Juan Carlos Barros
La Comisión Europea acaba de presentar el informe anual sobre el estado de derecho y algunos diputados del Parlamento Europeo han criticado que no contuviera recomendaciones y careciese de efecto preventivo, a lo cual el comisario de justicia Didier Reynders ha respondido que el informe presenta conclusiones y que a los estados compete tomar nota y hacer las reformas correspondientes.
Según el Tratado de la Unión Europea, la democracia es un valor estructural común a los estados miembros, lo mismo que el estado de derecho, y la Unión como organización se basa para funcionar en la representación democrática, a la vez que establece cauces informales para el debate y la participación.
George Orwell, una autoridad en cuanto a previsiones catastróficas democráticas, ya avisaba que no había una definición unánimemente compartida de democracia sino que el intento de darla era rechazado desde todos lados y decía que “es casi un sentimiento universal que cuando llamamos a un país democrático le estamos alabando, y en consecuencia los defensores de toda clase de regímenes políticos reclaman ser una democracia y temen que tendrían que dejar de usar tal calificativo si éste estuviera unido a un significado preciso.”
Desde su invención y aún sin definición, en la antigua Grecia la democracia estuvo unida a la prevención y entonces el procedimiento de su aplicación consistía en preguntar al oráculo, que era la institución con competencia en ese ámbito y que utilizaba como patrón la adivinación tomando como base la información de la que disponía.
El oráculo más popular fue fundado por Apolo, el multifacético dios de la luz y la verdad, de las profecías, del tiro con arco y hasta de la poesía, en un alto cerca del Parnaso y como el lugar, aunque muy bonito, estaba lleno de serpientes y dado que entre ellas había una descomunal, le puso el nombre de Monte Pitón.
Era el oráculo muy visitado en aquella primera era democrática, incluso por quien no lo era, y constituía referencia básica para toda clase de empresas, allende los mares o no, que recurrían a él como medio de rebajar el riesgo de sus actividades, con o sin relación con la legalidad. No obstante, no emitía informes anuales sino que atendía consultas individuales, cuyo mecanismo vamos a examinar a continuación:
Iba, quien quería consultar y sin ninguna previa condición, adonde la pitonisa, pagaba la tasa correspondiente, preguntaba oralmente y la respuesta se la daban al día siguiente por escrito y en verso. Pero como eran muy malos normalmente, los clientes protestaron y el oráculo comenzó a prevenir en prosa, que siendo críptica era más coincidente con el gusto entonces vigente en occidente, el cual al parecer ha perdurado hasta el momento presente.
Resulta sorprendente, ciertamente, el gran número de aciertos que tenía, quien como si dijéramos clavaba las predicciones, las cuales no eran tales sino que en realidad no eran más que consejos generales, ni recomendaciones ni conclusiones. Y como la fe en él era total, cuando se equivocaba decían que era un fallo de interpretación y no oracular. Pero qué mejor que ver un ejemplo democrático singular.
Creso, rey de Lidia, se preparaba para invadir Persia y quería saber si el momento era propicio, para lo cual elevó una consulta al oráculo que le respondió así: “Si cruzas la frontera del río Kizilirmak, un gran imperio destruirás.”
Dando Creso por hecho que el gran imperio que iba destruir era el persa y no el suyo, se arremangó y tiró para adelante; craso error el de Creso que caro le costó, aunque tuviera mucho dinero, puesto que, al final, fue el suyo el que cayó.
Abogado, consultor europeo y periodista
Publicado originalmente en elimparcial.es