A la medianoche en el mes de abril de 2003 recibí una llamada telefónica. Al otro lado de la línea telefónica escuché la voz de un “asesor” de La Maestra que manejaba sus relaciones con la prensa y que después ocupó un alto cargo en el Senado de la República. Intuí la desesperación del interlocutor quien me solicitaba una reunión “urgente”. El motivo: la publicación de mi libro sobre la lideresa del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo. Ese día mí colega y amigo Sergio González Rodríguez quien laboraba en el suplemento cultural del periódico Reforma había publicado una pequeña nota con la primicia en la que anunciaba la venta al público del libro de mi autoría La Maestra, Vida y Hechos de Elba Esther Gordillo bajo el sello de la editorial Océano. Acepté la reunión ante la desesperación del interlocutor. A la mañana siguiente en un hotel del Paseo de la Reforma se llevó el encuentro al que acudieron tres enviados de La Maestra. Su propósito era “convencerme” para que frenara a toda costa la publicación y comercialización del libro. A cambió llevaban la encomienda de ofrecerme una cantidad millonaria. Mucho dinero que jamás como periodista he visto en mi vida. Me negué al trato al rechazar su “oferta”. Era el primer libro que se publicaba sobre la que era entonces la mujer más poderosa, y al mismo tiempo, la más odiada de México. Jamás he escrito libros por encargo. Confieso que he recibido ofrecimientos, lo mismo del más poderoso magnate del país como la propuesta de un intermediario de uno de los capos más intocables de México. Como sé que, como muchos otros colegas, que estoy expuesto a la intervención telefónica he dejado constancia de ello en mis conversaciones telefónicas y aún en encuentros personales. Pero esa vez con los enviados de La Maestra cuando escuché la cifra del dinero que me ofrecían ni en el más delirante de mis sueños soñé con una cantidad así. Cuando les dije que No a los interlocutores de la lideresa chiapaneca se sorprendieron porque en la cartera de la poderosa mujer cabían lo mismo periodistas que intelectuales y políticos que sucumbían al embeleso del poder y el dinero de tan “fascinante” personaje. Para mí lo bellamente onírico sucedió: decir No.
Recuerdo a Julio Scherer García cuando publicó su libro El poder, historias de familia, (Editorial Grijalbo, México 1990) en el que documentó de manera contundente la corrupción de la prensa (directores de medios, periodistas, moneros y editorialistas). El gobierno manipulaba una partida secreta del desaparecido Banco de Crédito Rural para sobornar a los periodistas, muchos de ellos conocidos y “respetados” en el medio y la política. La existencia de esa práctica es muy añeja, pero con los años se “normalizó”. Los periodistas envueltos en escándalos de corrupción se convirtió en una especie de segunda naturaleza. En el actual gobierno han salido a relucir listas de contratos millonarios de los principales columnistas y conductores de noticieros. Incluso el gobierno libra una guerra frontal (y no por ello menos sucia) contra la prensa. Y como en toda guerra, en esta también, hay víctimas inocentes.
Soy partidario de que los periodistas y los medios deben ser sujetos del escrutinio público. A esa razón obedece lo que escribí en la Contracolumna cuando escribí sobre “La Jornada amafiada al poder” y “El cacicazgo de Carmen Lira” y en cuyo texto referí un pasaje sobre el periodista Humberto Mussachio quien ocupó un mando directivo en el mencionado diario.
Durante las investigaciones de un par de libros que escribí sobre la corrupción en el gobierno de Vicente Fox, obtuve infinidad de documentos, uno de ellos, sobre un acuerdo entre la ex lideresa del SNTE y la Secretaría de Educación Pública a través de la Comisión de Libros de Texto Gratuitos para que se distribuyera profusamente en las bibliotecas públicas del país el diccionario enciclopédico Milenios de México.
En el libro La Maestra, Vida y Hechos de Elba Esther Gordillo publiqué lo siguiente:
“Acostumbrados al manejo discrecional de los recursos del SNTE, los líderes del magisterio, según documentó la revista Proceso, utilizaron el Fideicomiso de Vivienda para el sector Magisterial (Vima) para financiar proyectos ajenos a su función, pero próximos a los intereses de la dirigente sindical.
“Así, prosigue la denuncia periodística; la enciclopedia Milenios de México, de Humberto Mussachio, fue financiada por Vima a través de una intermediaria que le facilitó 25 millones de pesos a la casa editora de la obra, en junio de 1999.
“En el ‘contrato de mutuo interés’ figuran como partes Planeación y Estructuración de Negocios S.A. (Pyensa) y la casa editorial Hoja, representadas respectivamente por Carlos Alberto Alcudia García y Gerardo Gally Thomforde.
“El contrato no establece el vínculo entre Pyensa y Vim, pero éste es confirmado en otro documento y por el exdirector jurídico del fideicomiso.
“En este punto lo importante es que salió a relucir, de nuevo, el nombre de la editora Consuelo Sáizar. Accionista principal de la casa editorial Hoja, cercana a Elba Esther Gordillo y directora del Fondo de Cultura Económica en el gobierno foxista, Sáizar fue la empresaria que se obligó a adquirir y entregar, a la firma del contrato para la impresión de Milenios de México, una fianza a favor de Pyensa por el total de la cantidad entregada en préstamo y sus intereses, misma que serviría para garantizar el fiel cumplimiento en la utilización de los recursos otorgados, así como el pago de éstos en caso de vencimiento o rescisión anticipada a ese contrato”.
En mi libro no solo me referí al caso de Mussachio, lo que hice fue evidenciar cómo La Maestra contaba con el aval de una buena parte de los intelectuales y numerosos periodistas, que con sus opiniones y críticas aprueban y desaprueban conductas públicas, en este caso Elba Esther Gordillo.
Cito, por ejemplo, cómo durante el gobierno del presidente Salinas, cuando Zedillo era secretario de Educación, vetó, de última hora, los controvertidos libros de texto para las escuelas públicas elaborados por el grupo Nexos de Aguilar Camín y Enrique Florescano. Las presiones de las fuerzas armadas y también de La Maestra pesaron para que se tomara dicha decisión. De esa manera 45 mil millones de viejos pesos se fueron a la basura al no aprobarse el contenido de los libros de historia para los alumnos de 4°, 5° y 6° grados de primaria, que habían sido impresos por la editorial Santillana, cuyo accionista mayoritario era Jesús de Polanco, entonces presidente del consejo de administración del periódico El País, de España.
Justamente Scherer se refería en su libro El poder, historias de familia a los beneficios de periodistas e intelectuales no solo con embutes con el gobierno o entidades públicas (sindicatos, por ejemplo) sino con contratos de todo tipo al amparo del poder. Las prácticas han evolucionado aunque el negocio ha consistido principalmente en la venta y compra de publicidad o negocios “alternos” como parte de la perversa relación entre el poder y la prensa.