Cuando el gobierno del presidente Obrador reclamaba la solidaridad de las universidades públicas para su proyecto de la cuarta transformación, las principales instituciones de educación superior le abrieron sus espacios para la discusión pública. A diferencia de otras entidades, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla no le regateó su colaboración. La BUAP –una de las universidades públicas con una gran tradición en las luchas sociales– fue la anfitriona de numerosos eventos políticos de Obrador como parte de la pluralidad y el prestigio que goza en el ámbito académico y en amplios segmentos de la sociedad. Tan fue participativa que allí en su espacio cultural se le rindió un homenaje al mítico líder comunista Arnoldo Martínez Verdugo en el marco del centenario del Partido Comunista Mexicano. Y como constancia de esa apertura política –que deben valorar s actuales autoridades encabezadas por el presidente Obrador– la BUAP fue sede de los foros de discusión para el Plan Nacional de Desarrollo y los foros de consulta educativa tanto con la SEP como con la ANUIES.
Pero de todo esto no tiene memoria el gobernador Barbosa porque siempre ha sido ajeno a la Universidad ni siquiera tuvo la más mínima participación en estos foros y debates porque él estaba concentrado en sus negocios políticos –por decirle de una manera amable a los “moches” que recibía de las mafias del huachicol del llamado triángulo dorado para financiar su campaña– mientras Barbosa espera beneficiarse de la olas lopezobradoristas con el tsunami de las elecciones generales del 2018 y aun así el apoyo indirecto de Obrador del que se beneficiaron cientos de diputados, senadores, alcaldes y algunos gobernadores, el único perdedor fue Barbosa quien fracasó en su primer intento por apropiarse de la gubernatura.
Como un verdadero buitre político se benefició con la muerte de la gobernadora electa Marta Erika Alonso quien falleció en un trágico accidente aéreo al lado de su esposo Rafael Moreno Valle. De manera ruin Barbosa festejó el accidente y celebró con la frase de “fue un castigo de Dios”, que mereció el repudio de sus mismos compañeros de Morena.
Aunque es el gobernador más impopular, el que menos votos obtuvo en las elecciones –y en toda la historia electoral de Puebla– fue un auténtico “cachavotos”, es cierto que ganó la elección a la sombra de la popularidad de Obrador, pero además incurrió en trampas y la compra vulgar de votos, por lo que tiene un severo problema de legitimidad lo que le ha merecido el calificativo de gobernador “espurio”.
Desde el primer minuto de su llagada al poder, Barbosa se ha encargado de atosigar a la Universidad, al rector Alfonso Esparza le ha inventado “delitos” y fabricado un expediente “criminal” con averiguaciones ministeriales a modo con la complicidad del fiscal del estado Gilberto Higuera Bernal, un funcionario ligado a las mafias del crimen organizado vinculadas a Genaro García Luna quien se encuentra bajo proceso penal por sus crímenes en Estados Unidos.
Entre otros cargos García Luna es acusado de recibir sobornos del Cartel de Sinaloa a cambio de protección durante la guerra contra el narcotráfico, iniciada durante el sexenio de Felipe Calderón. En ese momento los hermanos (Gilberto y Alfredo) Higuera Bernal ocupaban cargos en la Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa.
En Sinaloa periodistas y políticos han ligado a los hermanos Higuera Bernal con la mafia del cártel de Sinaloa. Muchos miembros de ese clan viven en Puebla a donde llegaron subrepticiamente desde el arribo del fiscal protegido por el gobernador Barbosa.
La narcopolítica ya llegó, ya está en Puebla.
Bernal fue uno de los operadores del intento de desafuero contra Obrador en el sexenio del presidente Fox. Gilberto Higuera fue el encargado de instrumentar el alegato contra Obrador desde la PGR donde Higuera se desempeñaba como subprocurador de procedimientos penales bajo la batuta del general Macedo de la Concha.
