Me puse a experimentar con las semillas de aguacate en mi casa, ya sabe usted, les pone cuatro palillos a los lados para sostenerla sobre un frasco lleno de agua y noté que son muy sedientas, de hecho diario hay que rellenar el frasco, una ya la trasplante a una maceta porque es árbol; tendré que volverlos Bonzai para que crezcan dentro porque seguramente no aguantarán un invierno en Austin con temperaturas bajo cero.
Pensé que si las semillas son sedientas los árboles deben serlo más, así que le pregunte a mi amigo aguacatero michoacano, cómo le hacen allá en esta época de sequía, siendo que ese Estado es un gran productor de aguacate.
Me respondió que tomaban el agua de donde siempre. El “subsuelo, embalses, arroyos, manantiales, cada día menos nutridos, por la tala y la sobreexplotación y las tomas clandestinas e ilegales (sin autorización o concesión de la CNA)”.
El problema con lo que dice mi amigo es que esa situación no es exclusivamente michoacana. En ese estado se tala porque es más rentable una huerta aguacatera que el cuidado del bosque o la industria de la madera, pero al talar el agua arrasa nutrientes y altera la vida en las fuentes de agua a donde llega, y además se evita que el agua penetre y recargue ríos, manantiales, sistemas de flujos de agua, y acuíferos.
La alteración del sistema de aguas superficiales lleva a que se tenga que depender del agua subterránea y perforar cada vez más profundo para encontrar agua, en CDMX ya superan los mil metros de perforación. Así que cuando se habla de sequía debe considerarse que es una condición dónde no llueve y las fuentes superficiales de agua se reducen, pero el agua subterránea ahí está siempre y mientras más grave es la sequía más dependencia hay del agua subterránea y mayor desequilibrio hídrico en general porque la extracción desbalancea la recarga del sistema de agua.
De aquí se derivan dos problemas: los pozos ilegales y sin control, a lo que mi amigo comenta: “En México la legalidad es más flexible que la plastilina; solo la respetamos los idealistas” y los idealistas son cada vez menos. El otro problema es un desequilibrio sistémico.
La tala inmoderada del Amazonas afecta el equilibrio ambiental mundial, y tal vez en otra escala, la alteración de las fuentes de agua localmente como en Michoacán, impactan al todo.
Pongámonos a pensar que grandes proyectos como el Cutzamala afectan las cuencas alrededor del proyecto diseñado para paliar la sed de la CDMX, igual sucede con los nuevos proyectos en Monterrey o en la Laguna. Los que proponen entubar agua del Panuco para llevarla a Monterrey para alimentar grandes industrias, no consideran que afectarán las cuencas por las que atraviesa el río. Ampliar las huertas aguacateras en Michoacán y otros Estados, o las nogaleras en el árido Chihuahua que sustituyeron al durazno por ser menos rentable, impactan al ambiente en general.
Aunque parezca anti progreso, hay que prohibir grandes urbes, grandes proyectos industriales donde no hay suficiente agua (Tesla en Monterrey, Hub automotriz en Costa de Hermosillo, Maquiladoras en la franja norte del país), o donde se afectará el equilibrio ambiental.
Muchas de las medidas de crecimiento económico propuestas y aplicadas son egoístas buscando beneficiar intereses específicos que desaparecerán a la hora que reviente el problema del desequilibrio ambiental.
Durante años cuando vivía en la frontera y metía subrepticiamente aguacates a Estados Unidos, me sentía como un gran violador de la ley, porque estaba prohibido pasar aguacates. Estados Unidos sostenía que tenían que protegerse porque el aguacate mexicano estaba contaminado con una mosca que se metía a la semilla, aunque esa mosca desapareció de México desde hace casi un siglo; eso es lo que se llama barreras fitosanitarias, que protegían al aguacate californiano; un aguacate californiano llegaba a costar lo que costaba un kilo en México, gracias al libre comercio ahora un aguacate llega a costar 1.50 de dólar.
Cuando se abrió el mercado se restringía llevar aguacates porque había que proteger a los intermediarios. Pero usted podía llevar aguacates siempre y cuando estuvieran abiertos, sin semilla o en guacamole, o sea los que tenía que terminarse en la taquiza.
Ahora desde Estados Unidos se lanzó un llamado para atender el desmonte en México, especialmente en Michoacán, utilizado para plantar aguacate, con la típica medida puritana de castigar a los malos, los taladores. Pero no nos vayamos a confundir, los vecinos no lo hicieron por altruismo o una seria preocupación por el ambiente, sino para proteger su aguacate, que difícilmente compite contra el mexicano.
La disputa posiblemente se resuelva cuando las empresas estadounidenses se apoderen de las huertas mexicanas y liberarán todas las barreras, o cuando los criminales mexicanos que meten las manos en el aguacate mexicano, financien a algunos senadores gringos para que pasen una ley que libere las barreras, cualquiera de las dos opciones que suceda primero.