En 1923 el pintor Diego Rivera convocó al Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios “a votar el acuerdo de fumar mariguana”. La decisión fue unánime. No hubo objeción. Años atrás (entre 1888 y 1911) durante la dictadura de Porfirio Díaz las importaciones de opio oscilaban entre una y dos toneladas. Años más tarde, en la pasada década de los ochentas irrumpió el boom de las drogas en México hasta llegar a colocar al país en uno de los primeros lugares del narcotráfico. El negocio de las drogas se hizo una maraña en la que están enredados todos los sectores sociales del país. Una maraña que será casi imposible de deshacer. El dinero se convirtió en una droga más potente que la cocaína, la morfina y la heroína.
En las últimas décadas Jefes policiacos y altos mandos militares sucumbieron ante los tentáculos del narcotráfico. La ambición del dinero los desbordó.
Uno de ellos fue Genaro García Luna quien llegó a tener tanto poder en el gobierno de Felipe Calderón. Era una especie de “vicepresidente”.
Un mes antes de concluir su cargo como secretario de seguridad pública federal, García Luna me invitó a su oficina del bunker de Constituyentes. Acudí pero se negó a hablar. Lo vi temeroso y preocupado, con miedo. Le expuse que mi intención era publicar un libro y que para ello había mantenido contacto con conspicuos personajes policiacos como el comandante Guillermo González Calderoni, quien tenía una fama de sanguinario y poseía una enorme fortuna, a Miguel Aldana Ibarra, quien vivía en una mansión muy al estilo de los narcos, con leones y lujos y quien llegó a soñar con comprar el periódico Excélsior. Incluí al director de la Policía Judicial Federal Rodolfo León Aragón, a quien le estalló el caso del Cardenal Posadas y quien era relacionado con Amado Carrillo, el mítico Señor de los Cielos.
Después de escucharme García Luna se disculpó por no poder atenderme. Se justificó diciendo que tenía un llamado de última hora para ir a la oficina del presidente Calderón. Ordenó entonces que me dieran un recorrido por el bunker, lo hice durante horas mientras diferentes funcionarios me daban explicaciones de cada área del Centro de Control de Mando y la base de la Plataforma México.
Ya entrada la noche de ese día recibí una llamada de la oficina de García Luna para invitarme al otro día por la mañana para visitar el recién inaugurado penal de Hermosillo, Sonora clasificado en el nivel 5 de máxima seguridad. Del hangar presidencial partimos en ese viaje tres diputados federales, el subsecretario de Gobernación encargado de los penales del país y yo abordo de un avión Boing 227 de la Policía Federal. Un general del ejército nos recibió en el aeropuerto y nos invitó a hacer un recorrido por el penal.
A mi regreso ese mismo por la noche, un asistente del poderoso secretario de Seguridad Pública Federal me llamó para decirme:
–El ingeniero García Luna me encargó preguntarle ¿qué le pareció la prisión?
–Un horror, fue mi respuesta.
Un horror que hoy mantiene desde hace dos años a García Luna en una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico. Quizás podría acabar su vida tras las rejas si se le dicta cadena perpetua como al Chapo Guzmán. A menos que García Luna se decida hablar y entonces si sería una “Bocatti di Cardinalli” para la DEA.
García Luna enfrenta un proceso en el que la justicia estadounidense le ha fincado tres cargos por conspirar para traficar cocaína y un cargo por hacer declaraciones falsas.
El jefe policiaco decidió no hacer público su patrimonio en sus últimas declaraciones a las que por ley estaba obligado, y peor aún cuando constantemente se encontraba bajo severos señalamientos de enriquecimiento inexplicable amasando fortuna y propiedades.
Tampoco respondió a la exigencia de hacer públicos los resultados de los exámenes de control y confianza a los que por ética y por ley debía ser sometido como funcionario y uno de los encargados de la seguridad nacional, recordemos el caso del general José de Jesús Gutiérrez Rebollo, el zar antidrogas que terminó protegiendo y sirviendo a los cárteles de las drogas.
García Luna no quiso responder a mis cuestionamientos bajo qué argumentos jurídicos autorizó compartir y mantener acceso libre y directo a la CIA y a la DEA sobre asuntos de seguridad nacional, como lo revelaron los cables de WikiLeaks 09MEXICO1971, 09MEXICO2134, 09MEXICO3195 y 08MEXICO1063, en los que el legislador estadounidense republicano Mark Kirk, cuestionaba, en 2009, la credibilidad del funcionario.
Aún hay muchas preguntas que el expresidente Calderón debe aclarar, por ejemplo porque toleró a la PGR de no acatar las exigencias del IFAI de hacer públicas el número de las averiguaciones en contra de Genaro García Luna por sus presuntas relaciones con el crimen organizado.
Por qué no se sancionó a García Luna con la pérdida de la nacionalidad mexicana y destitución del cargo por haber aceptado una condecoración del gobierno de Colombia sin haber informado y consultado al Senado de la República y a la Secretaría de Relaciones exteriores.
Por qué la Suprema Corte de Justicia de la Nación no implementó medidas judiciales en contra de Genaro García Luna tras haber comprobado que se violaron garantías constitucionales en el caso de la ciudadana francesa Florance Cassez.
Sin duda son muchas las preguntas, como el hecho de haber llevado a su más bajo nivel las relaciones de México con Francia por el caso Cassez y dar al traste con el denominado Año de México en Francia, donde todos los eventos enmarcados en dicha celebración estuvieron dedicados a Florence Cassez, condenada a 60 años de prisión en nuestro país por formar parte de una banda dedicada al secuestro.
Calderón mantuvo inamovible e intocable a García Luna quien una vez concluida su responsabilidad del combate al narco en el sexenio de calderonista, se trasladó a vivir a Estados Unidos. Tenía su residencia en Florida, pero fue detenido en Dallas, Texas el 10 de diciembre de 2019. Desde entonces está en una prisión de Nueva York.
El próximo 8 de diciembre se llevará un juicio en contra de dos principales de sus colaboradores: Luis Cárdenas Palomino y Ramón Pequeño García. Y el día 15 de ese mismo mes habrá una audiencia para determinar la exclusión en el juicio de información clasificada que implique riesgos a la seguridad nacional.
El 24 de octubre del próximo año se tendrá seleccionado un grupo de 16 personas que habrán de integrar el jurado calificador para iniciar el juicio por narcotráfico contra García Luna, otra opción es cambiar la fecha del juicio para el 16 de enero de 2023.