China y sus prohibiciones

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No es solo que China le esté dando lecciones al mundo de cómo gestionar una crisis sanitaria, una urgencia provocada por un virus desconocido que, en  poco menos de tres meses cumplirá su segundo aniversario provocando estragos a nivel mundial: cerca de 5 millones de fallecidos por SARS-CoV-2 en datos preliminares.

Y quizá lo más sorprendente de este dramón es que China, el país más poblado del orbe con un mil 455 millones de habitantes, tenga la circulación del virus casi bajo control mientras otras naciones (que ni siquiera han sido el foco del origen y que tienen menos población) viven un descontrol de contagios porque no logran controlar  la velocidad de la transmisión en parte porque no toda su población coopera y me refiero a India con un mil 336 millones de habitantes y de Estados Unidos, con 329 millones de habitantes.

Se trata de los tres más poblados del mundo. Y reitero: China que debería tener  un desastre interno de contagios y elevada mortandad sorprende con los datos que reporta con menos de 100 mil contagios y menos de 5 mil fallecidos. Es decir, el país más poblado del mundo tiene una escasa y controlada mortandad por coronavirus y su tasa de  propagación de la infección es mínima.

Quiero subrayar que son, desde luego, cifras oficiales, proporcionadas por las autoridades sanitarias bajo la venia de presidente Xi Jinping; si algo nos está dejando está pandemia es que el oscurantismo en el manejo de la información sigue muy manoseado en determinados países –quizá en la mayoría– y aquello de saber la magnitud de una tragedia se acerca más a datos surrealistas que realistas. Más que nada, la argucia de ocultar la verdad.

Comparando los números chinos con los de India o Estados Unidos, son ridículamente poco creíbles, partiendo del hecho de que los datos preliminares de India dan cuenta de casi 34 millones de contagiados y cerca de medio  millón de fallecidos por Covid-19; mientras, Estados Unidos, reporta  43 millones de contagiados y cada vez más cerca de los 700 mil decesos por coronavirus.

Hasta la fecha, nunca he visitado territorio chino pero quiero hacerlo en un futuro inmediato para visitar Wuhan y por supuesto conocer Beijing. Quiero ver con mis propios ojos cómo se organiza la población en su día a día, ver qué programas pasan en la televisión, en la radio y qué dice la prensa.

Me intriga saber qué tanto poder tiene el presidente Jinping y las personas en el Partido Comunista para controlar la vida de las personas y cuánta injerencia hay en  las normas de convivencia, de comunicación o de interrelación.

Para el investigador social, China es un gran laboratorio fascinante, partiendo de que es además el más poblado del mundo lo que para cualquier gobierno ya en sí mismo lleva intrínseco un gran desafío: controlar a miles de millones de seres humanos.

Para Occidente es inquietante, en un momento en el que además no cejan las protestas de los fines de semana en Italia, Francia o Alemania ya sea por las mascarillas, las vacunas, las prohibiciones de horario y las reglas de reuniones sociales.

 

A COLACIÓN

En la mentalidad occidental, las reglas y normas están hechas para violentarlas, a lo largo del transcurso de la pandemia ha quedado muy claro; hay países que para controlar al máximo a su población llegaron al extremo de los toques de queda acompañados de sanciones. Y no ha faltado quienes no hicieron ni caso.

Me pregunto por qué funciona tan bien el sistema de prohibiciones en China a diferencia de otros países, ¿por las sanciones? ¿Por el miedo de la gente? ¿Por qué tienen un sistema de control y vigilancia más severo? ¿Por qué la política de obediencia está en el ADN de la cultura de sus habitantes?

Desde la política del hijo único,  después de los dos hijos y finalmente al más reciente anuncio del tercer hijo desde junio pasado, hay generaciones enteras educadas en la política de respetar, cumplir y acatar.

La más reciente prohibición del gobierno chino es  polémica y  confieso que no me disgusta del todo como madre: “En respuesta al problema del uso excesivo o incluso la adicción de los menores a los juegos en línea, se controlará estrictamente las medidas para proteger eficazmente la salud física y mental”.

Los menores de 18 años solo podrán jugar tres horas a la semana videojuegos, una hora el viernes, otra el sábado y una más el domingo; en un horario de 20 a 21 horas.

El gobierno central recrudece las limitaciones: antes podían jugar una hora y media todos los días y nunca desde las 22 pm hasta las 8 am… ahora quiere alejar a los niños y adolescentes de la dependencia de los videojuegos. ¿A usted le gustaría que este tipo de medidas se hicieran en su país? ¿Qué el gobierno  marcase límites hasta para jugar videojuegos?

@claudialunapale