historia en paz y que la 4T se busque sus propios espacios para contar la versión que guste. Es correcto. Tlalli o la intentona de exaltar a la mujer indígena puede tener su plaza y su glorieta, pero otras que se añadan. Incluso retrazar Reforma y rehacer la desaparecida la glorieta frente a la Secretaría de Salud o en el jardín Olavide llamado de Naciones Unidas (donde estuvo la Diana) poner la cabeza que sea o de quien sea. Sheinbaum actúa no entendiendo por qué su partido perdió la mitad de la capital en junio pasado. Otra que no entiende que no entiende.
Tampoco se puede casar con la enrevesada, tramposa, racista y estúpida leyenda rosa a lo Santiago Abascal, quien no rebuzna porque no entrena en materia de Historia (como en las demás). Decir que se liberó a los indígenas de antropófagos y sacrificios humanos tratando de justificar así dotar de civilización sin siquiera reparar en que incluía la Inquisición o la quema en Europa de mujeres pensantes tachándolas de brujas ¿debería suponer entonces dar gracias eternas a Castilla que se lo cobró bastante bien el favor, un favor ya cobrado con creces? Entonces merecía plantearse el suceso con otro lenguaje y con otras perspectivas; unas que siguen trabajando el asunto dejando atrás casposos y atrasados argumentos como los de Santiago Abascal y el argentino Marcelo Gullo, un ilustre desconocido, rebasados por actuales estudios.
Más reconocerse en sus orígenes es reconocerse en su identidad y México hace bien en no rehuir ese ejercicio. Sí, en el camino oímos expresiones mafufas y otras más ecuánimes y certeras. Es una pena que España no haya participado de manera más activa, tanto por su gobierno –que optó por apartarse– como por el nuestro en insistir en una carta no respondida que sí revela fatuidad del silencioso. Pero ese no es el meollo del asunto. El punto es que no se debate qué fue aquel 1521 y en consecuencia, tampoco 1821. Y cosas como lo de Colón solo alimentan indigenismos baratos. Punto.
En 2021 el discurso mexicano ha sido irremediablemente un monólogo al carecer del interlocutor natural, España. Una pena y peor para España que rehuyó un debate objetivo y sensato. Ni hablar y se quedó fuera de estar en primera fila como hubiera correspondido por elemental derecho. Pero es que a fuerzas ni los zapatos entran. Mas ha acertado López en marcar un calendario de fechas cívicas donde destacan episodios diversos aludiendo a cada uno de los procesos referidos, eje de las conmemoraciones y en algunos, no se olvide, a falta de otros participantes como la iglesia Católica o España; el Estado mexicano ha actuado pidiendo, incluso, perdón, como en el caso del exterminio maya, acompañado el presidente López Obrador del mandatario de Guatemala. En ese contexto, la invitación al presidente cubano, que no es uno de los Castro en este momento y que no hay mandatario químicamente puro, nos recuerda en su discurso pronunciado el mismo 16 de septiembre, que la relación entre México y Cuba es muy anterior a los Castro y por mucho, está muy lejos de ser las zarandajas externadas por el PAN (y de paso por priistas aturdidos que se callaron siempre los eternos acercamientos del PRI a Castro) e incluyamos el extravío discursivo de Margarita Zavala. Ambas posturas no merecen más tiempo a dedicarles por frívolas, intrascendentes y carentes de rigor histórico. Que no se olvide que Cuba nos es estratégica en el Golfo de México, tanto como lo es Estados Unidos y que se tenga muy presente que los lazos son amplios entre y con ambos países.
Ha sido acertado no convocar en la Noche de El Grito a abarrotar el Zócalo y no así el desfile atrayendo indebidamente a la gente. No por evitar la gallardía, entrega y marcialidad de las FF.AA., sino porque estamos de pandemia. No es nada difícil de entender. Ellas y la población merecen cuidado. Así de sencillo. Ya entrados en gastos, el despliegue no debe de pasarse por alto. Las transmisiones de las televisoras públicas y privadas no delataron qué de todo lo desplegado es para combatir cierto crimen organizado. Es un silencio que contrasta con el despliegue en sí mismo. Si bien fue más motorizado que con contingentes de tierra, implicando menor contacto y mayor seguridad, acaso habría sido adecuado aguardar un año más. Por si faltara, si bien fueron 13 los países participantes invitados a la parada militar, contrasta con los 17 de 2020. En ningún caso fue un derroche de participación, pero la convocatoria a hacerlo con violencia (2010) y pandemia (2021) afectó su eficacia, lamentablemente.
En todo caso, es cierto que las conmemoraciones han sido por mucho, demasiado austeras comparadas con los fastos de 2010. También es verdad que no se notan los gastos superfluos y abusivos de la era priista y panista. Se diga lo que se diga. Dicho con todas sus letras por si a alguien le suena vago lo de periodo neoliberal. La pandemia ayuda a que tal idea se concrete, independientemente de que no nos lo parezca y no nos parezca ese proceder. La agenda conmemorativa, esa que es, no se pide ni se elude. Se atiende porque ya estaba en el calendario. ¿A alguien no le ha agradado lo propuesto? Siempre hay algo muy importante: así como en 2010 uno tenía la enorme oportunidad de hacerse su propia conmemoración, en 2021 era el caso. Reprocharle a un gobierno sus acciones solo es delegar, antes que otra cosa. Y dígase pronto y en alto: en ambos casos, 2010 y 2021, siempre hubo un sector opuesto a lo realizado (izquierda y derecha, según tocó). Y quiso el votante que ese sector opositor fuera diferente en ambos casos, lo cual revela que mucha de esa oposición solo se debe y debía a que no gobierna quien uno quiere y no a otra cosa. Así de fácil.
@marcosmarindice