Este grupo de funcionarios son los que han fraguado los ataques contra la BUAP, una de las cinco principales universidades del país. Una de las universidades que le abrió las puertas a Obrador cuando todo mundo se las cerraba.
Por desgracia, las universidades públicas hoy sufren los embates del recorte a sus presupuestos por las medidas de austeridad del gobierno federal, pero hay grupos como el de Barbosa y compañía que aprovechan esta circunstancia para medrar y violentar la autonomía universitaria en el ánimo de apoderarse de ese bastión.
La BUAP es heredera de las grandes luchas estudiantiles del siglo XX en América Latina. Un proceso que a lo largo de las décadas la ha llevado a ser un pilar para la juventud, para la libertad de enseñanza y de la autonomía de su gobierno.
La BUAP ha construido una imagen fuerte como actor colectivo, tiene la capacidad para decidir sobre su propia marcha y dirección, así como acerca de su relación con los demás.
La BUAP como universidad como poder político y social ha sido capaz de ejercer la autonomía. Ya sabemos que la relación entre autonomía y política tiene su base en la polaridad genérica “Nosotros” versus “el Otro”. Desde esta concepción, el significado de la autonomía universitaria y, por tanto, de su ejercicio, queda pendiente de la relación que establezcan, en momentos determinados, el Estado (el Otro) y la universidad (Nosotros). Es evidente, entonces, que la autonomía deviene en discurso y estigma que unen, y a la vez distinguen y separan a estos dos entes. Para el Estado, la Universidad Autónoma simboliza el reclamo social de pluralismo y, por lo tanto, una acotación a su poder absoluto. Por su parte, en los significados que los universitarios dan a su autonomía subyace una representación de poder moral y un cierto sentido de heroicidad. Por un lado, cobra el significado de capacidad derivada del saber–quehacer de la institución y, también, alude al valor que tiene la misma para cuestionar y enfrentarse a una voluntad superior, que para el caso es el Estado.
Sometamos a discusión esa pluralidad en su relación con las políticas del Estado.
La BUAP estuvo presente tan solo en el gobierno de Obrador en los siguientes eventos:
–En el Foro de Consulta Estatal Participativa en Puebla.
–En Foro Estatal de Participación y Consulta del Plan Nacional de Desarrollo 2019–2024.
–Foro de Consulta, de la Región Centro – Sur, Sobre Legislación Secundaria en Materia Educativa, que organizan la SEP y la ANUIES
–Homenaje a Arnoldo Martínez Verdugo en el marco de los 100 años del Partido Comunista Mexicano.
En dónde estaba Barbosa cuando el equipo de gobierno de Obrador y la BUAP, enriquecían el análisis y el debate político del país.
Barbosa jamás estuvo en estos foros. La Universidad y su propio partido le eran ajenos.
Barbosa jamás tuvo el menor compromiso social, fue un extraño en las organizaciones sociales de la izquierda y nunca tuvo arraigo en la vida universitaria.
Como gobernador es un enemigo declarado de la Universidad y de los jóvenes estudiantes.
Ya abundaremos con detalles el compromiso de la BUAP con el gobierno de Obrador en el terreno de los hechos sin incurrir en la subordinación política sino en la construcción de un proyecto de país.
La pregunta que se plantea cualquier universitario es:
¿Qué quiere ser México? la respuesta es determinar qué queremos ser como país, pues la educación y un proyecto de nación van íntimamente de la mano. De poco sirve un plan que diga a dónde quiero llegar como país sino no tengo cómo ejecutarlo con las personas educadas para ello.
Y México no llegará a ningún lado con políticos como Barbosa y con gobiernos como el de Puebla que son abiertamente declarados enemigos de la educación y de los jóvenes.
Con su conducta de político de cantina, con su carácter arrogante y belicoso, Barbosa le está asestando una puñalada trapera al proyecto del presidente Obrador que confía en convertir al estado de Puebla en el faro de la educación del país al proponer a la capital poblana en la sede de la Secretaría de Educación Pública.