Hermanos del alma

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Miquel Escudero

La pandemia del coronavirus, que corrió como la pólvora a comienzos de 2020, ha segado muchas vidas, ha producido agotadores sufrimientos y nos ha sumido en una atroz desigualdad social que no recordábamos haber vivido. ¿Hay verdadera voluntad de superarla o nos vamos a conformar con el desajuste establecido?

En el inusitado período de confinamiento que todos nos vimos forzados a seguir, algunos aprovecharon para escribir. Así, el veterano abogado barcelonés José María Fuster-Fabra. Acaba de aparecer su novela policíaca ‘Tu refugio en el infierno’ (Espasa), con la que se estrena en el género. El autor señala que ha extraído el título de ‘Hermanos de sangre’, una canción de Loquillo de hace quince años, donde se dice que, en el fragor de la batalla, “yo seré tu hermano de sangre y tu refugio en el infierno”. Es una declaración de principios.

No voy a hacer la reseña crítica de la novela, que desarrolla una trama de delito internacional que mantiene la atención del lector hasta el final, sino abordaré aspectos que suelen quedar en la penumbra, desenfocados. Fuster-Fabra ha trabajado como asesor de empresas en la resolución de delitos de carácter económico y en causas investigadas por corrupción, pero tiene un renombre especial por su defensa de víctimas del terrorismo y de policías; hace unos años, refirió en el libro ‘En toga de abogado’ su enfrentamiento al terrorismo etarra. Efe Efe -así se llama su alter ego- es un admirador del espíritu castrense, no ha sido policía, ni mosso, ni guardia civil, ni del CESID o CNI, pero es un reservista voluntario, y como tal hace gala de “un patriotismo a prueba de cualquier causa”. No comparto para nada ese entusiasmo, pero no me molesta en absoluto que otros lo tengan y lo manifiesten. ¿Por qué me debería molestar, quién se cree con el derecho o el deber de ser intolerante e intimidar al que no siente ni piensa igual?

Efe Efe afirma: “Yo defiendo a personas que tienen problemas, y da la casualidad que los que lleváis uniforme confiáis en mí porque sabéis que yo, además de defenderos, os quiero (…) Me pilláis siempre por mi punto débil, la Bandera”. Una percepción de estas palabras enturbia la convivencia al creer y repetir que bastan para desacreditar a quien las dice y las siente. Se llega al punto de despreciar e insultar por ello, lo que es una muestra de hipocresía, pues si la bandera fuera otra, dirían justamente lo contrario.

Hay que hablar claro y con respeto por la realidad, ‘aquello que veo tal como lo veo’: en ningún lugar, la democracia se sostiene sin el trabajo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, que son parte básica del Estado. Como dice Efe Efe, hoy casi todos los inspectores de policía u oficiales de la Guardia Civil “tienen títulos universitarios, en ocasiones obtenidos de forma brillante. Pero ninguno presume de ellos”, y saben hablar con tono pausado y sentido del humor. Lo que importa no es aparentar, como antaño, sino solucionar de forma competente los problemas que se presentan, para lo que también es preciso estar avezados en el arte de improvisar. El lema es: “saber lo que se tiene que saber para hacer lo que hay que hacer”. Hay un reconocimiento especial al eficaz y poco conocido Cuerpo de Vigilancia Aduanera.

Efe Efe ensalza el carácter íntegro, efusivo y de compañerismo fraterno, que expresa la pasión de la lucha y del peligro. Abrazos fuertes y sinceros, como “acostumbran a darse los hombres que se aprecian de verdad”. Cuando el experimentado abogado mira hacia su propio oficio, se dice que en él imperan los hombres y habla del trasfondo machista de la sociedad. Pero cuando hay condiciones de igualdad, por ejemplo, en las oposiciones a jueces y fiscales, las mujeres obtienen la mayoría de los puestos; no obstante, el derecho penal en la abogacía sigue “dominado por unos cuantos zorros veteranos”.

En ese mundo de fantasmas y fantoches peripuestos, el autor matiza con cierta indulgencia: “No era un mal tipo, pero en el fondo le seguían perdiendo la vanidad y la prepotencia propia de algunas autodenominadas togas de oro (…) que creen que a caballo de su supuesto prestigio pueden ir humillando a cualquiera”. Con esos tipos arrogantes y soberbios no puede haber hermandad de alma, pero con todos cabe guardar alguna relación, la mínima para no generar nuevos infiernos o hundirse en los viejos. En cualquier caso, haríamos bien en dejarnos de etiquetar y pasáramos a analizar, cada vez, comportamiento a comportamiento. Es lo cívico, es lo liberal, es lo razonable. Estas tres actitudes son lo mismo y son necesarias para combatir el desajuste establecido, y lograr enderezarlo.

Profesor y escritor

Publicado originalmente en elimparcial.es